11

La cámara volcánica era tan alta y ancha como la sala de actos del instituto. Había media docena de pequeños estanques de lava incandescente repartidos por la estancia de piedra. Espesas hilachas de vapor se elevaban de la roca líquida, se reunían en el techo de la cámara y formaban una brillante nube de chispas y humo. Cada pocos minutos un géiser minúsculo surgía de uno de los estanques de roca fundida y salpicaba la roca negra que los rodeaba. El lugar era ardiente como un horno. Los tres amigos podían ver claramente sin necesidad de usar la linterna, pero aquel discreto resplandor rojizo ejercía un efecto extraño sobre ellos. Tenían la sensación de haber muerto y haber ido a parar a un destino maligno. Sally dijo lo que todos estaban pensando.

—Espero que en este lugar no haya demonios.

—Yo no creo en los demonios-aseguró Cindy rápidamente.

—Después de esta noche, mejor será que creas en cualquier cosa-reflexionó Sally, frotándose un arañazo de sangre que tenía en la mejilla—. Me alegro de haber podido huir de esos murciélagos. Creo que eran vampiros.

—¿Qué otra especie podría haber en Fantasville? —dijo Adam, limpiándose los rasguños de brazos y piernas. Tenía una docena de pequeñas heridas, aunque ninguna grave. Los murciélagos se habían ensañado con Cindy. En la oreja izquierda tenía arios mordiscos. Adam no tuvo más remedio que admirarla. A pesar de que la sangre le manaba de la oreja en abundancia, Cindy no se quejaba.

La luz que se desprendía de los pequeños estanques de lava incandescente les permitía ver con claridad, pero el humo les dificultaba la respiración. Los tres tosían sin parar y la sed era ya un problema acuciante. Después del ataque de los murciélagos, estaban más aún deshidratados. Adam advirtió que las chicas se tambaleaban y él tenía verdaderas dificultades para poder fijar la vista. Además, comenzaba a dolerle la cabeza. Hizo una seña hacia la cámara.

—Exploremos este recinto sin perder tiempo. Si no encontramos nada que pueda servirnos de ayuda, regresaremos de inmediato a la cueva.

—Pero en la cueva están los murciélagos-protestó Sally.

—Creo que no tenemos otra alternativa-resolvió Adam. —De todas formas, es probable que se hayan ido. Tal vez ya no volvamos a encontrarnos con esas bestias.

—Si nos sorprenden fuera de aquí estaremos perdidos-apuntó Cindy, estaremos perdidos.

—Me has quitado la palabra de la boca-dijo Sally.

Hacia solo unos minutos que estaban inspeccionando la cámara volcánica cuando descubrieron un extraño conjunto de cuatro líneas en la pared más alejada. Hacían la forma de una gran puerta rectangular. Y estaban grabadas en la piedra. La línea inferior comenzaba unos veinte centímetros por encima del suelo y corría paralelo al mismo. La línea superior se encontraba a unos dos metros por encima de ellos. Se trataba de una puerta de grandes dimensiones, tal vez destinada al uso de enormes criaturas. Pero no era en realidad una puerta, sino cuatro líneas trazadas sobre la pared de piedra negra, semejantes al dibujo de un cavernícola. Se miraron extrañados.

—Alguien hizo este dibujo en la roca-anunció Adam.

—¿Para qué? —preguntó Sally.

—No tengo ni la más remota idea-dijo Adam.

Sally extendió la mano y rozo con cuidado las ranuras de bordes afilados. Tenían un par de centímetros de profundidad, eran rectas, sin imperfecciones. La roca volcánica de la cámara era muy dura, por lo que resultaba evidente que para trazar aquellas líneas habían contado con una herramienta poderosa.

—La persona que hizo este dibujo no estaba simplemente garabateando-dijo Sally—. Podría tratarse de una especie de puerta. Una entrada a algún otro lugar.

—Pero no tiene bisagras-le recordó Cindy—. Ni tampoco pomo.

—Las puertas interdimensionales no necesitan bisagras ni pomos-informó Sally—. Adam y yo hemos tenido algunas experiencias de este tipo. Cuando atravesamos la Senda Secreta.

Adam asintió.

—Aquella puerta nos condujo a un mundo de pesadilla. Me pregunto si con esta pasará lo mismo… si supiéramos como demonios se abre.

Cindy habló con firmeza.

—Ya estamos en un mundo de pesadilla. Si podemos abrir esta puerta, creo que deberíamos hacerlo.-Comenzó a toser y tuvo que hacer una pausa para continuar. Su voz era débil y seca—. Necesito beber un poco de agua.

—A mí tampoco me vendría mal un gran vaso de ginger ale-dijo Sally. Miró a Adam—. ¿Se te ocurre algún conjuro especial para abrir esta puerta?

Adam sacudió la cabeza.

—Cuando estábamos en la Senda Secreta tuvimos que caminar de espaldas por el sepulcro para que funcionara.

—En realidad no fue así-corrigió Sally—. Primero tuvimos que hacer un recorrido por todo el pueblo siguiendo un orden determinado.-Se detuvo—. Aunque si quieres probar caminando hacia atrás, yo estoy de acuerdo.

Los tres intentaron la técnica que tan buen uso les había dado en el sepulcro. Sin embargo acabaron golpeándose la cabeza contra la dura roca. Adam no parecía muy dispuesto a volver a intentarlo.

