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Tenían dos linternas, de modo que la cueva no estaba completamente a oscuras. Los haces de luz reflejaban sus rostros desolados. Pero en el interior de la cueva todo rastro de luz se había extinguido. La cueva los había atrapado. Y no había motivo alguno para creer que los dejaría salir. Los tres permanecieron durante algunos minutos junto a la entrada sellada, sin apenas mirarse. Finalmente, Adam pareció despertar. Él era el hombre, se dijo, el responsable de que la situación no se les fuera de las manos y cayeran el abatimiento.

—Tal vez haya otra salida-aventuró.

—No-dijo Sally, con la vista fija en el suelo.

—¿Cómo estás tan segura? —insistió Adam—. Tenemos que inspeccionar la cueva.

—No quiero-dijo Sally. Hizo un gesto por encima del hombro—. Podrían comernos.

—Bueno, no podemos quedarnos aquí sentados sin hacer nada.-Adam también miraba el suelo—. Tal vez podríamos cavar para intentar salir.

Sally dio unos golpes en el duro suelo.

—Necesitaríamos dinamita. ¿Has traído algún cartucho?

Adam también golpeó el suelo con la mano. Haría falta maquinaria pesada para poder perforarlo.

—No-dijo. —Olvidé traer dinamita.

—No entiendo cómo pudo haber pasado-dijo Cindy. Su rostro estaba pálido.

—Esto es Fantasville-recordó Sally. —Nada de lo que sucede en este pueblo tiene explicación lógica. Lo mejor que puedes hacer aquí es no meterte en líos-añadió en voz alta—. Como alguno de nosotros pretendía hacer.

—Fuiste tú la que…-comenzó a decir Cindy.

—Basta ya de peleas-las interrumpió Adam—. No tenemos tiempo para tonterías. —Dio unos pequeños golpes en su linterna—. Nos estamos quedando sin pilas. Si no encontramos un salida antes de que se agoten, nunca podremos salir de aquí.

Sally se sentó y miró a ambos con dureza.

—Si no os importa, me gustaría llevar una de las linternas.

—La mía ni hablar-se apresuró a decir Cindy.

—Iremos los tres juntos-resolvió Adam—. Da igual quién lleve las linternas.

—Muy bien-asintió Sally—. Entonces dame la tuya.

—No-respondió Adam.

—¿Por qué no? —preguntó Sally—. Puedo utilizarla tan bien como tú. Dámela.

—¿Por qué quieres una linterna? —le preguntó Cindy.

—Porque me da miedo la oscuridad, lista-contestó Sally—. Todos los chicos que hemos nacido en Fantasville le tenemos miedo a la oscuridad. ¿Para qué necesitas tú la linterna? ¿Para retocarte el maquillaje?

Adam le alcanzó su linterna.

—Toma. Aquí tienes la mía, pero apágala. Mantendremos encendida solo una linterna para ahorrar energía.

—Yo la llevaré apagada-dijo Cindy, mirando a Sally que asintió sumisa—. Porque tienes miedo.

Sally sonrió.

—Tú también deberías tenerlo.

Lejos de ellos, en las profundidades de la cueva, se oyó nuevamente un ruido sordo e inquietante. Sólo que en ésta ocasión sonó claramente como un gruñido, como el quejido amenazador de una criatura enorme y hambrienta. El sonido retumbó en sus oídos una eternidad antes de desvanecerse en un silencio más espeso que la sangre que se les había helado en las venas. Por fin, Adam tragó con dificultad e hizo una seña en dirección al sonido.

—Debemos ir en esa dirección. Es el único camino para salir de este lugar. Comenzaron a descender por el túnel, esta vez a gatas. Tenían verdadero pánico a resbalar por la traicionera superficie porque de ser así corrían el riesgo de perder las linternas. Las bombillas se romperían y ya no distinguirían qué habría delante de ellos o que peligros les acechaban por la retaguardia.

Llegaron al punto donde antes habían decidido dar la vuelta y tuvieron que hacer acopio de valor para cruzar esa frontera imaginaria. Una vez superado ese límite, los tres fueron conscientes de que ya no podrían regresar. Se movían al unísono, fuertemente agarrados.

—Me pregunto qué estará haciendo Watch en este momento-musitó Cindy.

—Irá de camino a su casa-dijo Sally. —Seguro que está tratando de inventar una excusa que contar a nuestros padres.

—Podría estar yendo en busca de ayuda-propuso Cindy—. A lo mejor vienen a rescatarnos. Adam, tal vez deberíamos quedarnos cerca de la entrada.

Sally sacudió la cabeza.

—Las autoridades de Fantasville jamás buscan o rescatan a la gente. Tienen lugar demasiadas desapariciones. Lo consideran una pérdida de tiempo. Además, perdimos a la mitad de nuestro cuerpo de policía el año pasado.

—¿Qué sucedió? —preguntó Cindy.

Sally se encogió de hombros.

—Nadie lo sabe.

—Tal vez Watch ha decidido buscar ayuda en otra parte-dijo Adam.

—¿Y a quién podría acudir? —preguntó Sally.

—A Bum, por ejemplo-apuntó Adam. Luego añadió: —Incluso es probable que vaya a ver a Ann Templeton.

Sally se echó a reír.

—Preferiría encontrarme cara a cara con ese monstruo que habita las profundidades de esta cueva antes que esperar a que esa maldita bruja mueva un dedo para rescatarnos.

La criatura debió de oír las palabras de Sally, porque volvió a lanzar un escalofriante gruñido. Sin duda, sólo un ser hambriento, incluso furioso, podría emitir aquel sonido. Tal vez les saldría al encuentro, esperando saludarles y luego comérselos uno a uno. Los tres se miraron y Sally apenas si pudo mover la cabeza. Se estaba arrepintiendo de lo que acababa de decir, pero tal vez ya fuese demasiado tarde.