El sueño americano
La historia de Leonard Peltier no comienza en 1944 con su nacimiento en Grand Forks, Dakota del Norte. Empieza muchos años atrás. En la historia de un estado en guerra contra una cultura, en el exterminio sistemático de los que habitaban originalmente el territorio de América, tanto en Estados Unidos como en la Argentina, México, Colombia o Chile.
Peltier creció en la Reserva Chippewa de Tourtle Mountain, en la casa de sus abuelos. Sus padres habían tenido doce hijos y no resultaba fácil educarlos a todos. Leonard no fue un gran estudiante y, al no obtener la beca para la Escuela de Artes de Santa Fe, Nueva México, abandonó los estudios después de noveno grado. Su destino, como el de la mayoría de los indios norteamericanos, era ser un trabajador no especializado con sueldos de miseria. A mediados de los ‘60, junto con un primo pudo abrir un negocio de repuestos de autos en Seattle. No estaba tan mal, teniendo en cuenta su origen. Él también podría haber aspirado al sueño americano de una familia, una casa, un auto. Pero la situación de sus hermanos de sangre seguía siendo muy precaria y él no pudo ser indiferente.
Fort Lawton
A fines de los años ‘60 comenzó a militar en el Movimiento Indio Americano (AIM) y su bautismo de fuego fue la ocupación en 1970 de Fort Lawton, un predio estatal que el gobierno federal había abandonado. Una ley norteamericana otorga a los indios el derecho prioritario de reclamar tierras que han sido abandonadas por agencias federales. Peltier y sus amigos fueron golpeados y brevemente encarcelados. Sin embargo, al final, Fort Lawton se convirtió en un centro cultural indio.
El abuelo de Lou no era Gandhi. Tampoco un delincuente o un asesino. Sin embargo, por su lucha por los derechos de los indios tenía que soportar que cada tanta lo acusaran de distintos delitos o trataran de comprometerlo injustamente en alguna causa.
Pine Ridge
Hacia 1973 en Pine Ridge, Dakota del Sur, el pueblo indio de la nación Oglala-Lakota estaba sometido a un indígena llamado Dick Wilson, un antiguo plomero que había llegado al poder a partir de manejos turbios. Pine Ridge era un lugar marcado por la tragedia. Ahí había ocurrido la matanza de Wounded Knee, donde, en la Navidad de 1890, la caballería estadounidense masacró a trescientos hombres, mujeres y niños.
Con el apoyo del FBI comenzó una política de terror contra aquellos indios que criticaban su proyecto o querían mantener su identidad india. Para llevar a cabo su política autoritaria, Dick Wilson armó una fuerza parapolicial: los GOONS, los Guardianes de la nación Oglala-Lakota. Esta fuerza asesinó en tres años a alrededor de doscientas cincuenta personas sin que el gobierno federal investigara. Intimidaban, destruían propiedades, asesinaban.
El creciente «Reino del terror» a principios de 1975 hizo que el Consejo de Ancianos de Pine Ridge llamara al movimiento en el que militaba Peltier pidiéndoles protección. Entre los que fueron en ayuda estaba Leonard Peltier, que armó junto con otros una pequeña «ciudad de tiendas» en la propiedad de la familia Jumping Bull, cerca de Oglala, esperando defenderlos de la discriminación, la pobreza y las actividades criminales de su líder tribal.
Acusados
En la noche del 26 de junio de 1975, dos agentes del FBI ingresaron a la «ciudad de tiendas». Violaron las leyes de ingreso a una propiedad con la excusa de que buscaban a un indio que había robado unas botas usadas. A los pocos minutos se inició un tiroteo del que participaron más de ciento cincuenta agentes SWAT del FBI, policías del Bureau of Indian Affairs (BIA), y los GOONS. Peltier ayudó a un grupo de adolescentes a salir del área.
