—¡Nooooo! —gemí aterrorizado.
Brillando incesantemente, rodeada de una misteriosa luz amarilla, la cabeza me sonrió de forma burlona y sus feos ojos oscuros despidieron chispas.
Empecé a dar manotazos en la colcha. Luché por salir de la cama, pero las sábanas se me enredaron en las piernas y me caí al suelo estrepitosamente. ¡Patam!
—¡Nooooo! —grité. Temblaba tanto que apenas conseguí ponerme en pie.
Al levantar la vista, descubrí que la espeluznante cabeza se elevaba sobre la cómoda, flotaba en el aire y avanzaba hacia mí como un cometa luminoso.
—¡No!
Me tapé la cara para protegerme.
Cuando volví a mirar, la cabeza reducida brillaba sobre la cómoda. ¿Habían sido imaginaciones mías? Daba igual. Salí corriendo de la habitación.
_¡La cabeza! ¡La cabeza! —grite—. Esta brillando. ¡La cabeza brilla!
Jessica salió precipitadamente cuando pase pitando ante la puerta de su habitación.
—Mark, ¿qué pasa? —preguntó.
No me entretuve en contestarle. Seguí corriendo por el pasillo hacia la habitación de mis padres.
—¡La cabeza! —gimoteé. Estaba tan aterrorizado que no sabía lo que hacía.
La puerta estaba cerrada, pero abrí sin llamar. Mamá dormía boca arriba en un lado. Papá estaba fuera aquella semana, en viaje de negocios, pero mamá seguía durmiendo en su lado de la cama.
Cuando irrumpí en la habitación, se sentó en la cama y dio un grito de espanto.
—¿Mark?
Corrí a su lado.
—Mamá, la cabeza reducida se ha puesto a brillar. —Hablaba a gritos, con un tono agudo y chillón—. Está brillando ¡y me ha sonreído!
Mamá se levantó y me dio un cálido y tranquilizador abrazo, pero yo no podía dejar de temblar. De repente, me sentí como si volviera a ser un niño pequeño.
—Mark, has tenido una pesadilla —me dijo con voz suave mamá. Me pasó la mano por el pelo, como siempre hacía cuando yo era pequeño.
—Pero, mamá…
—Sólo eso, una pesadilla. Respira hondo. Estás temblando como una hoja.
Me aparté de ella. Yo sabía que no se trataba de una pesadilla, porque aún estaba totalmente despierto.
—Ven a verlo —insistí—. Date prisa.
La empujé para que saliera al pasillo. Una luz se encendió en la habitación de Carolyn y la puerta se abrió.
—¿Qué pasa? —preguntó aún soñolienta. Llevaba una larga camisa de dormir de color negro.
—Mark dice que la cabeza reducida está brillando —le explicó mamá—. Creo que ha tenido una pesadilla.
—¡No, no es verdad! —grité enojado—. ¡Ven, ya verás!
Empecé a tirar de mamá por el pasillo, pero me detuve cuando vi la preocupada expresión de Carolyn. Unos minutos antes, estaba soñolienta, pero ahora tenía los ojos abiertos como platos y no los despegaba de mí.
Me alejé de ella y estuve a punto de tropezar con Jessica.
—¿Por qué me has despertado? —inquirió Jessica.
La aparté de un empujón y llevé a todo el mundo a mi habitación.
—¡La cabeza brillaba! —grité—. ¡Y me ha sonreído! Mirad. ¡Ahora veréis!
Irrumpí en mi habitación y me acerqué a la cómoda.
La cabeza había desaparecido.