Desciende el cuartil superior de calificaciones en las pruebas de selectividad

Correlación, predicción y medro

El Test de Evaluación Académica es conocido por todos los que han pasado por los centros de enseñanza media de Estados Unidos. Este nuevo nombre que tiene ahora es un poco menos impertinente que el anterior, el Test de Aptitud Académica, aunque en inglés tengan los dos las mismas siglas (SAT). Es lógico que, entre centenares de artículos sobre el SAT, algunos se centren en los escasos estudiantes que obtienen 800 en matemáticas, o 1.600 en toda la prueba, y con mucha menos frecuencia en los que obtienen 800 en lengua inglesa. La gacetilla típica describe las actividades escolares del estudiante local, sus admirables cualidades, objetivos universitarios y profesionales, y por lo general algún defectillo simpático.

Pero es más interesante el grueso del material. Un rastreo por varias bases de datos periodísticas revela que en los últimos años se ha hablado de la bajada de las puntuaciones desde principios de los años sesenta, de la posible inclusión de preguntas con desarrollo en el formato de respuestas optativas exclusivo hasta la fecha, de la licitud de emplear calculadoras, de los inferiores resultados de las mujeres y las minorías en las pruebas, de la «renormalización» de la prueba para ascender la puntuación media a 1.000, de la medida en que pueden elevarse las puntuaciones mediante servicios centrados en estrategias y métodos de estímulo que reflejen la prueba, y, lo más importante, de la capacidad de la prueba para predecir la fortuna universitaria.

Un aspecto sorprendente de la cobertura que se le dedica es su amplitud, su detallismo y su orientación tendenciosa. Habida cuenta de su repercusión, los temas recién mencionados merecen una breve respuesta: las puntuaciones han bajado en parte porque los estudiantes que pasan la prueba son más numerosos y más heterogéneos que nunca. Por desgracia, las puntuaciones del cuartil superior también han bajado, lo que indica un deterioro más general. Incluir en pruebas futuras preguntas que exijan respuestas razonadas sería una modificación interesante. No hace falta alcanzar una puntuación de 1.600 para comprender que la capacidad para organizar y expresar los pensamientos en unas frases coherentes, sin faltas de ortografía ni sintácticas, es cuando menos tan importante como otras cualidades que mide la prueba.

Las calculadoras serán de ayuda secundaria para los examinandos; el problema de los estudiantes con las preguntas matemáticas no es, aunque la opinión popular crea lo contrario, de naturaleza calculadora. Las mujeres puntúan sistemáticamente menos que los hombres (las mujeres representan sólo la tercera parte de los máximos puntuadores en el SAT preliminar) y las minorías puntúan sistemáticamente menos que los blancos. Sin embargo, las frecuentes acusaciones de partidismo cultural y sexista son, en mi opinión, exageradas (a pesar de la rareza de preguntas al estilo del corredor-es-a-la-maratón como el-remero-es-a-la-regata). La prueba es tendenciosa, pero sólo en favor de los educacionalmente preparados, los físicamente sanos y los psicológicamente abiertos. Y las ventajas de renormalizar las puntuaciones en sentido ascendente para alcanzar una distribución simétrica que oscile entre 200 y 1.600 quedan desvirtuadas por dos factores: la pérdida de poder selectivo en el extremo superior de la distribución y la inexistencia de posibilidades comparativas fáciles entre puntuaciones futuras y pasadas. ¿Por qué no corregimos la elasticidad de las pelotas de béisbol para que el bateador medio batee 0,500?

Algunos estudios dicen que asistir a cursos preparatorios para el SAT aumentará la puntuación individual en cierta medida. (Una preparación más amplia y duradera la aumentará más, evidentemente). Sin embargo, si los estudiantes tienen autodisciplina suficiente para practicar con los test de muestra que proporciona el Servicio de Evaluación Educacional o para trabajar con programas informáticos que no cuestan nada, creo que sacarían mucho provecho de las facilidades de estos servicios. (Una llamativa posibilidad que ofrecen algunos servicios es aprender a sombrear círculos con rapidez. Tardar un par de segundos más de lo necesario con cada respuesta puede redundar en una puntuación notablemente baja). Puesto que hay una no despreciable variabilidad natural en la puntuación propia, pasar la prueba varias veces y entregar sólo las puntuaciones máximas de cada sección se me antoja también muy sensato.

La pregunta fundamental, sin embargo, es hasta qué punto vale la puntuación del SAT para conocer el porvenir universitario. La respuesta es un contundente hasta cierto punto. Ha habido todo un abanico de estudios centrados en diferentes grupos de estudiantes y que se han servido de protocolos, controles y suposiciones diferentes. Casi todos dicen que la correlación entre puntuaciones del SAT y notas universitarias no es abrumadora. Sospecho que la asociación parece bastante más débil de lo que es porque las universidades admiten por lo general a estudiantes procedentes de una franja estrechísima del espectro del SAT. Las puntuaciones SAT de los estudiantes de las universidades de prestigio [Yale, Princeton, Harvard, Columbia, etc.] son mucho más elevadas que las de los universitarios de la localidad, y sin embargo ambos grupos pueden tener una distribución de notas parecida en los centros respectivos. Sin embargo, si ambos grupos de estudiantes se matricularan en las facultades de las mencionadas universidades de prestigio, no me cabe la menor duda de que en estas facultades habría más correlación entre puntuaciones SAT y notas universitarias.

Se trata de un fenómeno universal: el grado de correlación entre dos variables depende muchísimo del alcance de las variables en cuestión. Los jugadores de fútbol americano de primera división pesan más por término medio que los futbolistas de los equipos universitarios. El peso es muy importante en el fútbol americano, pero nadie espera que entre peso y buenos resultados en primera división haya una correlación tan estrecha como la que habría si todos los jugadores, universitarios y futbolistas de primera división, jugaran profesionalmente al fútbol.

Y así como hay muchas dimensiones de la capacidad futbolística que no se miden por kilos, hay muchas dimensiones de la capacidad estudiantil que no se miden en el SAT. Una, indudablemente, es el esfuerzo concentrado durante un largo periodo; la recompensa que el SAT concede a la velocidad es particularmente difícil de defender. Cada vez que queremos adaptar un concepto polifacético y amorfo —la belleza física, la orientación política, el mérito académico, el valor moral— a una escala lineal, perdemos mucha información. Conocí a una persona en el departamento de matemáticas que había puntuado alrededor de 400 en la parte de matemáticas del SAT (y relativamente menos en los exámenes de licenciatura) y que hoy es titular de una prestigiosa y bien dotada cátedra de esta materia. No es el único, ni mucho menos, pero si sólo sé dos cosas de un estudiante —sus notas en el instituto y su puntuación en las pruebas de selectividad— doy más peso a la segunda.

En ausencia de un plan académico nacional o de haremos nacionales, la cobertura periodística de los problemas del SAT abre un espacio para el comentario de temas y políticas de la educación. Los informadores políticos construyen con frecuencia los artículos alrededor de los comunicados de prensa de la Casa Blanca, los informadores médicos esperan la última edición del Journal of the American Medical Association y los informadores de la educación tienen la noticia en el último SAT. O como podría aparecer en la temible parte analógica de la prueba, informador político : prensa de la Casa Blanca :: informador médico : JAMA :: informador de la educación : SAT.

Y quienes piensen que ningún comentario sobre el SAT está completo sin un problema matemático, que razonen el siguiente que he tomado de lo más difícil de una prueba reciente: en las sumas correctas de más abajo, cada letra representa un dígito y EA es un número de dos dígitos. ¿Cuál es el valor de B + D si

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