VII

UNA OJEADA A LA FAMILIA

NO sé de dónde me ha venido a mí la indecisión y el sentimentalismo que me caracterizan; supongo que son una descomposición del fondo de sensualidad de mis instintos. En mi familia no sé que haya habido gente muy vacilante, ni muy sensible. Por los datos que tengo, más bien han sido tipos de cierta audacia emprendedora. Respecto a la familia paterna, no poseo muchos informes. Mi abuela era muy cabal y muy inteligente; entre los Murguías, parece que un tío mío, organista, fue un pobre hombre con arrebatos místicos, maniático y lleno de extravagancias, y que una señorita Murguía, impulsada por unos amores desgraciados, se metió monja y se dedicó en el convento a escribir versos lacrimosos y recetas de cocina.

Respecto a los Arellanos, ha sido gente dura y equilibrada, y únicamente me ha parecido sorprender en ellos una tendencia marcada al erotismo. Un tío segundo mío, primo de mi madre, era en Villazar, a los sesenta años, un perseguidor de criadas, y una hija suya se volvió loca y parece que le dio la erotomanía.