2 de marzo de 1881
Jed Rolfe ha venido esta tarde en la diligencia y todo el mundo se congregó a su alrededor para enterarse de lo que había pasado el primer día del juicio. Evidentemente, el aplazamiento se produjo porque, en el último momento, el general Peach decidió oír la causa personalmente, en su calidad de Gobernador Militar, hasta que al fin lo disuadieron de tan absurda ilegalidad, fruto de su estado senil. El general Peach, sin embargo, tomó asiento en la sala del tribunal e interrumpió con frecuencia el juicio para tormento de todos los presentes y suscitando la perpleja cólera del juez Alcock. Peach es, a todas luces, hostil a Blaisedell por alguna razón que no puedo imaginar. ¡Válgame Dios, no pueden declarar a Blaisedell culpable de nada! Pero debo tener presente que en el tribunal de Bright’s City todo es posible.
Si condenaran a Blaisedell, creo que esta ciudad se levantaría como un solo hombre y entraría a caballo en Bright’s City, en rebelión armada, para liberarlo. La opinión pública se ha volcado bruscamente a su favor a la luz de estas últimas informaciones, y sus críticos guardan silencio. La señorita Jessie Marlow ha venido esta tarde a mi tienda con la excusa de comprar unas cintas, pero en realidad para saber si me había enterado de algo más aparte de las noticias que ha traído Rolfe. Como no era así, me he limitado a tranquilizarla, asegurándole que Blaisedell sería absuelto rápidamente. La he visto pálida y abatida, con mal aspecto, muy lejos de su jovial manera de ser, pero me ha agradecido mi lamentable consuelo como si fuera de gran valor.
La ausencia de McQuown de la sala de justicia de Bright’s City ha sido muy comentada. Burne y él pasaron por Warlock el domingo, y se pensaba que iban de camino al juicio. Pero sólo Burne se presentó; de hecho, ha sido el único de San Pablo, aparte de Luke Friendly, que ha hecho acto de presencia. Rolfe ha contado que oyó a Burne y al ayudante Schroeder discutir acaloradamente en las escaleras del tribunal, y que de no haber intervenido el sheriff Keller habría habido algo más que palabras. McQuown tiene sin duda más miedo de que Blaisedell salga absuelto y vuelva, que nosotros de que lo condenen.
4 de marzo de 1881
Buck Slavin, el médico, Schroeder y otros más han vuelto ya. El jurado se ha retirado a deliberar. Han esperado un día más, pero el veredicto sigue pendiente. Se muestran seguros de que Blaisedell saldrá absuelto, y de que la demora se debe únicamente al deseo de los miembros del jurado de cargar en la cuenta del condado tantos banquetes como sea posible. No obstante, los veo algo preocupados por si los indignantes embustes de Luke Friendly llegan a pesar gravemente sobre Blaisedell. Buck está lleno de resentimiento contra el fiscal, Pierce, y por el hecho de que el juez Alcock no lo haya interrumpido más veces.
Al parecer, Pierce trató de inflamar al jurado con la juventud de Billy Gannon, con el hecho de que el mismo tribunal había declarado inocentes a los tres vaqueros hacía menos de un mes, y con la «criminal osadía» de Blaisedell al no hacer caso de dicha resolución y declararse «Juez y Verdugo». Buck dice que el mismo rumor que ha corrido por aquí —el de que Morgan y Blaisedell fueron quienes realmente asaltaron la diligencia y asesinaron a los «inocentes» en un intento de silenciarlos y hacer que la culpa recayera en ellos para siempre— se oye por Bright’s City, a pesar de que no se le concede mucho crédito (Bright’s City no ha sufrido tantos desaguisados de McQuown como nosotros, pero sí los suficientes), pero es evidente que Pierce los ha creído, y han sido sus indirectas e implicaciones en ese sentido las que Buck considera que el juez Alcock habría debido tratar con más firmeza. Y si todos coinciden en que Friendly fue un mal testigo contra Blaisedell, también piensan que Morgan ha dado el mejor testimonio en su defensa; se mostró tranquilo y convincente, no se dejó envolver en las redes de Pierce, y en diversas ocasiones consiguió arrancar estruendosas carcajadas a los asistentes a expensas del fiscal.
