EL PRIMER SACERDOTE
SE oye el sonido de un tan tan; después, un estrépito acompasado de cascabeles y de campanillas. Se abre de nuevo la multitud y aparece un negro pintarrajeado de arriba abajo. Lleva un moño lleno de lazos, plumas y adornos de latón; un collar de calaveras de pájaros que le cae sobre el pecho; en la cintura, una especie de falda llena de campanillas, y entre los dientes, una pipa.
BAGÚ. —Yo soy el primer sacerdote de Uganga. Tengo esta calabaza llena de cosas excelentes para aplacar las iras de la Luna y de los Fetiches.
SIPSOM. (Inclinándose.) —¡Señor, eres un grande hombre!
BAGÚ. —Habéis ofendido con vuestra presencia a la Luna; mañana, al amanecer, se os cortará la cabeza a todos.
SIPSOM. —Tu sabiduría es grande, señor. Tienes la fuerza del león…
PARADOX. —… Y la astucia de la serpiente.
SIPSOM. —Dígnate escucharme un momento a solas, hombre extraordinario.
BAGÚ. —Te escucho. (A los de la comitiva.) Alejaos.
SIPSOM. —Entre nosotros, señor, hay también un mago. Yo no puedo indicar quién es. Él ha dicho hace un momento: el sabio hechicero Bagú conoce las treinta y tres maneras de aplacar al Fetiche; tiene las mejores bolas, del mejor estiércol, en la mejor calabaza de todas las calabazas posibles; sabe adivinar el porvenir: pero hay una mujer que no le quiere porque el sabio Bagú no conoce la flor que abre los corazones, como yo la conozco.
BAGÚ. —Y ¿quién de vosotros es el mago?
SIPSOM. —No lo puedo decir, me está prohibido.
BAGÚ. —Y ¿no ha dicho más?
SIPSOM. —Sí, algo más ha indicado; pero no sé si atreverme…
BAGÚ. —Habla, habla sin miedo.
SIPSOM. —Ha dicho también que su vida y la tuya, ¡oh gran mago!, dependen de la misma estrella. Que el día que tú mueras, él morirá; que el día que él muera, tú morirás necesariamente.
BAGÚ. —Y ¿quién es…, quién es ese hombre?
SIPSOM. —No puedo responderte. No puedo indicar ni si soy yo, ni si son los demás, ni si es hombre o mujer.
BAGÚ. —¿Tú crees que me dará esa flor que abre los corazones?
SIPSOM. —Sí; te dará algo más.
BAGÚ. —¿Qué?
SIPSOM. —La flor que sirve para hacerse rey.
BAGÚ. (Pensativo.) —¿Qué hay que hacer para obtener esa flor?
SIPSOM. —Nosotros hemos dejado, en el sitio donde nos prendieron, un aparato extraño que indica dónde se cría la planta de esa flor. Si permites que vayamos allá, antes de poco te entregaremos esa flor, serás dueño del corazón de una mujer y serás rey.
BAGÚ. —Está bien; iréis.
Dicho esto, el primer sacerdote de Uganga se aleja de Sipsom y se reúne a su gente. Suena de nuevo el tan tan.
EL VERDUGO. —Mañana a la mañana, gran mago, ¿verdad?
BAGÚ. —No; hay que esperar. La Luna lo manda.
PARADOX. —¡Hurra! ¡Hurra por la pérfida Albión!