II

En el campo de enfrente, hacia donde daba la pista de béisbol, estaban entrenando los Jaguars. Pude ver a Dylan, que también había vuelto de su refugio. La noticia de la detención de Harry el Sucio y Bob Patiño había corrido rápido.

También vi a los australianos Mark y Mike, y a Cuautie, habituales cómplices de Bob y Harry, que estaban en libertad. Tal vez ellos no tuvieran nada que ver o la policía todavía no había encontrado pruebas que los inculparan.

En el vestuario, después de ducharme, me crucé con Dylan y con Markus. Me saludaron y Dylan me acompañó hasta la puerta.

—Te quería agradecer por lo que hicieron vos y tus amigos.

No estaba mal llevarse bien con Dylan y, sobre todo, con el grandote de Markus.

—También me enteré de que expulsaron a Louise. Es una injusticia. Habría que hacer algo.

Lo puse al tanto de nuestros planes y al comienzo, no parecía muy convencido. No le gustaba la idea de tomar la escuela. No obstante, quedó en venir con Markus y con Sylvia y Lorrie, quienes según Dylan eran amigas de Lou. Yo nunca las había visto juntas ni intercambiarse más que alguna frase al pasar. Dylan debía conocer más a las chicas que yo. Y a Lou.

Me aclaró que, más allá de nuestra ayuda, a Pablo no lo podía ni ver.

—Ahora Lou sale con él. No soporto a ningún tipo que ande con Lou.

Nos despedimos en la puerta del vestuario y yo me fui al salón de lectura, donde había unas compus con conexión a Internet. Chequeé el correo. Además de un mail de mi mamá, otro de Patri, otro de Sharon pidiendo que le tradujera no sé qué para mi tío, había un mail cortito de Lou. Ver escrito «Louise Kashpaw» en mi webmail era como recibir una ola de felicidad y nervios a la vez. Su mail decía: «Ariel, llamame cuando puedas, Lou». Busqué un teléfono público en el pasillo que llevaba a la biblioteca y la llamé. No fue un diálogo largo, más bien fue un largo silencio mechado de dos o tres frases. Quedamos en vernos a las seis en la entrada al jardín botánico de Washington Park.