El resultado fatal del tiroteo fue la muerte de dos agentes federales y la de un indio. Peltier pudo huir y estuvo escondido durante meses hasta que fue a Canadá. Arbitrariamente, fue acusado de la muerte de los dos agentes federales (nadie nunca investigó la muerte del indio), junto a otros tres habitantes de Pine Ridge. Uno de ellos, el supuesto ladrón de botas, ni siquiera había estado ese día en la reserva, así que fue declarado inocente. La justicia de Iowa consideró también inocentes a los otros dos acusados. El FBI no estaba dispuesto a que ocurriera lo mismo con el cuarto inculpado.
Pruebas falsas
El gobierno enfocó todos sus esfuerzos en Leonard Peltier. Primero, cambiaron la jurisdicción de Iowa a Fargo, Dakota del Norte, y el juez Paul Benson (designado por el entonces presidente Richard Nixon) se hizo cargo del juicio. Peltier fue extraditado a partir de un falso testimonio de una mujer que dijo ser su novia y estar presente el día del tiroteo. Después ella se arrepintió, confesó que había sido apremiada por la policía. No le permitieron dar nuevo testimonio.
El FBI y los fiscales federales denegaron las solicitudes de la defensa para obtener pruebas tales como informes de balística y otros que hubiesen ayudado a la defensa de Peltier. Era imposible saber de dónde habían venido las balas ese día, así que se inventaron pruebas para que todo quedara reducido a una sola arma que supuestamente manejaba Peltier. El juez Benson negó también a la defensa el derecho de presentar al jurado testimonios acerca de la mala conducta del FBI en el caso. A pesar de que solamente había una prueba circunstancial contra Peltier, fue condenado y sentenciado a dos cadenas perpetuas consecutivas.
La libertad negada
La ley de Libertad de Información, aprobada en 1981, permitió que se hicieran públicas parte de las 18.000 páginas concernientes a los sucesos de Pine Ridge. Seis mil siguen manteniéndose secretas por supuestas razones de seguridad. Pero lo que quedó al descubierto fue suficiente para saber que habían condenado a alguien que no era culpable.
Durante la segunda apelación en 1985, el fiscal declaró en un juicio abierto: «No sabemos quién ha matado a nuestros agentes, sencillamente no lo sabemos». El 11 de octubre de 1986, el 8º Tribunal Superior de Apelaciones declaró: «reconocemos la conducta impropia por parte de algunos agentes del FBI, pero no estamos dispuestos a imputarles ni tan siquiera más incorrecciones».
En abril de 1991, el juez superior del Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos, Gerald Heaney, quien escribió la denegación de 1986, dirigió una carta al Presidente, apoyando la conmutación de la sentencia de Peltier debido a las evidentes irregularidades durante todo el caso. En julio de 1993, el 8º Tribunal Superior de Apelaciones negó otra apelación. Argumentó que no deseaba reconsiderar la extradición ilegal, la tortura mental, la coacción de testigos, el perjurio del FBI, la retención de evidencias exculpatorias, la fabricación del arma del asesinato y la concesión del gobierno, debido a que los cargos no fueron hechos públicos en el momento oportuno.
En una audiencia para la libertad condicional que tuvo lugar en diciembre de 1995, el fiscal, Lynn Crooks, admitió que no existía ninguna evidencia directa contra Leonard Peltier y que el gobierno no tenía evidencias para «recondenarlo» si el caso se juzgase otra vez. La libertad condicional de Peltier fue negada en marzo de 1996. No sólo eso: la justicia norteamericana se niega a considerarla nuevamente hasta 2008.
Mientras tanto, Leonard Peltier lleva más de la mitad de su vida preso. Pero en estos años no ha estado solo. Amnistía Internacional lo considera un preso político y por su libertad han pedido personalidades como Nelson Mandela, el Dalai Lama, Rigoberta Menchú, la Madre Teresa de Calcuta, el Parlamento Europeo, el obispo Desmond Tutu, Robert Redford, Winona Rider, Val Kilmer, Whoopi Goldberg. El escritor Peter Matthiessen hizo un libro sobre él: In the spirit of crazy horse. Una banda de rock, Rage against the machine, le dedicó parte de su obra. Y hasta un cantante vasco, Fermín Muguruza, le hizo una canción: «Leonard Peltier free».