VI

LA COMEDIA DEL CARÁCTER

Mi querida Vera:

Veo que no desprecias mis consejos y que estás dispuesta a intentar la cordura. Me dices que en los primeros momentos me hubieras reñido e insultado. Lo creo; es la protesta del amor propio.

Hay en todos los hombres y mujeres un fondo de comediante, que exige un espectador, e impulsa muchas veces a los mayores absurdos por sostener el papel. No es raro que una misma persona sea el espectador y el cómico al mismo tiempo.

Esto, en parte, es consecuencia de la sugestión que nos produce la idea que tienen de nosotros los demás. Mis amigos creen que soy generosa, pues efectivamente delante de ellos lo soy. ¿Creen que soy buena o mala, pérfida o coqueta? Pues su opinión obra en mí, aunque no lo quiera; me da reforzado, amplificado, un aspecto de mi manera de ser. Luego yo tomo la opinión, la opinión ajena, e intento adaptarme a ella.

Estas preocupaciones de los demás y de ti misma debes desechar; no pienses en lo que puedan decir ni en lo que puedan creer los demás de ti; no intentes sostener tu papel ni aun delante de mí misma; analiza tus impresiones y tus efectos; mira a Leskoff, no como a un enemigo que intenta derrotar la entereza de tu carácter, sino como a un amigo que quiere sostenerte y quiere también que tú le sostengas en la vida. Si necesitas demostrar terquedad, demuéstrala una vez contra tus prejuicios.

No quiero sermonearte más; supongo que esa cabeza voluntariosa ha de tener un momento de claridad, de lucidez y de buen juicio. Adiós.

Sacha.