LA GENTE DEL OTOÑO
Tercera parte

De Andra a Lenna

… En consecuencia, después de tres años y una docena de intentos, me doy cuenta de que esta obra es irrealizable. He renunciado a ella. He pasado un año batallando con un psiquiatra para encontrar una fuente central satisfactoria de las inconsistencias de Billy; he trasladado mi atención a Teddy y he tomado interminables lecciones de técnicas de mimo (que por lo menos me serán útiles profesionalmente); he tratado de reenfocar el período completo a través de los ojos de Derrick. Y he renunciado.

Tu novela no tiene la culpa. Debería haberme percatado desde el principio de que aquella gente se debatía entre las redes de la cultura local y de sus propias personalidades; no representaban, quiero decir, el mundo que se hundía. Sería imposible, creo, recrear un grupo que pudiera representarlo.

Es demasiado fácil caer en la trampa de contemplar la historia en términos de movimiento humano, como si todo lo demás dependiese de éste como si nosotros hiciéramos la historia. Es la historia la que nos hace a nosotros. Los años del Invernadero deberían haberlo demostrado claramente; el Largo Invierno lo hará inevitable. Los años del Invernadero representaron una breve curva descendente en la suerte humana; el Largo Invierno puede comportar un descenso más largo, pero, debido a que estamos mejor preparados, menos profundo.

¿O no son ésas más que experiencias necesarias en la vida de la especie, no picos y valles significativos, sino interrupciones comparables a los chubascos y heladas que hemos aprendido a sobrellevar mudándonos de ropa mientras dura la molestia? En el inmenso trecho de historia que ha de venir, los años de Invernadero costarán poco más que un día irracionalmente cálido…

Lenna guardó la carta entre los documentos que, a su muerte, pasarían a formar parte del archivo universitario, juntamente con las críticas académicas que desaprobaban los intentos de reducir la historia a fugaces miradas por las angostas ventanas de las torres.

Sin embargo, pensó, la novela me proporcionó cierto renombre en el mundo exterior al campus, mucho más amplio que éste, y como yo, a diferencia de la historia, no voy a estar aquí para siempre, es un placer aceptable. Las miradas fugaces, los modestos atisbos humanos, sí son una ayuda, aunque sólo sea para confirmar nuestra confianza en el inamovible coraje.