Mi corazón latía con fuerza mientras nos adentrábamos hacia la oscuridad. Nuestras zapatillas resbalaban sobre el suelo liso y húmedo. El agrio olor a moho me estaba asfixiando.

—¡Eh! —grité cuando mi hermana me cogió del brazo.

—Mira, ahí está esa luz —dijo en voz baja.

Los intensos destellos procedían de la parte trasera de la cueva.

Avanzamos juntos un poco más. Nuestros pasos resonaban en la cueva. El aire estaba cada vez más caliente.

—Es… es un túnel —tartamudeé.

El camino fue estrechándose hasta que llegamos a un pronunciado desvío que conducía hacia una nueva dirección. Sin duda nos acercábamos al lugar de donde procedía la luz.

Tragué saliva.

Avancemos un poco más —propuse.

Terri se quedó atrás.

Este túnel me asusta —confesó con voz entrecortada.

Oí un suave sonido a lo lejos.

Ahora que hemos llegado hasta aquí no podemos detenernos —dije intentando persuadirla.

Nos adentramos en el túnel siguiendo la luz y con la cabeza agachada. Podía oír el goteo de agua cerca de mí. El aire se volvía cada vez más denso.

El túnel seguía serpenteando. De repente se ensanchó y llegamos a una amplia bóveda circular.

Me detuve al oír de nuevo aquel ruido extraño, como el suave batir de unas alas. Cada vez era más intenso.

—¿Qué será ese sonido? —preguntó Terri. Su voz penetrante resonó en la cueva.

Antes de que pudiera responder, el aleteo se transformó en un ruido ensordecedor.

—¡Nooooo! —Mi grito quedó ahogado por un horrible rugido.

Alcé la mirada a tiempo para ver que el negruzco techo de la cueva se estaba desprendiendo e iba a caer encima de nosotros.