Prohibiciones y argumentos matemáticos
Los temas polémicos como el control de armas a menudo mueven a las organizaciones poderosas a adoptar posturas inflexibles, cerrándose a las argumentaciones y enfoques de nuevo cuño. Puesto que los miembros quieren ser valorados por el grupo, expresan abiertamente opiniones que están dentro de la corriente definida por las actitudes del grupo y tienden a reprimir las que van contra ella. No tarda en levantarse una brisa de ideas preconcebidas y con ésta aparecen dirigentes que son más extremistas que el miembro medio. Una forma ingenua de enfrentarse a esta limitación de alternativas es proponer tantas posturas y argumentos como se pueda, con la esperanza de liberalizar el debate y permitir la formación de un grupo de centro. Como los miembros de este grupo tienden a ser abstractos, los argumentos matemáticos les vendrían como anillo al dedo.
Así, cuando leo que los implacables enemigos del aborto amedrentan a mujeres y médicos en clínicas de interrupción del embarazo, por ejemplo, me esfuerzo a veces por imaginar episodios capaces de mermar la fe de algunos de ellos en la inviolabilidad absoluta del derecho del feto a la vida. Los grupos provida emplean a veces argumentos exagerados en sus roces verbales con los grupos abortistas (y viceversa). Si está bien abortar a los tres meses, ¿por qué no lo está a los seis? Y si resulta aceptable abortar a los seis meses, ¿por qué no matar recién nacidos o, puestos a ello, a los ancianos? Se trata, también aquí, de argumentos que adquieren legitimidad cuando permiten un sano replanteamiento de posturas. A continuación, una breve exposición de las opiniones de una persona en favor del aborto, disfrazada de noticia imaginaria:
«Myrtle Jones, presidenta del grupo proabortista Sensatez No Pecado, preguntó en una concentración pública celebrada ayer qué postura adoptarían los antiabortistas si cambiaran dos hechos en el mundo. La señora Jones pidió a sus oyentes que imaginaran dos cosas. Primera, que por un motivo indeterminado —un virus, un agujero en la capa de ozono, un aditivo o una toxina de un producto alimenticio— las mujeres quedaran embarazadas con treinta o cincuenta fetos a la vez. Segunda, que los progresos en la tecnología del recién nacido permitieran salvar fácilmente algunos o todos los fetos meses después de la concepción, pero que no intervenir en este periodo produce la muerte de todos los fetos.
»Los antiabortistas que creen que todos los fetos tienen derecho absoluto a la vida optarían seguramente por la intervención, dijo la señora Jones. Esta intervención reflejaría sus posturas, y propiciaría en consecuencia una explosión demográfica sin precedentes, o, por el contrario, sería para salvar sólo uno o varios fetos. La segunda opción, subrayó la señora Jones, equivaldría a un aborto, puesto que todos los fetos tienen en principio las mismas posibilidades: “Muy dogmático, sin embargo, tendría que ser quien optase por multiplicar el índice de natalidad, por lo menos al principio, por treinta o por cincuenta”».
Salta a la vista que no es un argumento sólido y contundente (aunque expuesto ante el público indicado podría producir algún intercambio de objetos sólidos y contundentes). Dado que se puede considerar procedente de la franja izquierdista (suponiendo que la idea de espectro político tenga alguna validez), pondré un ejemplo más derechista de lo peligroso que es reducir los términos del debate. El transgresor es una parte del movimiento antitabaquista. Más de 400.000 estadounidenses mueren todos los años por los efectos del hábito de fumar, pero curiosamente hay pruebas de que esta cantidad se podría reducir radicalmente generalizando el uso del tabaco de mascar, que no echa humo. Los profesores Brad Radu y Philip Colé han publicado hace poco en Nature una nota en que afirman que la esperanza media de vida de un consumidor de tabaco sin humo de treinta y cinco años viene a ser quince días inferior a la de una persona de la misma edad que no fuma. Compárese con los 7,8 años que pierden los fumadores. Los autores calculan que pasarse en masa al consumo del tabaco sin humo reduciría en el 98% las muertes relacionadas con el tabaco.
Puesto que con una pequeña cantidad de tabaco se tiene para todo el día, sería lógico que las compañías tabaqueras se opusieran al tabaco de mascar sin humo. La verdad es que ya ha habido manifestaciones en contra en el seno de algunos grupos antitabaquistas, a causa del aumento del peligro de que se declare un cáncer bucal (mucho menos frecuente que el cáncer de pulmón, los enfisemas y las enfermedades cardiacas). Sospecho que otro motivo es un sentido equivocado de la pureza moral, semejante a oponerse al uso de los condones porque, al contrario que la abstinencia, no son seguros al ciento por ciento. Si las cantidades aquí barajadas se confirman, se diría que recomendar a los fumadores (y sólo a ellos) que se pasen al tabaco sin humo es una buena política pública.
Incluir más a menudo estos informales apuntes informativos sazonados aritméticamente aligeraría el sopor de la cobertura periodística del aborto, el tabaco y otros contenciosos e incluso coadyuvaría a que se reaccionase con más sensatez ante ellos. Ante un asunto, sea cual fuere, suele haber muchísimas más posturas de las que consiguen aparecer en letras de molde.