FORTUNATE-HOUSE
AL amanecer.
SIPSOM. —¿Vamos bien, señor Paradox?
PARADOX. —Muy bien, señor Sipsom, ¿y usted?
SIPSOM. —Con un apetito excelente. Ahora me comería un kilo de rosbif sangriento y una libra de queso.
PARADOX. —Yo, el queso, sí; la carne sangrienta, no.
SIPSOM. —¿Es usted vegetariano?
PARADOX. —Sí; casi vegetariano.
SIPSOM. —Entonces no hará usted nada en el mundo. Y ¿nuestro ingeniero, sigue durmiendo todavía?
PARADOX. —Estará velando el sueño de su amada.
THONELGEBEN. —Buenos días, señores.
SIPSOM. —¡Hola! Estábamos hablando de usted. Qué, ¿ha pensado usted la forma de atrincherar el campamento?
THONELGEBEN. —Sí. Comenzamos por hacer una trinchera vulgar; después, si nos dan tiempo, excavaremos detrás un foso; luego, más atrás aún, construiremos una muralla.
SIPSOM. —Usted dirá lo que hay que hacer.
THONELGEBEN. —Es muy sencillo. Todos los que puedan que se dediquen a cortar árboles. Luego de cortados, los tenderemos en el suelo, sujetándolos con ramas, y el hueco lo llenaremos de barro y piedras, apisonándolo, para dar consistencia a la obra.
PARADOX. —Y ¿hasta qué altura quiere usted que lleguemos?
THONELGEBEN. —Si se puede, hasta unos tres metros. Si terminamos la obra sin que nos hayan atacado, entonces haremos un foso de veinte pies de ancho, y después, echando toda la tierra del foso hacia dentro, comenzaremos a construir la muralla.
SIPSOM. —¿Una muralla grande?
THONELGEBEN. —De seis o siete metros de alto; la pondremos en ángulo, y encima de la muralla colocaremos una torrecilla blindada para montar la ametralladora.
PARADOX. —¿Y después?
THONELGEBEN. —Después haremos la casa; una casa sólida y fuerte.
PARADOX. —Y ¿para qué construir casa? ¿No sería mejor vivir así, en una choza?
SIPSOM. —Pero, mi querido Paradox, cuando usted quiera puede usted venirse a pasar una temporada en su cabaña.
PARADOX. —Así degenera la humanidad, viviendo en habitaciones cerradas.
SIPSOM. —Ríase usted de eso… No hay nada más malsano que el aire libre.
PARADOX. —¿De manera que se rechaza mi proyecto de vivir al aire libre?
SIPSOM. —Rechazado por completo, en nombre de los reumáticos.
PARADOX. —Entonces pongo una condición.
SIPSOM. —¿Cuál?
PARADOX. —Que, al menos, la casa no tenga huecos ni balcones simétricos.
SIPSOM. —Y ¿por qué ese capricho?
PARADOX. —Odio la simetría.
THONELGEBEN. —Pero la simetría es el ritmo de la arquitectura.
PARADOX. —Entonces odio el ritmo y la línea recta. Yo quisiera que hiciéramos una casa con un dermatoesqueleto, como una tortuga hace su caparazón.
SIPSOM. —Este hombre es de un gusto difícil.
THONELGEBEN. —Tiene unas ideas sobre la arquitectura verdaderamente terribles. Pero, en fin, ya veremos de complacerle.
SIPSOM. —Ya veremos lo que se le concede a usted.
THONELGEBEN. —Si se puede hacer, todo es variar el plano que he trazado.
PARADOX. —¡Ah!, entonces, no. Si lo tiene usted en el plano no digo nada, retiro mi proposición. Bueno, señores, vamos a trabajar. Hay que demostrar que somos leñadores consumados.
SIPSOM. —Necesitaremos agua para amasar el barro. Habrá que tener un hombre sacando cubos del río.
PARADOX —Ugú me ha enseñado aquí cerca una pequeña laguna de agua de lluvia. Mientras estemos libres de sitiadores podemos ir por agua a ese sitio. Es una laguna que parece artificial.
THONELGEBEN. —Quizá lo sea. Lo digo porque se ven por aquí vestigios de antiguas plantaciones. ¿Ha sido esta isla poblada antes, Ugú?
UGÚ. —Sí. Hubo aquí un pueblo que lo aniquilaron los de Bu-Tata. Quedan todavía plantas de banana, palmitos y estas hierbas largas, que sirven para hacer vestidos.
SIPSOM. —Lo aprovecharemos todo.
PARADOX. —Naturalmente.
SIPSOM. —Hay que convenir que nuestra isla es una isla afortunada.
PARADOX. —Mejor dicho, que somos nosotros los afortunados.
SIPSOM. —Como usted quiera. Por cuestiones de Gramática no disputaremos. Yo la desprecio.
PARADOX. —Y yo también, con toda mi alma.
Terminan la trinchera en cuatro días y comienzan a excavar el foso. Concluido este en dos semanas, empiezan a construir la muralla. A medida que la van elevando, va naciendo en los mandingos la tranquilidad; al terminarla, los negros quedan convencidos de que sus paisanos no podrán nunca asaltarla. En la muralla se ha abierto una serie de aspilleras y en el ángulo se ha construido una torrecilla blindada, en la cual se coloca la ametralladora de manera que sus tiros barran todo el frente.
Terminadas las obras de defensa, los mandingos construyen cabañas cubiertas de hierbas secas y los europeos comienzan los trabajos para la casa común, que se llamará Fortunate-House. Al mismo tiempo los negros fabrican anzuelos, agujas, puntas de flecha y se dedican a la caza y a la pesca. Se hace un puente levadizo en la muralla, que un centinela vigila y que se levanta por la noche, en el momento de recogerse todos. En el diario de Paradox aparece una lista de los náufragos con expresión de los oficios que desempeñan en el nuevo Estado. Dice así:
- Thonelgeben, arquitecto y fundidor.
- Diz, Goizueta, Hachi Omar y Thady Bray, albañiles.
- Hardibrás, general.
- Sipsom, herrero.
- Paradox y Ganereau, carpinteros.
- Beatriz y Dora, vidrieras y fabricantes de cartuchos.
- Piperazzini, hojalatero.
- Beppo, cocinero y sastre.
Los treinta mandingos, divididos en tres brigadas, trabajan a las órdenes de los europeos y hacen el ejercicio con sus fusiles, dirigidos por Hardibrás.