IX

LA VÍA DEL PURGATORIO

Mi querida Vera:

Veo que tus asuntos van por el mejor camino. De manera que Leskoff, padre y madre, ¿quieren que pases el verano con ellos? ¿Ya empiezan a considerarte como hija? Me parece muy bien.

Cuando esté decidido adónde vais a ir, dímelo. Yo iré a reunirme con vosotros; pasaremos el verano a dos mil metros de altura, y nos divertiremos todo lo posible.

Aquí ha habido una pequeña catástrofe en nuestro mundo. El señor Amati ha resultado, como yo creía, un aventurero. Hace unos días, durante el almuerzo, me sorprendió la expresión de María Karolyi. Se encontraba inmutada, disgustada. Se veía que le ocurría algo, no quise preguntarle nada, y después de almorzar me metí en el salón de lectura a escribir una carta. Acababa de hacerlo, cuando María se acercó a mí y me dijo:

—Mire usted lo que me han mandado.

Tomé el sobre y saqué de dentro un papel arrugado en donde estaba escrito en italiano, con letras gruesas, lo siguiente:

Señorita:

Enrique Amati, el violinista, es mi amante; tiene dos hijos conmigo y le he dado para empeñar mis pendientes y mi anillo de oro, que son los que ha regalado a usted. Ya lo sabe usted, yo no la quiero a usted mal, pero no pretenda seguir teniendo relaciones con él, porque va usted a volver marcada a su país.

Virginia Bertell (Bianca)

Vía del Limbo, número 2.

Leí la carta, y María se me quedó mirando con cierta ansiedad.

—Qué le parece a usted —me dijo—; ¿qué hago?

—Según las intenciones que usted tenga. Yo me enteraría.

—¿Cómo?

—Lo más fácilmente; llamando a esa mujer y hablando con ella.

El procedimiento sin duda no agrada a María; debe tener miedo de averiguar que lo que le dicen es verdad. Sin duda está prendada del violinista y de sus ademanes teatrales, y además le produce una gran humillación el que esa Virginia se atreva a decir que la va a herir en la cara.

La pobre María no canta ya L’amour est enfant de Bohème, y creo que se va a convencer de que afortunadamente para ella no tiene nada de común con la Tarnowska.

María ha decidido que su padre se entere por la policía de qué clase de hombre es Amati.

Anteayer, María me preguntó si quería acompañarla.

—Voy a ir a la calle del Limbo —me dijo.

—¿A visitar a esa mujer?

—No; quiero ver nada más el sitio donde vive, para formarme una idea de qué clase de mujer puede ser.

Hemos mirado en el plano donde está la vía del Limbo y es un callejón sin salida, perdido entre unas cuantas callejuelas estrechas que se cruzan entre la calle de la Vigna Nuova y el Lungarno Corsini.

La más grande de todas tiene el pintoresco nombre de Vía del Purgatorio.

Hemos entrado a esta vía por la plaza de Rucellai. Es una calle de aldea, en cuyas aceras se sienta la gente formando corros de mujeres y de chicos.

A la entrada, cerca de un antiguo palacio convertido en pajar, con una puerta gótica y un escudo con tres girasoles y tres lirios, hay una fuente.

Esta vía del Purgatorio no tiene salida, pero sí dos entradas más; una por la calle del Infierno que sale también a la vía de la Vigna Nuova y otra por la del Parioncino, la cual pasa al lado de la Santísima Trinidad y sale al río.

La vía del Purgatorio tiene una rinconada que se llama la Volta della Vechia con un arco con la imagen de una madonna, su farol y una cruz de hierro incrustada en la pared.

Todas estas calles son estrechas, sucias, y tienen a ambos lados almacenes de paja.

En la vía del Infierno había cuando pasamos nosotras unas diligencias viejas, paradas, interceptando la calle.

Preguntamos a un carretero por la vía del Limbo y este, riendo, nos mostró un callejón sin salida, pequeño y negro, con los balcones ocultos entre flores y enredaderas mezcladas con harapos puestos a secar.

En uno de aquellos pisos vive la amante del violinista.

María no dijo nada, se calló; pero me pareció que la visita le había producido alguna repugnancia. Esta vía del Purgatorio ha mortificado su vanidad, la va a recordar como un purgatorio verdadero para su dilettantismo estético.

Ayer el padre de María ha recibido los informes pedidos a la policía sobre Amati.

Efectivamente, el violinista es un aventurero, un explotador de mujeres.

Ha sido agente de un music-hall y parece que ha lanzado varias cupletistas y bailarinas al teatro y a la vida galante.

Es un apache distinguido.

Estos son los hombres que entusiasman a las mujeres artistas.

María ha devuelto los pendientes y el anillo de oro al violinista.

Dentro de unos días piensa salir con su familia para Budapest.

Ya no se va a poder hablar a ningún hombre sin tomar informes de la policía. Ya ves la suerte que tienes tú con Leskoff. Hay que ser buena y discreta, sino puede venir el coco.

Adiós querida Vera.

Sacha.