Se desconocen las víctimas iraquíes

Cifras de referencia en la guerra, la crisis y la economía

Los artículos carecen a menudo de esas cifras que permitirían al lector ponerlos en perspectiva. Esto es particularmente cierto en época de guerra, cuando la perspectiva escasea.

Recuerdo, por ejemplo, varias estimaciones que se hicieron sobre las bajas militares iraquíes durante la guerra del Golfo Pérsico. Debajo de titulares inconcretos aparecían píldoras informativas con pocas cifras y menos análisis. Se hacía muy poco por averiguar la cantidad de bajas, pero las estimaciones más repetidas calculaban entre 40.000 y 80.000 soldados iraquíes muertos y una cantidad indeterminada de heridos. No hace falta (a mí no me la hace) sentir ninguna simpatía por Saddam Hussein ni por su sórdido régimen para sobrecogerse ante esas cifras. Iraq tiene 18 millones de habitantes, aproximadamente el 7% de la población de Estados Unidos. La pérdida equivalente en nuestro ejército sería de 570.000 a 1.140.000 soldados muertos, donde la segunda cantidad es el doble del total de soldados estadounidenses que estaba entonces en la zona. No hay duda de que cualquiera de los cien mil reporteros que cubrían la guerra habría podido expresar estas cantidades, que durante el conflicto se rumoreó eran mucho más elevadas, y ponerlas en perspectiva. Dichas cantidades habrían sido más informativas que el número de misiones aéreas, cifra exacta pero relativamente insignificante que se recitaba como un ensalmo casi cada hora. La llamada niebla de guerra explica parte de la pobreza de la información (la ineficacia de los misiles Patriot en la defensa de Israel, por ejemplo), pero no toda.

Algo parecido sucedió durante la guerra de Vietnam, la cantidad aproximada de vietnamitas que sucumbían muy pocas veces aparecía en la prensa y en términos generales sigue sin saberse. Murieron 58.000 estadounidenses y se calcula que perecieron entre 2 y 2,5 millones de vietnamitas (de una población de unos 65 millones). La cantidad exacta se desconoce y tal vez sea imposible de conocer. Los estadounidenses desaparecidos en acción (DEA) durante aquella guerra fueron unos 2.000, mientras que se estima que los vietnamitas desaparecidos fueron alrededor de 200.000. A modo de comparación, hubo unos 8.000 estadounidenses DEA en la guerra de Corea y cerca de 80.000 durante la segunda guerra mundial. Pero el tema de los DEA nunca se politizó en estas guerras.

El tema de las cantidades de referencia (o por aproximación) va más allá de la guerra. En los más modestos conflictos civiles, por ejemplo, el acuerdo sobre ciertas cantidades básicas permite a veces establecer un terreno común. Lo que creo en realidad es que estas cifras adquieren una importancia mucho mayor en sociedades plurales, donde no se viven tan colectivamente como en sociedades más homogéneas una cultura, una historia y unos mitos comunes. En cualquier caso, estas cifras deberían figurar en los reportajes generales o por lo menos deberían aparecer periódicamente en las noticias contemporáneas.

Pensemos en las incontables noticias sobre los discursos de Khalid Abdul Muhammad. Este personaje y otros han afirmado que la esclavitud causó la muerte de 600 millones de afroamericanos, y nadie ha desmentido esta afirmación, a pesar de que las enciclopedias dicen que la cantidad total de esclavos trasladados al Nuevo Mundo estuvo entre 8 y 15 millones. Una consulta igual de elemental habría echado por tierra la absurda afirmación del dirigente de Nación del Islam Louis Farrakhan, que dice que el 75% de los esclavos norteamericanos estaba en manos judías. A comienzos de la guerra civil estadounidense, los judíos representaban el 0,22% de los sureños (20.000 entre 9 millones) y el 0,26% de los propietarios de esclavos (5.000 entre 1,9 millones).

Estas observaciones sirven también para asuntos más mundanos. Si el Chicago Tribune informase, por ejemplo, de que dos afinadores de pianos murieron en circunstancias misteriosas el año pasado, necesitaríamos saber el número aproximado de afinadores de pianos que hay en la ciudad para calcular el significado potencial del hecho. ¿Qué convincentes suposiciones habría que hacer para llegar a una estimación sensata de dicho número?[6]

El inconveniente de incluir números redondos en las noticias es que pueden fosilizarse e inmunizarse ante las revisiones. La revista Spy publicó un breve informe sobre las estadísticas que afirman que hay un millón de estadounidenses afectados de sida. Citaba artículos aparecidos entre 1985 y 1993 en periódicos de gran tirada, todos los cuales repetían la cantidad en cuestión. En marzo de 1994, el New York Times admitió la naturaleza extrañamente estática de esta cantidad en un artículo sobre las dificultades de concretarla: el largo periodo de incubación, las cuestiones tocantes a la intimidad, las definiciones cambiantes.

