VIII

NUEVO CAPITÁN

POR la noche, en la cámara de popa. El viento ha calmado: la mar sigue gruesa, aunque un poco más tranquila que por el día.

PARADOX. —Señores, nos encontramos en una situación grave. La noche pasada un golpe de mar arrancó del puente al capitán Jenkins y le hizo desaparecer entre las olas. Goizueta se encargó del timón; se mandó al grumete que avisara al teniente Duncan y el teniente estaba borracho, y casi toda la marinería con él; y no es eso sólo, sino que ahora mismo, excepto los maquinistas, los demás siguen borrachos. ¿Qué hacemos? ¿Vamos a permitir que se encargue del mando de la Cornucopia un hombre como Duncan, que en otro momento de peligro puede hacer lo mismo que ha hecho hoy?

TODOS. —No.

PARADOX. —Entonces hay que nombrar otro capitán. Yo propongo que lo sea Goizueta, que es el que nos ha salvado de un peligro inminente.

TODOS. —Sí, sí. Que sea él el capitán.

PARADOX. —Entonces, ¿queda nombrado capitán Goizueta?

TODOS. —Sí.

PARADOX. —¿Por unanimidad?

TODOS. —Sí.

PARADOX. —Capitán, puede usted mandar; le obedeceremos.

GOIZUETA. —Bueno. Hardibrás, coja usted el farol. Ustedes, Thonelgeben, Sipsom, Ganereau, Hachi Omar, vengan ustedes conmigo; Thady Bray quedará en el puente.

Los cuatro hombres siguen a Goizueta y a Hardibrás, los cuales entran en la cámara del capitán. Goizueta entrega a cada uno un machete y un revólver.

GOIZUETA. —Ahora vamos a proa.

Recorren el barco. Al acercarse a la cámara de los marineros se oyen canciones y gritos. Goizueta empuja con el hombro la puerta, la abre y entra. Los demás pasan tras él.

GOIZUETA. —Al piloto prendedlo. Está bien. Ahora atadle las manos. Eso es.

EL PILOTO. (Tartamudeando.) —¿Es que ha caído el barco en poder de los piratas?

GOIZUETA. —El pirata eres tú, granuja. El capitán ha muerto y yo he sido nombrado en su lugar. Tú, Cooper; tú, Allen. (Dirigiéndose a dos marineros…) Trincadle al piloto y ponedle en la barra. (A los demás.) Vosotros a vuestros puestos, si no queréis que os mate a palos. Hachi Omar y Ganereau verán si estos dos hombres ponen en la barra al piloto. Si no lo hacen, fuego sobre ellos.

Hachi Omar y Ganereau escoltan a los dos marineros y al piloto. Goizueta, acompañado por Thonelgeben y Sipsom, bajan a las calderas.

GOIZUETA. (A los dos maquinistas.) —El capitán Jenkins ha muerto; como el piloto no ha cumplido con su deber, he sido nombrado capitán de la Cornucopia. Desde hoy, hasta que desembarquemos, mando yo, ya lo sabéis.

ROSE. —Está bien, capitán.

GOIZUETA. —¿Cuánto carbón queda aún?

ROSE. —Para un par de días a lo más. El pañol está casi vacío.

GOIZUETA. —Bueno, vamos arriba. (Suben todos sobre cubierta.) ¡Cooper, Allen!

COOPER. —Capitán.

GOIZUETA. —¿Está amarrado el piloto?

COOPER. —Si.

GOIZUETA. —Bien. Ahora llenad una botella grande de aguardiente y llevadla para las mujeres a la cámara de popa.

COOPER. —¿Y luego?

GOIZUETA. —Luego, delante de mí, ahora mismo si no, coged los dos barriles y tiradlos al mar.

Los dos marineros cumplen la orden.

GOIZUETA. —Ustedes pasen a mi cuarto. (Entran los cinco hombres. Hardibrás deja el farol sobre la mesa.) Tengo que decirles francamente que no sé lo bastante para esto. Yo he sido marinero; pero de marinero a capitán hay mucha distancia. Yo no sé dónde estamos. Hemos debido de andar más de doscientas millas de ayer a hoy. ¿Qué rumbo tomamos?

PARADOX. —Sigamos con el rumbo anterior. Mañana, si clarea, podremos orientarnos. Si no tendremos que cambiar de dirección, aunque creo que encontraremos un transatlántico al paso.

GOIZUETA. —Bueno. Ahora una advertencia. Si ven que tomo alguna determinación que les parezca mal, no quiero que me lo digan delante de todos, sino aquí, a solas.

HARDIBRÁS. —Usted manda y nosotros obedecemos. El que manda no hace nada mal.

PARADOX. —Es una teoría.

SIPSOM. —Que no hay necesidad de disentir, por ahora. Lo que ha dicho Goizueta está bien.