En el exterior
A la mañana siguiente, la primera página del Dalakuriren anunciaba:
EL DALAKURIREN HA ACCEDIDO
AL INFORME SECRETO DE LA POLICÍA
A continuación venía el artículo, con el nombre del becario en el encabezamiento:
FALUN.
El Dalakuriren está en situación de revelar el informe secreto de la policía sobre el denominado «asesinato de la mina».
Según las nuevas hipótesis que se manejan, es probable que la víctima llevara mucho tiempo en el pozo, tal vez siglos. De acuerdo con fuentes fidedignas, el cadáver ha permanecido sumergido en sulfato de cobre, lo que ha evitado su descomposición.
En estos momentos, los investigadores dan por sentado que no se trata de un crimen reciente, sino cometido hace mucho tiempo. Oficialmente, la policía no quiere…
El último movimiento del Dalakuriren desencadenó una inmediata reacción en la reunión matinal de las redacciones de la capital.
¿Qué se traían entre manos allá en Falun? ¿Se trataba de la investigación de un asesinato o de arqueología? ¿Sulfato de cobre? ¿Acaso podía haber algo más rebuscado que eso?
Al fin y al cabo, se trataba del asesinato de la mina, un asesinato ritual, la noticia de la semana, no de un caso extraño del siglo pasado. Se estaba llevando a cabo una investigación de interés nacional, por no decir democrático, pues, como todo el mundo sabía, estaban involucrados neonazis y/o paganos que habían cometido su crimen en el transcurso de un ritual nórdico ancestral. ¡Y había ocurrido recientemente! ¡Podía ser el primero de una serie de asesinatos! ¿Cuántos diarios habría que imprimir para que la gente se diera cuenta?
¿Y qué era eso de que el cadáver se hallaba en perfecto estado de conservación? ¿Qué valor informativo podía tener algo así? En tal caso, el asunto no pasaría de ser una anécdota y debía ocupar poco espacio en las páginas del periódico, por no decir ninguno.
Finalmente, estaba la cuestión más importante: ¿por qué demonios la policía no desechaba la información que había ofrecido el Dalakuriren? Decididamente, algo olía a podrido en Dinamarca.
Tantas incertezas hicieron que los dos diarios vespertinos mesuraran el tono, y con ello el espacio dedicado al caso, al menos hasta que las cosas se aclararan en Falun. No obstante, el día que se desagotaron las galerías del pozo había nueve reporteros cubriendo la noticia.
En el claro del bosque, el frío era tan intenso y la neblina tan espesa como la vez anterior. Parecían proceder de la boca misma del pozo, pensó el becario, y también aquel hedor insoportable, que se hizo más intenso cuando la bomba extractora se puso en funcionamiento.
Los periodistas presentes empezaron a retroceder mientras el agua caía con un chapoteo en una enorme cisterna cilíndrica. A la hora del almuerzo, los técnicos de la policía bajaron mediante cuerdas a las galerías desecadas y pusieron manos a la obra.
Muy pronto, como el portavoz oficial explicaría más tarde al becario y los demás reporteros, encontraron un gran número de periódicos, pegajosos a causa del sulfato de cobre. Un montón se hallaba cerca de una de las paredes del pozo, en lo que los diarios vespertinos habían bautizado «la orilla de los muertos».
En uno de ellos todavía se podía leer, en unas apretadas columnas con grandes y ya algo borrosos titulares:
LA GRAN OFENSIVA ALEMANA
¿SE HA DETENIDO EL AVANCE DEFINITIVAMENTE?
LOS ALEMANES SÓLO INFORMAN DE PROGRESOS INSIGNIFICANTES
Y más abajo:
NUESTRO PROBLEMA DE ABASTECIMIENTO.
EL PLAN DE RACIONAMIENTO PARA EL PRÓXIMO AÑO.
UNA DECLARACIÓN ESCASAMENTE ALENTADORA
DEL MINISTRO DE AGRICULTURA.
En la página siguiente aún se distinguía el encabezado del diario:
SÖDRA DALARNES TIDNINGAR - 7 DE JUNIO DE 1918
Después procedieron a aspirar el agua de la poza alrededor de la piedra donde el buceador había encontrado el cadáver. En el fango del fondo encontraron un punzón con el mango resquebrajado, y no se precisaba una sólida formación forense para comprender qué había provocado el profundo agujero en la frente del cuerpo conservado en sulfato de cobre.
Unas horas más tarde, tanto la policía como los periodistas sabían que las únicas huellas dactilares obtenidas del mango del punzón correspondían al propio cadáver.
—¿O sea que no es seguro que se trate de un asesinato? ¿Significa que estamos ante un suicidio? Lo más probable es que ni siquiera fuese noticia hace cien años… —El enviado del diario vespertino de mayor tirada, a quien todos conocían como la Comadreja, agitó la mano.
El portavoz oficial asintió en silencio.
—¡Jodido agujero de paletos! —exclamó la Comadreja en medio de la reunión de prensa, y se abrió paso a empujones para llamar a la redacción.
En la edición vespertina el redactor dedicó una página al asunto por mero compromiso. El otro diario de la tarde optó por dejar que uno de los cronistas escribiera algo anecdótico. Esa misma noche llamaron a sus enviados especiales: había llegado la hora de pagar la factura del hotel, abandonar Falun y regresar a la ciudad. Tal vez el caso estuviese bien como tema de debate en un programa de divulgación científica y para publicarlo en la sección de cultura, pero, como noticia, el asesinato de la mina fue relegado definitivamente a las últimas páginas de los diarios.
A las ultimísimas páginas.