¿Qué estarán haciendo Vincenzo, Ji-Sung, Viggo y Alexandros?
Pablo miró la hora:
—Se supone que deberían estar en clase de Pensamiento y Filosofía.
Estábamos desayunando en una cafetería a pocos metros del hotel Wichita y del Bada Bing!, que había perdido toda su magia nocturna y parecía un galpón abandonado. Había llovido durante la noche y todo estaba más húmedo y pesado que el día anterior. Comimos los huevos fritos con manteca y tomamos los jugos de naranja a las apuradas. Era miércoles: sí o sí, debíamos llegar a Window Rock.
—No se deben ni imaginar dónde estamos nosotros.
—Yo le mandé un mail a Ji-Sung antes de salir diciéndole que íbamos a Missouri. Con este viaje nos estamos perdiendo las prácticas de lacrosse —se lamentó Ezequiel.
Pablo llamó a la moza para pagarle. Al menos esta vez, había salido barato: doce dólares. Nos levantamos y salimos a la calle. Ahí nomás estaba la ruta 66 esperándonos.
—Che, ¿habrá llegado el viejo de Lou a Missouri?
—¿Habrá sobrevivido el cabo Polonio?
—Si lo hizo, nos debe estar esperando por la ruta 40.
Caminamos bajo el sol que ya comenzaba a quemar fuerte a pesar de que no eran todavía las nueve de la mañana. Iba a ser un día difícil. Por suerte, llevábamos las gorras con visera que habíamos comprado en el mall de Springfield: Ezequiel, una de los Chicago Bulls por Jordan; yo, la de San Antonio Spurs por Ginóbili y Pablo, una de los New York Knicks por Woody Allen. Con el Equi estábamos de acuerdo en que Pablo tenía la cabeza quemada, con gorra o sin gorra.
Nuestra intención era caminar por la ruta hasta Lela y ahí descansar o tomar algún micro con la plata que nos quedaba. Íbamos haciendo dedo, aunque ya nos habíamos acostumbrado a caminar moviendo el pulgar sin resultado. Así seguimos nuestro camino, mientras observábamos los campos con molinos de viento y depósitos grandes como hangares.
Un par de kilómetros fuera de Shamrock, la ruta pasaba por una zona descampada llena de barro por la lluvia de la madrugada. A unos treinta metros al costado de la ruta, en medio del barro, vimos un auto rural grande y viejo. Era un Rambler Cross Country marrón y blanco, que se parecía a uno que había tenido mi viejo antes de que yo naciera. Lo conocía por las fotos de mis padres en Carlos Paz, durante la luna de miel, con ese auto tan sólido como aparatoso.
Pero eso no era lo más sorprendente: sentada sobre el techo del Rambler y con los pies apoyados en el capó, había una chica. En la mano tenía una bolsa de papel de la que sacaba algo que se llevaba a la boca. Nos hizo un gesto para que nos acercáramos. Había mucho barro, así que tratamos de esquivar las partes más cenagosas.
—Se me quedó el auto. ¿No me ayudan a sacarlo?
Para eso estábamos. Con especial cuidado de no embarrarnos más de la cuenta, llegamos hasta el coche. Ella se bajó, se limpió la mano en el jean y la extendió hacia nosotros:
—Katrina Holmes —le dijimos nuestros nombres tomando su mano firme, no como suelen darla las chicas, y agregó—: Ése que está ahí adentro es Thelonius. Es un poco maleducado, así que no creo que responda al saludo de ustedes —miró para el interior del auto—: Ay, no, pobrecito, se durmió.
Thelonius era un bebé que iba sentado en el asiento de atrás en su sillita. Había apoyado su cabeza en un costado y dormía plácidamente. Katrina tenía el pelo muy negro, era menudita y llevaba una camisa cuadrillé y unos jeans gastados que le daban un aire de chica de pueblo texano. Se subió al auto, lo puso en marcha y nosotros empujamos. Con mucho esfuerzo conseguimos que el viejo Rambler saliera del barro y se dirigiera hacia la ruta. Katrina hizo rugir el motor. Sacó un brazo por la ventanilla. Me acerqué y me dio la bolsa con cerezas de la que había estado comiendo. Quedaba todavía bastante. Puso primera y el auto avanzó al ritmo de un tren de carga. Nos quedamos ahí, mirando cómo el auto se iba. Ella nos pagaba la ayuda con una bolsa de cerezas. Peor era nada.
No había hecho cincuenta metros cuando se detuvo. Nos acercamos corriendo.
—¿Hacia dónde van?
—Vamos para el Oeste. Tenemos que llegar a Window Rock.
—Yo voy a Amarillo. Suban.