Ahogué un grito de espanto.
No había tiempo de echarse a correr.
Un haz de luz apareció entre los árboles. Detrás venía el doctor Hawlings, corriendo entre la alta hierba. Llevaba una linterna en una mano. La luz me deslumbró, luego enfocó a tía Benna.
¿Llevaba el doctor Hawlings mía pistola? ¿Algún arma? No alcanzaba a distinguirlo y, a decir verdad, prefería no averiguarlo.
Cogí a mi tía del brazo y tiré de ella. Quería correr, escapar al interior de la selva.
Pero mi tía se negó a moverse. Parecía que el miedo o la sorpresa la habían dejado petrificada.
El padre de Kareen corría hacia nosotros, respirando ruidosamente. A pesar de la escasa luz, vi la sonrisa de placer que se dibujaba en su rostro.
—Buen trabajo, Kareen. —Le dio una palmada en el hombro—. Sabía que si ayudabas a Mark a escapar, él nos conduciría directamente hasta su tía.
Cogido aún al brazo de mi na, miré a Kareen indignado. Me había engañado. Había fingido que era mi amiga, pero desde el principio había disimulado para ayudar a su padre.
Kareen me devolvió la mirada durante unos instantes. Luego bajó los ojos.
—¿Por qué me has engañado? —exigí——¿Por qué lo has hecho, Kareen? Alzó la vista y me miró. —Papá necesita la magia de la selva— respondió en voz baja.
—¡Me has mentido! —grité—. No tenía más remedio —dijo Kareen—. Si tu padre necesitara tu ayuda, ¿qué harías tú?
—Has hecho lo que debías, Kareen —la tranquilizó el doctor Hawlings.
Enfocó la linterna en el rostro de tía Benna. La obligó a taparse los ojos.
—¿De verdad pensabas que podrías esconderte para siempre, Benna? —preguntó en voz baja.
—Yo… lo siento —le dije a mi tía—. Es culpa mía. Yo…
—No. —Tía Benna me apoyó la mano en el hombro—. No es culpa tuya, Mark. Es culpa mía. Tú no sabías nada de esto. Tengo miedo de haberte metido en un buen lío.
—Un buen lío. Tenlo por seguro —dijo el doctor Hawlings entre dientes, acercándose a tía Benna—. Quiero conocer el secreto de la magia de la selva. Revélame el secreto, Berma, dime cómo surte efecto, y te prometo que tú y tu sobrino podréis salir de la isla enteros.
¿Enteros?
Aquello no me gustaba nada.
Mientras el doctor Hawlings miraba a mi tía, saqué la cabeza reducida del bolsillo con disimulo. «Usaré la magia de la selva —decidí—. Usaré la magia para salir de este atolladero».
Alcé la cabeza despacio frente a mí, abrí la boca para pronunciar la palabra secreta, pero al final me detuve cuando vi la mirada de tía Benna.
Me hablaba con los ojos, me indicaba que no lo hiciera.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó el doctor Hawlings, volviéndose irritado hacia mí—. ¿Qué estás haciendo?
—No les digas nada, Mark —me suplicó na Benna—. No les reveles la palabra secreta.
Bajé la cabeza reducida.
—No lo haré —le susurré.
—No te preocupes, papi —dijo Kareen, sin dejar de mirarme—. Yo conozco la palabra, Mark me la dijo. Es…