Pablo debe de ser el único tipo que para poder entrenar tiene que pasar primero por la biblioteca. Mientras nosotros nos dirigíamos al campus donde estaban los otros chicos, él se encerró en el edificio de enfrente. Reapareció una hora más tarde, justo cuando empezábamos a practicar el bodycheck, un movimiento del juego que consiste en desestabilizar al contrario con un golpe del cuerpo. Si no estás preparado para recibirlo, te hace ver las estrellas y sentir en estéreo el ruido de tus huesos rotos. Después, Ji-Sung nos puso a acunar la pelota, es decir, movíamos el stick en el aire mientras trasladábamos la bola. Cerca de las once, hicimos un descanso.
—Vengan, que les quiero leer algo. Fui a la biblioteca a buscar material sobre el lacrosse y encontré algunas cosas interesantes en la Wikipedia y en otros sitios.
Nos sentamos en semicírculo sobre el césped con Pablo frente a nosotros. Cuando estábamos en primer grado, el único que leía de corrido era Pablo. Nos reunía a todos los amigos y nos leía historietas: Calvin & Hobbes, Inodoro Pereyra, Mafalda. A él le encantaba su papel de lector y a nosotros nos divertían las historias que contaba. Diez años después, Pablo volvía a ponerse en ese lugar y lo disfrutaba:
—Los orígenes del lacrosse son inciertos, sólo se sabe que se practicaba mucho tiempo antes de la llegada de los europeos a este continente. Muchas tribus indígenas de América del Norte jugaban a un juego similar al lacrosse, conocido como Guh-Chee-Gwuh por los iroquois, en el que se usaba un palo que tenía una red en un extremo y con el que se lanzaba y atrapaba una pelota de cuero.
»El nombre del juego variaba según las tribus: dehuntshigwa’es en onondaga, que quiere decir “hombre golpeado con un objeto redondo”; tewaarathon o “pequeño hijo de la guerra” en lengua mojawk; da-nah-wah’uwsdi o “pequeña guerra” en cherokee del Este; y baggataway o “el juego del creador” en otras tribus. Por lo general, se jugaba en una extensión de tres a diez millas. Como había una sola pelota, la principal actividad de los jugadores se reducía a lesionar a los contrarios con el palo».
—Tenemos que hacer lo mismo —fue el aporte de Vincenzo.
—Este juego era fundamental en la vida cotidiana de los indígenas, ya que formaba parte de sus creencias. Se lo consideraba un regalo del Creador y tenía un propósito especial: siempre se jugaba por el bienestar de sus practicantes y los otros individuos o tribus. Se lo practicaba en malos tiempos para levantar los ánimos, o curar y prevenir enfermedades, y para los iroquois era una forma de comunicarse con el mundo de los espíritus. A menudo se utilizaba para resolver disputas entre grupos, familias, clanes y tribus cuando el diálogo no prosperaba. Se lo ejercitaba también para preparar soldados fuertes y valientes. Además, cuando se encontraba enfermo un miembro de la tribu, los hechiceros indicaban disputar un partido, y lo mismo para rogar a los espíritus una buena cosecha.
—O sea que mañana es un día perfecto para jugar al lacrosse.
—Sigo. En la versión nativa, cada equipo estaba compuesto por entre cien y mil personas. Los jugadores no llevaban ningún tipo de protección. A modo de arco, muchas tribus usaban una roca grande o un árbol. Debían golpear la pelota, hecha de piel de ciervo, contra el arco previamente designado para que se lo considerara un tanto. Esta clase de encuentros duraban desde la salida del sol hasta el anochecer y podían llegar a jugar dos o tres días seguidos.
»Los primeros jesuitas franceses que llegaron a América se encontraron con este deporte. Parece ser que fueron estos misioneros quienes le pusieron el nombre de lacrosse. Se dice que el palo con el que jugaban los indios les recordaba al báculo que llevaban los obispos y que se llama crosse. Los franceses también llaman crosse al stick del hockey, por lo que el nombre tal vez venga de la expresión le jeu de la crosse».