Jugaban siete contra siete. El Equi paró a las Monkeys con un 3-2-1 y mandó a presionar bien arriba. Las Jaguars resultaron ser un equipo más flojo de lo que uno podía suponer. Almudena se hacía un picnic por derecha y por izquierda picando por detrás de las marcadoras locales. En el medio, Banana distribuía el juego como si siempre hubiera sido un cinco habilidoso. Cornelia recuperaba todo lo que se le cruzaba y Milena se proyectaba siempre que podía. Annemarie en el arco era una espectadora privilegiada. Por su parte, en las Jaguars, Lou no daba pie con bola. Las corría todas, pero estaba imprecisa y hasta molesta con la marca de Milena. Igual, la indiecita estaba relinda con esos pantalones cortos y la remera a rayas verdes y blancas.
Las Monkeys se perdieron varios goles, y ya se sabe que los goles que se desperdician en el arco contrario se sufren en el propio. Pero esta vez no fue así porque Cornelia recuperó una pelota en el medio, la alemana se la pasó larga a la gallega y Almudena la clavó abajo. Un lindo gol.
Almudena salió corriendo hacia el banco señalándolo a Ezequiel. Cuando estuvo frente a él, en vez de darle un abrazo como el Colorado Sava con Griguol, o la mano como el Chipi Barihjo con Bianchi, Almudena le estampó un beso en la boca. El Equi se quedó durito como rulo de estatua y, cuando la gallega lo soltó, empezó a dar indicaciones; pero yo, que lo conozco, me di cuenta de que estaba en el planeta Venus. Codificado y todo.
En la segunda mitad las cosas cambiaron. Las Jaguars hicieron dos cambios: entraron Lorrie y Djuna, y el partido fue otra cosa. Se fueron al ataque, y las defensoras comenzaron a pegar en un partido que hasta ese momento no había tenido roces importantes. En la primera oportunidad seria que tuvo Djuna —un pase profundo de Lorrie que la dejó sola frente a Annemarie—, la rubia la mandó a guardar.
El resultado final fue uno a uno y en los dos equipos quedó el sabor amargo de pensar que podían haber ganado el partido.
—Intercambio de camisetas —gritó Viggo. Las chicas hicieron como que no lo escucharon.