IV

—Siento mucho dolor cuando cuento la historia de mi abuelo. E indignación, ganas de rebelarme, de gritar las injusticias —dijo Lou.

—¿Y qué pensás hacer con esos afiches?

—Pegarlos por toda Missouri. Mi abuelo llega mañana al mediodía a la prisión. Vamos a organizar una sentada en la entrada de la cárcel.

—¿No es peligroso? —pregunté.

—No me importa. Pero hay algo que quería preguntarles.

—Contá con nosotros. En mi país nos especializamos en cortar calles, así que tenés tres especialistas —dije.

—La barricada cierra la calle pero abre el camino —agregó Pablo—. No es mía la frase, es del Mayo francés.

Yo pensé: «Por qué no le confesás que el poema para Lou lo escribió el poeta francés». Me contuve.

—Además, les decimos a los chicos y vienen todos. Vincenzo está acostumbrado a hacer manifestaciones contra la Liga Lombarda.

—No, no es necesario comprometerlos. Vamos a ir los integrantes de mi familia y de una asociación de defensa de los derechos civiles. Además, Springfield queda a 300 millas de acá. Yo voy en auto con mi mamá. Lo que yo quería preguntarles es si ustedes saben bastante de informática.

—¿Si somos hackers?

—No tanto. ¿Creen que se puede editar el archivo de un video chat como para borrar una de las imágenes?

—Sí. Por lo menos se puede recortar la imagen o taparla.

—Yo tengo guardado un video chat en donde está la clave de los crímenes y su posible autor. Si recortamos algunas partes y dejamos sólo lo que interesa, tal vez podamos mandarlo anónimamente a un fiscal y quién sabe. Quizás esta vez…

—Lo tenés en tu compu.

—Ése es el problema. Después del asesinato me asusté y mandé el CPU de la computadora a lo de mi abuelo.

—¿Tu abuelo Leonard?

—No, tonto. Mi abuelo Nector Kashpaw, en la reserva navaja. En Window Rock, Arizona. Es el único lugar del mundo en el que me siento segura. Ya que mañana voy a Missouri, pienso después seguir hasta Window Rock. Ojalá llegue a tiempo y no intenten asesinar al otro profesor de química.

—¿Cómo sabés quién es el próximo?

No lo dijo, sin embargo agregó:

—El hijo de ese profesor confía menos en mí que yo en la justicia norteamericana.

—Lou —le pedí—, decinos al menos cuál es la razón de que quieran matar a tres profesores de química de la escuela.

Lou miró a la distancia buscando algo y lo encontró.

—Miren ese cartel. Allá, a la derecha. Todas estas muertes son por eso.

Miramos: era un cartel gigante de gaseosa.

—Una auténtica estupidez: todo por obtener la verdadera fórmula de la Coca-Cola.