Teniendo en cuenta lo que me han dicho, me alegro de no haber asistido al juicio. Pobre Blaisedell; lo compadezco por todo lo que ha tenido que soportar. Pero el proceso se ha llevado a cabo por iniciativa suya, y estoy seguro de que no le habrían imputado cargo alguno si él no lo hubiera deseado. Buck afirma, sin embargo, que él ha sido quien más calma ha demostrado, y en apariencia no se ha sentido agraviado por las arteras acusaciones de Pierce.
¿No es un corazón sin tacha el más sólido peto?
Triplemente armado está quien por lo justo disputa;
y casi desnudo, aunque de acero cubierto,
aquel cuya conciencia se ve por la injusticia corrupta[16].
5 de marzo de 1881
Ayer fue absuelto Blaisedell. Peter Bacon ha llegado esta mañana con la noticia, después de cabalgar toda la noche. Inmediatamente he enviado una nota a la señorita Jessie, expresándole mi complacencia, aunque no he tenido más respuesta que las gracias que mi mozo me ha transmitido verbalmente.
Ahora que Blaisedell ha quedado absuelto y en libertad, no siento ni complacencia ni alivio. Las inicuas declaraciones con que Pierce arengaba al jurado, la injustificable demora del veredicto, las deplorables mentiras de Friendly acerca de lo sucedido en el Corral Acme y todas las maniobras del general Peach[17], deben de haberlo afectado mucho. Acudió al tribunal en busca de absolución, pero sólo ha conseguido un veredicto favorable dictado a regañadientes, incompleto e insuficiente. La resolución oficial, sin embargo, no afectará en nada a nuestro propio dictamen, y sospecho que en días venideros habrá mala sangre entre los hombres de Warlock y los de Bright’s City. Aunque debo admitir que el periódico de Bright’s City ha tratado a Blaisedell en sus columnas y, en especial, en sus editoriales, con gran respeto, y la próxima vez que vea al director, Jim Askew, lo felicitaré por ello.
Desde el punto de vista afectivo, me siento profundamente envuelto en todo esto. Me parece que todos, incluido yo mismo, tenemos intereses en el comisario por la inversión que hemos hecho y por lo que nos jugamos con él. Clay Blaisedell ha suscitado una intensa división a favor o en contra, y eso desde el principio, como puede comprobarse volviendo simplemente la vista atrás. Pero el comisario no es la roca que nos separa, sino sólo un síntoma. No estamos simplemente divididos en dos bandos, el de los vaqueros y los habitantes de la ciudad, como algunos piensan. Sino que estamos escindidos en dos grupos, los que se inclinan al desenfreno y los que tienden a la mesura, los irresponsables y los responsables, los amantes de la paz y los alborotadores y sediciosos por naturaleza; y además en la facción del temor, y del respeto: es decir, respeto hacia uno mismo y hacia todas las cosas decentes. Ésos son los dos polos entre los cuales vibramos, y Blaisedell no ha hecho sino resaltar la distancia entre ellos. Tal vez sea demasiado simple decir que aquellos que se temen a sí mismos y temen al prójimo, temen y odian a Blaisedell, mientras que los que se respetan a sí mismos y al Hombre, lo respetan a él. Pero tengo esto último por una verdad en sentido amplio.
Porque continúan las interpretaciones sobre los hechos que ocurrieron en el Corral Acme, exacerbadas por el tribunal de Bright’s City y los que allí hablaron. Tengo la firme impresión de que no sólo yo, sino todos los habitantes de Warlock, nos vemos personalmente afectados por todo esto, y de que, en cierto modo, la verdad o falsedad del asunto se refleja en todos y cada uno de nosotros. Se esgrimen acaloradamente brillantes argumentos: cuántos disparos, a cuántos pasos, quién estaba situado en tal posición precisa, y así hasta el infinito. De esa forma debieron discutir los eruditos en su época, en los salones de entonces, sobre la cantidad de ángeles que podían bailar en la cabeza de un alfiler.