Era un lunes gris. Había llovido toda la noche y cada rincón de Springfield estaba mojado. En la escuela no se hacía otra cosa que hablar del intento de asesinato del profesor Brown. La mayoría de los locales nos consideraban sospechosos, en lugar de entender que con nuestra presencia habíamos evitado que se cometiera otro asesinato.
Lou no apareció por la escuela. Al terminar las clases de la mañana, Viggo y Almudena propusieron ir a la cafetería de Tom. Ya no llovía, pero la humedad le daba a Springfield un aspecto parecido a Buenos Aires.
Yo la vi primero: en la esquina, en diagonal al bar, con una campera de jean, unos pantalones de lona color verde, el pelo negrísimo atado, una mochila colgada y las manos en los bolsillos, estaba Lou. Estaba quieta, no parecía tener intenciones de acercarse a la cafetería. Estuve tentado de levantarme e ir solo hacia ella, pero se la señalé a Pablo con los ojos. Fuimos juntos hasta la esquina. Los demás no dijeron nada, tampoco amagaron a acompañarnos, ni siquiera Ezequiel.
Lou nos dio un beso a cada uno. En la mejilla a ambos. Empezó a caminar en sentido contrario a la cafetería y nosotros con ella.
—Lou, ¿qué tenés que ver con todo lo que está pasando? ¿Dónde está Edwidge?
—Lo más importante es que no haya otro intento de asesinato.
—¿Y vos qué sabés? —pregunté.
—Miren, chicos, es una historia larga. Si les alcanza, les digo que yo no soy responsable de lo que está ocurriendo, pero que desgraciadamente conozco las razones y a los posibles responsables.
—Entonces denuncialos.
—Mirame —y se detuvo. La miré, vivía mirándola desde que la conocí—. Soy india, o aborigen americana como dicen en la escuela. ¿A quién creés que van a creer, a mí o a los hijos rubios de la ciudad?
—Bueno, una cosa es la policía y otra la justicia. Hay jueces, fiscales, qué sé yo. No van a culpar a un inocente.
Se rió.
—La justicia, justamente. Hoy llega mi abuelo a Springfield.
No entendíamos qué tenía que ver lo que veníamos hablando con una visita familiar.
—¿El papá de tu papá?
—No, el papá de mi mamá. Un chippewa.
—¿Y?
—Mi abuelo va a Springfield porque está enfermo.
—«Viene a Springfield» —corrigió Pablo. Me pareció un mal momento para clases de gramática.
—No viene a Springfield, Illinois, va a Springfield, Missouri. Les explico y tal vez empiecen a entender un poco cómo viene la mano en esta ciudad, en este estado, en este país: mi abuelo va a Springfield, Missouri, porque es ahí adonde trasladan a los presos federales cuando se enferman, a la prisión de Springfield.
—¿Tu abuelo está preso?
—Hace veinte años que está preso. Tiene prisión perpetua.
Y agregó:
—Por un crimen que no cometió.