17

El pasadizo daba al cementerio; lo cual era a la vez bueno y malo.

Bueno, porque tenían que llegar precisamente al cementerio si deseaban escapar a través de la puerta interdimensional oculta en el sepulcro de la bruja.

Y malo porque los cadáveres que permanecían bajo tierra seguían escarbando para salir a la superficie.

Los tres amigos corrieron hacia el sepulcro de la bruja cuando algo los detuvo. Una mano esquelética salió por sorpresa entre la hojarasca que cubría el suelo y apresó el tobillo de Sally.

—¡Socorro! —gritó Sally mientras aquella mano descarnada comenzaba a arrastrarla bajo tierra.

Adam y Watch se precipitaron en su ayuda. Por desgracia, el esqueleto no había perdido su fuerza pese a la desintegración de su tejido muscular. Aquel cadáver estaba muy fuerte y los dos amigos no conseguían liberar a Sally de aquella inflexible garra siniestra que la aferraba.

La pierna derecha de la niña desapareció bajo tierra hasta la altura de la rodilla, y Sally enloqueció de terror.

Adam la cogió por los brazos y muy pronto se vio también él arrastrado.

—¡No me sueltes! —suplicó Sally.

—¡No lo haré! —le prometió Adam—. ¡Watch!

—¿Qué?

—¡Haz algo! —suplicó Adam.

—¿Qué puedo hacer? —preguntó Watch.

—Coge uno de esos palos —le indicó Adam, refiriéndose a las numerosas ramas muertas que había esparcidas por todo el cementerio—. Húndelo junto a la pierna de Sally, tal vez consigas confundir a esa maldita mano. Y de paso haz palanca.

—No estoy tan delgada como para que me confunda con un palo —protestó Sally, quien luchaba con todas sus fuerzas por mantenerse en la superficie.

Adam estaba perdiendo la batalla contra aquel monstruoso cadáver.

Unos pocos segundos más y Sally se reuniría con el esqueleto en su ataúd.

—¡Date prisa! —urgió Adam a Watch.

Watch encontró una gruesa rama y la hundió en el agujero que se abría más y más en el suelo a medida que se iba tragando a Sally.

El problema era que Watch intentaba hacer lo que Adam le había sugerido en medio de aquella oscuridad y la tierra sólo estaba húmeda en la superficie, de modo que le resultaba muy difícil colocar la rama bajo el pie de su amiga. Por fin consiguió su objetivo. Sally lanzó un grito de dolor. Watch le había rozado la pierna con la rama. —¡Cómo duele!— se quejó Sally.

—Ser devorada por un esqueleto seguramente sería mucho más doloroso —dijo Adam.

—Y ser cocidos vivos en un caldero con agua hirviendo duele todavía mucho más —replicó Sally—. ¿Te suena? —Y empezó a animar a Watch, que continuaba luchando con la criatura subterránea—. ¡Por favor, soltadme!

—Sería de gran ayuda que no me distrajeras —le dijo Watch.

Sally se hundió todavía más en la tierra y Adam estuvo a punto de perderla.

—¡Adam! —gritó ella desesperada.

—¡Sally! —exclamó Adam igualmente aterrorizado.

—Si me quieres —le suplicó ella—, mete la pierna en el agujero. Tal vez te prefiera a ti.

—No creo que te quiera tanto —murmuró Watch al observar que Adam no hacía el menor movimiento—. Sólo tenéis que aguantar un poco más. Creo que… ¡Sí! Ha mordido el anzuelo. Está cogiendo el palo. ¡Sally, saca la pierna del agujero!

—¡Será un placer! —exclamó Sally con alivio.

En el momento en que la criatura esquelética dejó libre el tobillo de Sally, Adam pudo soltarla a su vez, completamente exhausto.

Mientras Sally se incorporaba, los dos amigos intentaron sacudirle la tierra de la ropa y las piernas, pero ella les apartó las manos con firmeza.

—En este momento mi última preocupación es la pinta que tengo. —Y a continuación dijo, volviéndose hacia la sepultura—: ¿Cómo pasaremos a través de la tumba?

—Será mejor que demos muy pronto con esa respuesta —dijo Watch, mirando por encima del hombro en dirección al castillo en ruinas—. Tenemos compañía.

Era verdad.

El caballero negro se acercaba.

Y le acompañaba la bruja.