III

NO ESTÁ LA FELICIDAD EN LAS ALTURAS

EN el palacio real, que es una barraca hecha con adobes, la princesa Mahu se pasea, completamente desnuda, a lo largo de sus habitaciones. La princesa tiene negros y hermosos ojos. Una gargantilla de corales, unidos con pelo de dromedario, le da muchas vueltas al cuello.

La princesa Mahu da al aire sus tristes lamentos.

LA PRINCESA MAHU.—Lejos de estas vanidades yo quisiera vivir. ¡Ah!, que la suerte es cruel para mí. Mi padre, el gran rey de Uganga, me destina al sabio mago Bagú. Es viejo, es feo, es triste; pero sabe conocer el tiempo y conjurar las enfermedades y los males. En cambio, Hi-Ji todo lo ignora; pero ¡es tan bello!, ¡su color es tan negro!, ¡su nariz es tan chata!… ¡Tiene tantas facultades! ¡Qué feliz sería yo si quisiera robarme y llevarme a su cabaña! Antes, muchas veces, soñaba con ser su esposa, soñaba con el placer de guisarle los saltamontes necesarios para la cena, y de amasar para él el pan con las bananas. Ya no hay ilusiones para mí, ya no hay bananas en este bajo mundo. Lejos, lejos de estas vanidades yo quisiera vivir. Lejos de estos refinamientos; sin taparrabos, sin plumas, sin collares…

BAGÚ. (Paseando preocupado y melancólico por el jardín del alcázar.) —No seas cándido, Bagú, la princesa Mahu te engaña. ¡Un mago, un adivino a quien engaña su prometida! ¿Hay cosa más absurda? Pero ¿qué le ha podido entusiasmar de ese gañán? ¿Tiene la nariz agujereada? No. ¿Sabe, como yo, la manera de aplacar al Fetiche? Tampoco. No tiene ciencia ni poder, no tiene más que juventud…; ¡psch!…, ¡qué minucia! ¡Oh corazón femenino, cuántos enigmas guardas en tu seno! ¿Qué mago los averiguará? Hay que salvar a esos extranjeros; hay que conservar sus vidas hasta que me entreguen esa planta que es la llave del amor y de la ambición.

EL REY KIRI. (Pensativo.)… Y es que, en el fondo, soy un hombre sensible; soy sentimental… Mis eunucos me traen las mujeres más hermosas del reino; mis cortesanos me ofrecen las suyas; todos me temen, todos tiemblan en mi presencia, todos me adoran, y yo me aburro.

… Y es que, en el fondo, soy un hombre sensible; soy un sentimental.

A veces me entretengo en matar pajarillos con mis flechas; ¡infantil distracción! Cuando esto no me divierte, hago que le corten la cabeza, delante de mí, a alguno de mis criados o a alguna de mis mujeres. Y, a pesar de estos amables esparcimientos, me aburro… Y es que, en el fondo, soy un hombre sensible; soy un sentimental.

MI poeta me dice que soy lo más alto, lo más bello, lo más admirable que hay en la tierra; me dice que mi palacio es el mejor de todos los palacios; que mis camellos son los mejores de todos los camellos; que mis generales son los más expertos de todos los generales; y, a pesar de mi palacio, de mis camellos, de mis generales, de mis nobles y de mis mujeres, mi labio belfo se alarga de tristeza y toma proporciones considerables, y me aburro, me aburro soberanamente… Y es que, en el fondo, soy un hombre sensible; soy un sentimental.