—El sudor nos cae a chorros incluso cuando estamos quietos-dijo—. Si no salimos pronto de este lugar, perderemos el poco líquido que aún nos queda en el cuerpo.

—Pero el túnel de la cueva no lleva a ninguna parte-protestó Sally—. Tenemos que intentarlo con esta puerta.

—¿Y qué sugieres que hagamos? —se limitó a preguntar Adam.

Sally alzó los brazos.

—Pues no lo sé. Déjame intentarlo. Vosotros podéis ir a sentaros junto a la grieta del túnel, donde hace más fresco. Adam, por favor, dame sólo diez minutos.

—Pero ni un minuto más-le advirtió Adam—. Perderás el conocimiento si te quedas más tiempo.-Mientras se enjugaba el sudor que le cubría el rostro, echó un vistazo a la lava incandescente que bullía en el suelo. —Me pregunto si esas horribles criaturas vienen por aquí alguna vez.

Era una pregunta muy interesante.

Aunque tal vez equivocada.

Adam se alejó con Cindy hacia la grieta que comunicaba con el túnel. Se sentaron del lado de la cueva. La temperatura seguía siendo elevada, pero al menos no era como estar dentro de un horno. Ambos se miraron, preguntándose cuál de los dos tenía peor aspecto. El pelo rubio de Cindy estaba completamente cubierto de hollín. La sangre de la oreja le había manchado la blusa blanca. Tenía los labios agrietados y comenzaban a sangrar. Sus ojos parecían tan cansados que daba la impresión de no haber dormido en una semana.

—¿Crees que saldremos de aquí? —preguntó Cindy un momento después.

Adam suspiró.

—No lo sé…Quizás haya una salida en el siguiente recodo del túnel, aunque también es posible que los túneles de la cueva alcancen kilómetros. Sin embargo, hemos estado caminando por el subsuelo de Fantasville durante las últimas horas y dudo que las cuevas continúen por debajo del océano. Por ese motivo estoy convencido de que llegaremos al final del camino, de un modo u otro.

—¿Quieres decir que la cueva podría terminar en una pared? —preguntó Cindy.

—O en el patio trasero de alguien. Todo es posible.

Cindy no parecía muy convencida.

—Pero no sabemos de nadie que tenga una entrada a una cueva en su patio trasero.

Adam asintió a regañadientes.

—Eso es verdad. Si la cueva tiene una salida dentro del pueblo, se encuentra en un lugar desconocido.

Cindy sacudió la cabeza con una expresión de profunda tristeza mientras jugueteaba con la linterna. No tenían necesidad de encenderla, ya que, a través de la grieta, se filtraba luz suficiente. Pero en cuanto se alejaran de ese lugar, la linterna sería su única fuente de luz. Adam calculó que las pilas no durarían más de una hora.

—Todo es culpa mía-dijo Cindy—. Yo os obligue a entrar en la cueva.

—Tú no me obligaste a hacer nada. Yo quise venir.

Cindy sonrió débilmente.

—Te agradezco que digas eso, Adam, pero creo que a ti te empuje más que a nadie. Simplemente di por sentado que me acompañarías. Y así lo hicisteis.-Hizo una pausa—. ¿Por qué?

Adam se encogió de hombros.

—Pensé que sería una aventura interesante.

—Ya has vivido un montón de aventuras interesantes desde el primer día que pisaste Fantasville.-Hizo otra pausa—. ¿Acaso viniste porque creías que si no lo hacías yo pensaría que eres un cobarde?

—No-contestó de inmediato. Y luego añadió—: Tal vez.

Cindy se echó a reír.

—Jamás podría pensar eso de ti, Adam. Eres la persona más valiente que he conocido en mi vida.

—¿De veras?

Era muy agradable oír eso de boca de Cindy.

Cindy le tocó la rodilla.

—Por supuesto. ¿Qué otra persona hubiese nadado en un mar infestado de tiburones asesinos y luchado contra fantasmas y trolls?

—Sally.

Cindy hizo una mueca y dijo:

—Sally es una chica muy rara. Sabes. Yo no la odio, sólo me gusta fastidiarla. Sé cuáles son sus puntos flacos, y no resisto la tentación de utilizarlos para provocarla.

—Creo que tú también le importas. ¿Has visto cómo arriesgó su vida en el pozo para salvarte de la lanza de ese monstruo?

Cindy asintió.

—Sólo espero que nadie tenga que volver a salvarme.

Tal vez aquélla no fuese la frase más acertada.

Especialmente si tenían en cuenta el lugar donde estaban sentados.

Adam no supo qué sucedió justo un minuto después. Naturalmente, la obscuridad les rodeaba por completo. Todo lo que se halla bajo tierra está sumido en negras sombras. Pero, por un instante, pareció como si una negrura aún más intensa surgiera de las profundidades. La silueta se deslizó desde uno de los lados y asumió rápidamente una forma imprecisa. Adam distinguió un rostro peludo, dientes amarillos, una mirada sobrenatural… aunque no era más que una mancha en la oscuridad. Antes de que pudiera reaccionar, la sombra cayó sobre Cindy. La cubrió con su oscuridad y luego se retiró vertiginosa hacia las sombras. Cindy ni siquiera tuvo tiempo de gritar. Y a Adam no le quedó ninguna posibilidad de salvarla.

Cindy había desaparecido.

El monstruo se la había llevado.