II

Adelante me senté yo. Thelonius quedó en el medio entre Ezequiel y Pablo. Nos preguntó de dónde veníamos y adonde íbamos. Le contamos la historia de siempre y Ezequiel agregó:

—Tenemos que ayudar a una amiga en apuros.

Katrina no sacaba la vista de la ruta. Manejaba con las dos manos muy agarradas al volante y con el cuerpo levemente tirado hacia delante. Era demasiado pequeña para un auto tan grande. Ese coche no iba con ella. Le preguntamos de dónde venía. Se sonrió amargamente:

—Vengo de Nueva York y estoy volviendo a mi hogar en Amarillo.

Se había ido de su pueblo cuatro años atrás para probar suerte en la Gran Manzana como cantante. No le había ido muy bien. Había tocado en varios tugurios sin demasiado éxito.

—Siempre tocaba a las tres de la mañana. Me usaban para echar a los últimos parroquianos. Cuando yo cantaba, hasta los borrachos se iban.

De Amarillo se había ido sola y en micro. Ahora volvía con su hijo en un viejo Rambler.

—Me cansé de insistir. Vuelvo a la casa de mis padres. Hogar es el lugar al que podés volver sin necesidad de pagar para alojarte.