Leer un titular abstracto, SE ESPERAN MUCHOS MÁS CASOS, sobre cualquier enfermedad o situación debería suscitar algunas preguntas que me parecen lógicas. Si se me permite hacer una metapregunta, ¿cuáles podrían ser algunas de estas preguntas?[7]

Los artículos sobre economía ganan cuando incluyen ocasionalmente oportunas estimaciones de referencia (aunque también aquí pueden exagerarse). Si el tema es la economía nacional, por ejemplo, mencionar que el PIB anual es aproximadamente de 6 billones de dólares sirve para orientar al lector. Saber que el presupuesto está alrededor del billón y medio, que los planes de ayudas se llevan más de la mitad del presupuesto, que la deuda nacional llega casi a los 4 billones de dólares, que el déficit presupuestario es de 0,3 billones, esto es, 300.000 millones, puede ser utilísimo.

Además, estas cantidades deberían, dentro de lo que cabe, cotejarse con otras que se aprecian de un modo más directo. Por ejemplo, se calcula que el coste de las intervenciones económicas del Estado en las cajas hipotecarias se ha elevado a 500.000 millones de dólares (incluidos los intereses acumulables con el tiempo). Esto se traduce en 2.000 dólares para cada hombre, mujer y niño que habita en Estados Unidos (también acumulables con el tiempo). Daría asimismo para unos 12 millones de Mercedes, 20 millones de Volvos, 30 millones de Mazdas o 100 millones de coches de la Europa del Este. O, dado que el precio de la onza de oro está alrededor de 350 dólares y que la anchura de Estados Unidos es de unos 15 millones de pies (unos 5 millones de metros), 500.000 millones de dólares darían también para comprar un lingote transcontinental que pesara unas 6 libras el pie (pasando por alto la subida de precio que produciría la empresa). Si curváramos este lingote como un arco iris de 2.400 kilómetros de altura, que brotara del Capitolio y pasara por encima de las praderas del Medio Oeste y el punto de Phoenix donde Charles Keating tiene las oficinas centrales de su frustrado imperio de cajas hipotecarias, este arco de oro pesaría casi cuatro libras por pie (casi 2 kilos cada 30 centímetros). Harían falta diez años para gastar 500.000 millones de dólares a razón de 1.585 dólares por segundo, pero si este ritmo de gasto se diera sólo durante las horas comerciales, harían falta más de 40 años para gastar todo el dinero.

Por citar un ejemplo más inquietante, la UNICEF informa de que todos los años mueren millones de niños por causas tan asombrosas como la rubéola, el tétanos, infecciones respiratorias y diarrea. Los dos últimos grupos de enfermedades causaron en 1990 en todo el mundo, respectivamente, ocho y seis veces más defunciones que el sida, según la School of Public Health de Harvard. Estas enfermedades pueden evitarse con una inversión de 1,5 dólares en vacunas, 1 dólar en antibióticos o 10 centavos de sales rehidratantes que se toman disueltas en agua. La UNICEF calcula que bastarían 2.500 millones de dólares (que irían a parar mayoritariamente al personal y a la organización) para salvar la vida de estos niños y mejorar la salud de muchísimos más.

Otro problema sanitario casi invisible para cuya desaparición basta la buena voluntad es la clitoritomía. La mutilación del clítoris es una lamentable práctica que todavía se cultiva con profusión en amplias partes del mundo. (Yo declaro culpable al imperialismo cultural). Cuando estuve en Kenia con el Cuerpo de Paz se me invitó a presenciar el procedimiento con la misma naturalidad con que en Estados Unidos se me habría podido invitar a una confirmación católica o un bar mitsvá judío.

Como es lógico, estas comparaciones suscitan preguntas sobre los parámetros de equivalencia, pero a casi todos suelen atraemos las noticias «humanas» y aburrimos las «numéricas» como la del escándalo de las cajas hipotecarias. En última instancia, la diferencia entre las dos es engañosa.

Mientras no encontremos formas mejores de animar los temas complicados y de conservar la calma en épocas de crisis, el coste para nosotros seguirá estando muy por encima de 500.000 millones de dólares.