—¡Estupendo! —exclamó Sally unos minutos más tarde, mientras volvían a subir la colina en dirección a la casa de Adam—. Nos mantiene en vilo, llenos de entusiasmo y excitación, mientras esperamos que nos revele el gran secreto y entonces nos despide con un estúpido acertijo.
—¿Entusiasmo? —preguntó Adam—. Yo creía que no te interesaba la Senda Secreta.
—Soy humana y puedo cambiar de opinión —replicó Sally, y dirigiéndose hacia Watch, que se había mantenido en silencio desde que Bum les despidiera, preguntó—: ¿No estás decepcionado?
—Todavía no —respondió Watch.
Sally le detuvo con un gesto.
—No estarás tratando de descubrir el significado del acertijo, ¿verdad?
—Por supuesto que sí —reconoció Watch arrugando el entrecejo.
—Pero si no tiene sentido —insistió Sally—. ¿Cómo vamos a seguir la historia de la bruja que fundó este pueblo? Murió lo menos hará doscientos años. Y de todos modos… es absurdo. Una vida no es lo mismo que una línea trazada en el suelo. No puedes seguir una vida como si se tratara de una senda.
—Esa parte del acertijo es sencilla —dijo Watch, y se volvió hacia Adam—. ¿Has aclarado algo?
Adam había estado tratando de dar con el significado del acertijo desde el momento en que Bum lo planteó. Sin embargo, se había abstenido de hacer el menor comentario, hecho un mar de dudas y temiendo que cualquier cosa que dijera pudiera hacerle quedar como un tonto. Según su criterio, Watch era el más inteligente de los tres.
Cuando por fin se decidió a responder la pregunta de Watch lo hizo en voz baja.
—Estaba pensando que seguir su historia significa seguir sus pasos, adónde fue durante su vida —dijo Adam.
—Eso es ridículo —exclamó Sally.
—Puede que tengas razón —dijo Watch—. Es la única explicación posible. Lo que me desconcierta es qué puede haber de especial en los sitios a los que fue la bruja.
—Tal vez los sitios no son tan importantes como el orden que siguió al visitarlos —reflexionó Adam—. Tal vez la Senda Secreta esté delante mismo de nuestros ojos, como los números de la combinación de una cerradura. Pero hay que averiguar cuáles son y en qué orden van. Sólo entonces se abrirá la cerradura.
Sally les miró con una expresión de asombro.
—No puedo creer lo que oigo. Los dos pensáis que sois Sherlock Holmes. Bum sólo ha querido tomarnos el pelo. Lo único que busca es que le llevéis otro bocadillo y entonces os planteará otro estúpido acertijo. Y continuará haciéndolo para que lo alimentéis todo el verano.
Watch no le hizo caso y se concentró en las ideas que había expuesto Adam.
—Creo que tienes razón, Adam —dijo impresionado—. La senda debe estar delante de nuestros ojos. Lo que importa es la secuencia, dónde hay que dirigirse en primer lugar, en segundo lugar, en tercer lugar… Tratemos de imaginar cuál fue el primer sitio. ¿Dónde nació Madeline Templeton?
—No lo sé —respondió Adam—. No había oído hablar de ella hasta esta mañana.
Watch se volvió hacia Sally.
—¿Tú sabes dónde nació?
Sally continuaba enfurruñada.
—Creo que todo esto es estúpido —dijo, y tras una pequeña pausa, añadió—: En la playa.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Watch, sorprendido.
—Existe una antigua leyenda que cuenta que Madeline Templeton fue traída a tierra por una bandada de gaviotas durante una noche de tormenta —les explicó Sally—. Es más, se supone que cayó del cielo precisamente en el sitio donde nos hemos encontrado con Bum. —Hizo una mueca de incredulidad y soltó—: Claro que hace falta ser tonto para creerse esa historia.
—Pero si tú crees en todo lo demás —replicó Adam.
—Bueno, pero no lo de los nacimientos sobrenaturales —afirmó Sally.
—Tal vez la historia tenga algo de verdad —dijo Watch—. Siempre que el lugar de su nacimiento sea el correcto, lo mismo da si fue su madre o una bandada de gaviotas la que la trajo al mundo. Y si la localización es la que cuenta la leyenda, entonces no tenemos que buscar el punto de partida de la Senda Secreta porque ya hemos estado allí… —Watch se quedó pensativo y tras unos momentos de reflexión prosiguió—: Creo que tiene sentido, al menos para mí. Bum insistió en que nos encontráramos exactamente en ese sitio para revelarme el acertijo. Tal vez supiera que tendríamos problemas para hallar el primer punto de la senda.
—¿Adónde se dirigió luego Madeline Templeton? —preguntó Adam—. ¿Cómo podemos averiguarlo?
—No tenemos que saber al detalle todo cuanto ella hizo —dijo Watch—. Tal como has dicho antes, sólo hay que conocer el itinerario de su vida. Existen tantas historias sobre Madeline Templeton que no debe ser tan complicado como parece a primera vista. Por ejemplo, yo sé que cuando sólo tenía cinco años se metió en el tronco del Derby Tree, un árbol con forma de hongo gigante, e hizo que todas sus hojas se volvieran de color rojo.
—¿Cómo pudo una niña meterse dentro de un árbol? —preguntó Adam.
—No era una niña corriente —le explicó Sally—. Y tampoco se trata de un árbol corriente. Todavía existe, al final de la calle Derby; es un viejo roble con ramas que cuelgan del tronco como si fueran garras. Sus hojas son siempre rojas, en invierno y en verano. Como del color de la sangre. Y tiene el tronco agujereado. En realidad puedes deslizarte dentro por una grieta que hay en él. Lo malo es que si lo haces, se te revuelven los sesos.
—Yo he estado dentro del árbol —dijo Watch—. Y no se me han revuelto los sesos…
—¿Estás seguro? —le preguntó Sally con una sonrisilla traviesa.
—¿Y qué hizo aquella niña? —quiso saber Adam.
Watch reemprendió la marcha hacia lo alto de la colina.
—Hablemos de eso mientras nos dirigimos hacia el árbol. Tengo una idea.