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VELASCO, EL VENCEDOR

SACHA no contó en sus cartas a Vera el final de su estancia en Florencia; no se atrevía a decirle cómo Velasco iba interviniendo en su vida y captándose su voluntad.

Al acercarse el verano, al llegar los primeros calores, Sacha decidió ir a veranear a Bellaggio, un pueblecito ideal que está entre los dos brazos del lago de Como.

Quería alejarse del pintor español, ver claro en sus sentimientos; pero Velasco era demasiado activo y turbulento para permitir este retiro que podía producir una sedimentación espiritual en los sentimientos de la mujer amada.

Sacha tenía miedo de que Velasco fuera también un aventuro. Sin embargo, por instinto, comprendía que no; el peligro para ella era otro, pero no sabía cuál. Velasco tenía dinero y su aspecto era del hombre rico acostumbrado a gastar sin tasa.

Velasco en Bellaggio llegó a dominar a Sacha. Era una corte tan asidua que no permitía a Sacha discurrir razonar; ya no era la poesía del panorama espléndido, porque Velasco tenía la humorada de encontrar empalagosos y sin interés los paisajes del lago de Como y decirlo a todas horas.

Era un caso de sugestión, de captación de la voluntad. Velasco disponía, mandaba, y Sacha dejaba hacer.

Paseaban en los vaporcitos del lago. Iban a Bellano a ver las villas que se reflejan en el agua tranquila y se acercaban a la cascada del Pioverna con sus remolinos de espuma. Sacha, pasivamente, se dejaba dominar por aquel español activo y tumultuoso.

A mediados de julio, Velasco convenció a Sacha de que debían ir a concluir el verano a Biarritz.

Sacha accedió; fueron juntos a Biarritz, y al final de Septiembre se casaron.