… Ellos volvieron
Su mirada hacia el Este del Paraíso,
Y contemplaron la que había sido
Hasta entonces su morada feliz,
Bajo la onda de la llameante espada,
Y la puerta cubierta de terribles
Semblantes y de centelleantes armas.
Derramaron, como era natural,
Unas lágrimas, que pronto se secaron;
El mundo se extendía frente a ellos
Para escoger su mansión de reposo,
Mientras la Providencia era su guía.
Cogidos de la mano y con paso
Incierto y tardo, a través del Edén,
Emprenden su solitario camino.
JOHN MILTON, El paraíso perdido, libro XII