Quién es noticia y programas de ortografía y gramática
Al igual que el contenido de las noticias, la frecuencia de informaciones sobre diversos personajes noticiables tiene también una estructura de pirámide invertida. Los personajes-noticia importantes producen muchas más noticias que los carentes de importancia. Esta afirmación aparentemente vacía indica que identificamos a los personajes-noticia importantes con los frecuentes. Pues sea.
¿Cuáles son los principales quiénes de quienes leemos tal y cual, y cuyos esto y lo otro nos incitan a preguntar qué, cuándo, dónde, por qué y por qué no? (Con perdón). En primera plana y en la primera sección de un periódico norteamericano, el personaje-noticia número 1, el Quién que va primero, es sin lugar a dudas el presidente de Estados Unidos. También son vacas sagradas de la noticia los candidatos a la presidencia, los diputados del Congreso y otros funcionarios nacionales. Escribe Herbert Gans en Deciding What’s News [Decidir qué es noticia] que el 80% de las noticias nacionales de los telediarios afecta a estas cuatro clases de personas; casi el 20% restante de las noticias nacionales se dedica a los otros 260 millones de ciudadanos estadounidenses. Según Gans, menos del 10% de todas las noticias son sobre abstracciones, objetos o sistemas.
Los periódicos suelen tener un espectro temático más amplio, aunque, según un estudio, casi el 50% de las fuentes de las noticias nacionales y extranjeras de la primera plana del New York Times y el Washington Post es la propia administración del Estado. Los hombres mencionados en primera plana, sea cual fuere el contexto, son amplia mayoría. Las mujeres, sin embargo, aparecen con frecuencia creciente y, según una organización que está al tanto, recibieron en 1994 el 25% de todas las menciones, una subida notable después del 11% de 1989.
¿Y los extranjeros? La frecuencia informativa sobre los Quiénes foráneos tiene la misma estructura de pirámide invertida; lo que ocurre es que, desde nuestra perspectiva, las pirámides son mucho menores. Oímos hablar de jefes de estado o presidentes de gobierno, de jefes de partidos o fuerzas de la oposición, y de vez en cuando de otras personas. La masa no existe. La regla periodística que dice «un estadounidense igual a cinco ingleses igual a 500 ecuatorianos igual a 50.000 ruandeses» varía con el tiempo y la circunstancia, pero contiene una verdad innegable: los estadounidenses, como el resto de la humanidad, se preocupan menos de unas partes del mundo que de otras. En consecuencia, hay muchas regiones del planeta donde no tenemos corresponsales, una situación que algunos dirigentes políticos locales fomentan a menudo. A fin de cuentas, lo único que puede hacer la CNN es volver más precario el gobierno de estos dirigentes.
Otro motivo de que la estructura de los personajes-noticia sea una pirámide invertida es que los periodistas, como es lógico, se dejan arrastrar hacia donde se cuece la noticia y este lugar, a escala nacional, es Washington D. C. A escala estatal y municipal, las noticias proceden, respectivamente, del parlamento local y del ayuntamiento. El mundo empresarial, como está descentralizado, es casi invisible. (Esto explica, por ejemplo, que casi nunca se mencionen los 12 millones de dólares que cobra el presidente de Equitable Life Insurance, aunque sólo sea porque dicha cifra es casi la cantidad total que cobran nuestros senadores por serlo: 100 senadores, a 138.000 dólares por cabeza). Se ven más los núcleos empresariales que se identifican con lugares, Wall Street, Hollywood, Detroit. Como ya no se identifica con la cerveza, mi patria chica de Milwaukee sólo es noticia nacional cuando se produce allí un delito particularmente horrible o un desastre natural; esto es válido para casi todas las demás ciudades de Estados Unidos.
La estructura de la pirámide invertida va más allá del ámbito periodístico. La encontramos también en el lenguaje, por ejemplo. En cualquier página escrita en, inglés, la palabra que más veces se repite es el artículo the (el, la, lo) y por eso se dice que ocupa el primer lugar de la clasificación; el lugar de la preposición of (de), de la conjunción and (y) y de la preposición to (a, para) es el 2, el 3 y el 4, respectivamente. La ley de Zipf dice que la frecuencia de una palabra en un texto escrito es inversamente proporcional al lugar que ocupa en la clasificación. En concreto, Zipf señalaba que la frecuencia f de cualquier palabra es la recíproca del producto de su lugar l por el logaritmo del número de palabras P que tiene el idioma. Es decir, f = 1/[1 × log(P)]. Leyes como ésta, que se dan en muchos otros comportamientos humanos, podrían emplearse, por ejemplo, para distinguir la música de los sonidos demasiado aleatorios o demasiado ordenados (con un exponente de l distinto de uno).
No conozco ningún estudio sobre la existencia de una ley semejante a la de Zipf para la frecuencia de aparición de un personaje-noticia concreto según el lugar que ocupa en la clasificación, pero no es descabellado suponer que hay alguna relación. Si existe, el presidente de la nación sería el equivalente del artículo the en la prensa de Estados Unidos. Es posible que también pueda construirse la fórmula capaz de describir la frecuencia de aparición de los países extranjeros en la prensa estadounidense, en cuyo caso cabría cuantificar asimismo lo dicho sobre el protagonismo relativo de estadounidenses, ingleses y otras nacionalidades. Resulta interesante señalar que si con estas leyes deducidas de la de Zipf trazamos una curva en un gráfico de escala logarítmica, nos salen rectas inclinadas hacia abajo que sugieren la forma de una pirámide invertida. No es ningún gran descubrimiento, pero da gusto que las matemáticas corroboren nuestras observaciones de sentido común, en este caso sobre los personajes-noticia y las pirámides invertidas.
Quisiera terminar con un pequeño experimento mío que es muy parecido a la cuestión de la prensa y el lenguaje. Muchos procesadores de textos vienen equipados con programas de corrección gramatical o de corrección ortográfica, pero las únicas pifias («A. piafas, B. pífanos, C. piltrafas») que pescan los segundos son tan brutas que la persona que las comete necesita más ayuda de la que le puede proporcionar la máquina. A pesar de todo, jugando con ellos se puede adquirir lustre y sapiencia («A. sablazo, B. sardina, C. conciencia»). Los programas de corrección gramatical, más avanzados, ofrecen en pantalla una serie de estadísticas relacionadas con el pasaje que se analiza: número de letras por palabra, cantidad de palabras por frase, número de frases por párrafo, porcentaje de preposiciones, frecuencia de palabras utilizadas, frecuencias de la voz pasiva, etc.
A pesar de su naturaleza rudimentaria, pueden ser de alguna ayuda a la hora de uniformar el estilo de un escrito dado. Es lo que yo hice. Después de determinar las características gramaticales de unas cuantas noticias de prensa (cuya prosa sencilla es relativamente fácil de imitar), redacté un artículo que las reflejaba sintácticamente. Sin prestar atención al contenido, me limité a ensartar giros habituales, temas conocidos, muletillas socorridas y expresiones impactantes, todo ello con la frecuencia debida y la extensión propia del caso. Si se leía muy aprisa, el escrito parecía periodismo puro. Lo titulé TORNADO MATA CINCO DE GOLPE. Con un software más potente e inteligente, invirtiendo más tiempo en la edición del texto y dándole una mano de coherencia superficial, se podría percibir fácilmente el eco (musical, no semántico) de muchos artículos serios.