DISCUSIONES TRASCENDENTALES
HAN transcurrido dos semanas. Una de las canoas, por la torpeza de Ugú, el criado negro regalado por Funangué a Paradox, ha zozobrado, y para ponerla a flote ha habido que retrasar la vuelta. La carga de las balsas se ha hecho también con gran lentitud. A pesar de las precauciones del jefe, los náufragos se han armado con fusiles y revólveres y no han querido abandonarlos.
Todos los días los blancos se dedican a embrutecer a los negros, dándoles espectáculos extraordinarios y estupefacientes. Tan pronto es Sipsom, que echa chispas por los pelos, agarrado a una máquina eléctrica, como Piperazzini, que se traga un sable y saca de la boca una porción de cintas encendidas… Además de estos espectáculos mágicos, Ganereau, como republicano y como demócrata, idiotiza a los mandingos hablándoles de los derechos del hombre. A pesar de todos los aplazamientos y dilaciones, llega un día en que el jefe no quiere esperar más y se da la orden de marcha. Por la mañana, antes de partir, están reunidos blancos y negros en la desembocadura del río. Ganereau perora.
GANEREAU. —Pero yo os pregunto: ¿de qué sirve el rey? ¿Por qué no os gobernáis por vosotros mismos? Nada tan hermoso como una república. ¡Figuraos vosotros el placer que sentiríais si tuvierais diputados y senadores!
PARADOX. —Creo que no le entienden a usted, mi querido amigo.
GANEREAU. (Insistiendo.) —Sí, me entienden. Decidme: ¿de qué os sirve el rey? Os quita vuestra libertad, conculca vuestros derechos, os envilece.
SIPSOM. —¡Este hombre empeñado en figurarse que está en un mitin de Montrouge o de Belleville!
THONELGEBEN. (Por su parte.) —No debéis permitir que el rey os maltrate. ¿Por qué consentís que os robe? ¿Por qué dejáis que venda vuestras mujeres y vuestros hijos?
GANEREAU. (Elocuentemente.) —Mirad alrededor vuestro, ciudadanos; los pájaros no tienen rey; las flores no tienen tampoco rey; y el sol alumbra la tierra para todos.
EL JEFE LANGA-RÁ. —Sois ignorantes y orgullosos. Negáis lo que todos afirman. Si el rey manda en nosotros es porque Dios le ha conferido ese poder. ¿Quiénes sois vosotros para negar la armonía de nuestras leyes? Vivimos por la voluntad de nuestro rey; estamos en el mundo porque nuestro rey lo quiere.
PARADOX. —Sin embargo, tú confesarás, apreciable salvaje, que nosotros hemos vivido hasta ahora sin necesidad de vuestro rey.
EL JEFE. —Pero tendréis otro; el vuestro.
GANEREAU. —No; no lo tenemos.
PARADOX. —Si yo no digo que no tengáis rey; pero ¿por qué no tenéis otro que sea justo, equitativo y bueno?
EL JEFE. —Es que él es el único indicado por Dios.
PARADOX. —Y ¿en qué se conoce que es él?
EL JEFE. —Primeramente, es hijo de su padre.
PARADOX. —Es una razón.
EL JEFE. —Además, todos los magos le reconocen como rey.
PARADOX. —Pero los magos no aciertan siempre.
EL JEFE. —Siempre, no; pero son magos.
PARADOX. —Yo creo que los magos que no aciertan no son magos verdaderos.
SIPSOM. —Mi querido Paradox, creo que se pierde usted en un laberinto filosófico-político-religioso. Déjeme usted que intente yo arengar a las masas.
PARADOX. —Sí, hágalo usted. A ver si tiene usted más fuerza de convencimiento que nosotros.
SIPSOM. (Dirigiéndose a los negros.) —¿A vosotros os gustan las habichuelas?
TODOS. —¡Sí, sí!
SIPSOM. —¿Os gusta el buen tocino?
TODOS. —¡Sí, sí!
SIPSOM. —¿Os gusta el ron?
TODOS. —¡Sí, sí! ¡Ya lo creo!
SIPSOM. —¿Os gustan las chicas guapas, con la nariz bien chata y el pecho colgante?
TODOS. —¡Sí, sí! ¡Eso, eso!
SIPSOM. —Pues bien; si venís con nosotros tendréis habichuelas a pasto, tendréis buen tocino, tendréis ron y tendréis chicas guapas, más negras que el betún.
TODOS. —¡Iremos con vosotros!
SIPSOM. —Pues vamos ahora mismo.
EL JEFE. —¡Yo, no! Yo no obedezco más que a mi rey.
HARDIBRÁS. —Entonces quedas preso. Trae las manos. Te ataremos.
Entre Goizueta y él le atan. Entonan los mandingos su himno de guerra y se da la orden de partir. Las tres canoas y el bote de la Cornucopia comienzan a remolcar las dos balsas grandes, cargadas con todos los útiles extraídos de la goleta, y remontan el río hasta la Isla Afortunada, indicada por Ugú.