Volví a pronunciar su nombre y me acerqué a la puerta abierta de la cabañita. Oí pasos en su interior, vi un destello de luz y oí un grito de sorpresa.
En el umbral apareció un farol. Dirigí los ojos a la pálida luz amarilla y luego los alcé para ver a la mujer que sostenía el farol.
Era bajita, muy bajita. Sólo un palmo más alta que yo, y algo rechoncha. Tenía el liso pelo negro recogido en una cola. Al resplandor del farol, vi que llevaba unos pantalones anchos caqui y una chaqueta de safari del mismo color.
—¿Quién hay ahí? —Alzó el farol delante de su rostro.
—¿Tía Benna? —grité mientras me acercaba—. ¿Eres tú?
—¿Mark? ¡No puedo creerlo! —exclamó. Vino hacia mí corriendo, balanceando el farol en la mano. La luz brincaba por las altas hierbas, haciendo danzar las sombras. Me envolvió con un abrazo—. ¿Mark? ¿Cómo me has encontrado? ¿Qué estás haciendo aquí? —Tenía la voz aguda y gorjeante y hablaba muy deprisa, atropellándose.
Me apartó de ella para verme la cara.
—¡Pero si no te habría reconocido! ¡Cómo has cambiado desde que tenías cuatro años!
—Tía Benna, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunté sin aliento—. Todos están tan preocupados…
—¿Cómo has venido a Baladora? —inquirió, apretándome el hombro con la mano libre y sujetando el farol en lo alto con la otra—. ¿Qué haces tú en la selva? ¿Cómo has llegado hasta aquí? —volvió a gritar.
—He-he utilizado la magia de la selva —tartamudeé.
Abrió los ojos como platos. ¿Sorprendida? ¿Temerosa?
De repente, me di cuenta de que no me estaba mirando a mí.
—Hola. ¿Quién hay ahí? —preguntó tía.
Benna quedamente, alzando el farol hacia los árboles.
Kareen salió a la margen del claro. Debido a mi entusiasmo, no me había dado cuenta de que se había quedado atrás.
—Es Kareen —le dije a mi tía—. ¿Conoces a Kareen? ¿La hija del doctor Hawlings?
Tía Benna ahogó un grito y me estrujó el hombro.
—¿Por qué la has traído hasta aquí? ¿No te das cuenta…?
—Todo va bien —dijo enseguida Kareen—. Estaba muy preocupada por ti. Por eso seguí a Mark.
—Me ha ayudado —le expliqué a tía Benna—. Kareen me ayudó a escaparme del doctor Hawlings y de Carolyn. Sin ella no habría conseguido atravesar la selva.
—Pero-pero —balbuceó tía Benna—. ¿Le has explicado lo de la magia de la selva?
—¡Sólo he venido a ayudar! —insistió Kareen—. Papá está preocupado por ti. Él…
—¡Tu padre quiere matarme! —gritó tía Benna con enojo—. Por eso tuve que escapar. Por esto tuve que dejarlo todo a mis espaldas y esconderme en la selva. —Dirigió a Kareen una mirada fulminante. Su rostro tenía una expresión tensa y dura a la luz amarillenta del farol.
—Kareen es de fiar —le aseguré—. Sólo quiere ayudar, tía Benna. En serio.
Mi tía se volvió hacia mí.
—¿Carolyn y Hawlings te trajeron hasta aquí?
Asentí.
—Sí. Querían que yo te encontrara. Carolyn me dio esto. —Saqué la cabeza reducida del bolsillo de mi camiseta. Ya no brillaba—. Me dijeron que yo poseía la magia de la selva —continué—. No sabía a qué se referían. Pensaba que estaban chiflados. Entonces, cuando me interné en la selva para buscarte, descubrí que sí la poseía.
Tía Benna asintió.
—Sí. Así es, Mark. Yo te la transmití cuando fui a verte hace tantos años. Te hipnoticé y te transferí la magia de la selva para que estuviera a buen recaudo.
—Sí. He leído tu cuaderno —asentí—. He leído por qué decidiste transmitírmela. Pero no explicaba nada sobre qué era la magia de la selva…
—Es una poderosa fuerza —respondió mi tía, bajando la voz—. Es una poderosa fuerza que hace lo que tú quieres, convierte en realidad todos tus deseos.
La tristeza embargó sus ojos.
—Pero ahora no podemos hablar de ello —me dijo en un susurro—. Aquí corremos peligro, Mark. Mucho peligro.
Empecé a responder, pero oí crujidos y chasquidos entre los árboles. ¿Pasos?
Los tres nos volvimos hacia el ruido.
Para mi sorpresa, Kareen empezó a correr por la hierba. Se había llevado las manos ahuecadas a la boca.
—¡Aquí, papá! —gritaba—. ¡Aquí! ¡He encontrado a Benna, papá! ¡Date prisa!