Empresa acusada de prejuicios étnicos en las contrataciones

Las disparidades evaluadoras no equivalen necesariamente a racismo

Observa el actor Mort Sahl que algunos periódicos podrían informar de un enfrentamiento nuclear entre Estados Unidos y Rusia con los siguientes titulares: EL FIN DEL MUNDO: PRINCIPALES VÍCTIMAS, LAS MUJERES Y LAS MINORÍAS. Sarcasmos e hipérboles aparte, el sacrificio y el trato doble de los grupos, con intención o no, están en la base de muchas noticias. Se ha escrito abundantemente sobre el porcentaje de estudiantes afroestadounidenses que hay en universidades de prestigio, de la proporción de mujeres que ocupan puestos directivos, del índice de diputados hispanos en los parlamentos. Lo extraño es que la forma de las acampanadas curvas estadísticas normales tiene a veces consecuencias inesperadas en estas situaciones. Una ligera divergencia entre las medias de diferentes grupos de población se acentúa en los extremos de las curvas, y estos extremos reciben a menudo una atención exagerada en la prensa. De este hecho se han sacado otras conclusiones, algunas relacionadas con temas de política social, por ejemplo los programas de ayuda a las minorías y los planes de empleo. El asunto es delicado y mi intención no es hacer dudosas reivindicaciones, sino aclarar algunos puntos matemáticos.

A modo de ejemplo, supongamos que dos grupos de población varían en una dimensión, verbigracia la estatura. Aunque no nos hace ninguna falta, sigamos suponiendo e imaginemos que las respectivas estaturas varían de manera normal, es decir, en forma de campana (véase el diagrama adjunto). Ahora bien, aunque la estatura media de un grupo sea sólo ligeramente superior a la estatura media del otro, los del grupo más alto serán mayoría entre los muy altos (el extremo derecho de la curva) y los del grupo más bajo serán mayoría entre los muy bajos (extremo izquierdo de la curva). Y esto es así aunque el grueso de los componentes de ambos grupos sea aproximadamente de estatura media. Por ejemplo, si el grupo A tiene una estatura media de 1,72 m y la del grupo B es de 1,70 m, es posible (según la variabilidad exacta de las estaturas) que el 90% de los que rebasan los 2,30 m proceda del grupo A. En términos generales, cualquier diferencia entre dos grupos se acentuará siempre mucho en los extremos.

De estas sencillas ideas pueden usar y abusar personas de muy distintas convicciones políticas. A mí, como ya he dicho, sólo me interesa señalar algunos aspectos matemáticos de una historia muy complicada. Pondré otro ejemplo con un caso esquematizado hasta cierto punto. Muchas personas envían una solicitud de trabajo a una gran empresa. Unos son mejicanos y otros coreanos, y la empresa se sirve de una sola prueba de evaluación para decidir qué empleo dar a quién. Por los motivos que sea (buenos o malos, justificables o no), supongamos que, aunque los puntos de ambos grupos estén normalmente repartidos, con variabilidad parecida, los de los solicitantes mejicanos están ligeramente por debajo de la media de los puntos de los coreanos.

La jefa de personal de la empresa advierte las pequeñas diferencias entre el término medio de los grupos y observa con satisfacción que hay tanto mexicanos como coreanos en la muchedumbre de posiciones de la franja media. Sin embargo, le desconcierta la preponderancia de coreanos merecedores de los relativamente escasos puestos de importancia, para los que se exige una puntuación elevadísima en el examen de evaluación. La jefa de personal hace averiguaciones y descubre que casi todos los destinados a los puestos inferiores, también relativamente escasos, y que se han asignado a los solicitantes en cuestión por la baja puntuación obtenida en la prueba, son mejicanos. Podría sospecharse que ha habido racismo, pero este resultado podría ser también una consecuencia imprevista del funcionamiento mismo de la distribución normal. Paradójicamente, si la jefa de personal baja el listón de acceso a los empleos de nivel medio, en realidad acabará aumentando el porcentaje de mejicanos en la categoría inferior.

Pequeñas diferencias en la parte central conducen a grandes diferencias en los extremos.

La verdad es que los grupos tienen diferencias en lo que respecta a la historia, los intereses, los valores culturales y una maraña de variadísimos aspectos imposible de desenredar. Estas diferencias son la identidad del grupo y lo que permite que se pueda hablar de un cúmulo de personas como un grupo. Ante estas desigualdades sociales e históricas, no debería asombrarnos por tanto que las puntuaciones alcanzadas en algunos exámenes esquemáticos sean también diferentes en la franja media y, de manera mucho más acentuada, en los extremos de la distribución de las puntuaciones. (Muchas de estas explicaciones son válidas aun en el caso de que la distribución no tenga la forma normal de campana). Estas disparidades estadísticas no son necesariamente síntoma de racismo o de discriminación étnica, aunque es indudable que a veces lo son. Se podría y debería discutir si las pruebas en cuestión son válidas para el fin que se persigue, pero nadie debería sorprenderse cuando las curvas normales se comportan con normalidad. Ya que estoy en vena pontificadora, permítaseme reincidir diciendo que la unidad básica en que se apoya nuestra sociedad, en realidad cualquier sociedad liberal («en realidad» es un indicio infalible de que se avecina algo importante), es el individuo, no el grupo; creo que debería seguir así.

Aparte de tener unos principios cuestionables, es imposible articular esquemas de estricta representación. Ilustraré este punto con otro experimento imaginario. Pensemos en una empresa, Industrias PC, que opera en una comunidad que es negra al 25%, blanca al 75%, homosexual al 5% y heterosexual al 95%. Ni la empresa ni la comunidad saben que sólo el 2% de los negros es homosexual y que lo es también el 6% de los blancos. Con objeto de formar un grupo de trabajo de mil personas que refleje fielmente la comunidad, la empresa contrata a 750 blancos y 250 negros. Sin embargo, así sólo habría 5 negros homosexuales (el 2%), mientras que blancos homosexuales habría 45 (el 6%), 50 en total, el 5% de todos los empleados. A pesar del celo de la empresa, los empleados negros aún podrían acusarla de discriminar a los homosexuales, puesto que entre los empleados negros sólo sería homosexual el 2%, no el 5% de la comunidad. Los empleados homosexuales podrían afirmar igualmente que la empresa ha sido racista, porque este grupo sólo sería negro al 10%, no al 25% de la comunidad. Los heterosexuales blancos podrían formular quejas parecidas.

Para completar la reducción al absurdo, hágase la prueba con otros grupos: hispanos, mujeres, incluso noruegos. Es probable que también sus miembros se crucen a varios niveles desconocidos.[10]

Las personas se identificarán con intensidad variable con los diversos grupos a que pertenecen (y cuya definición ya es vaga de por sí). En estas diversas secciones e intersecciones es muy improbable que haya uniformidad de historiales y aprendizajes. Es inevitable que aparezcan disparidades estadísticas.

El racismo, la homofobia y todas las demás formas de odio colectivo tienen ya suficiente presencia real sin que tengan que ser nuestra primera deducción espontánea ante estas disparidades.