Biafra cubre una superficie no demasiado grande, unos 75 000 kilómetros cuadrados. Sin embargo, en otros aspectos estadísticos alcanza las cotas más altas de África. La densidad de población es de las más elevadas de África, unos 170 por kilómetro cuadrado. En todos los aspectos, es el país más desarrollado del continente, con mayor capacidad industrial, la tasa de renta per cápita más alta, y mayor número de escuelas, hospitales, empresas comerciales y factorías de todo África.
Ha sido calificada como el Japón, el Israel, el Manchester y el Kuwait en potencia de este continente. Cada apelativo corresponde a una de las muchas facetas que causan sorpresa en el visitante que cree que todo África está sumido en el mismo atraso, de modo uniforme. Tras sufrir largos años de deficiente explotación, con fábricas, inversiones y servicios públicos localizados en otros puntos de Nigeria, si bien a menudo bajo el mando y dirección de individuos del Este, la Región Este estaba muy lejos de haber alcanzado el desarrollo de su potencial al máximo. Incluso en el Sur, la mayor parte de las compañías petrolíferas no conseguían impulsar la producción de su potencial, prefiriendo conservar las reservas mientras los campos árabes eran explotados hasta el límite.
Se utiliza la comparación con el Japón para la población. Don raro entre los africanos, se entregan incesantemente a las más arduas labores. En las fábricas, los obreros trabajan más horas por año que en ningún otro lugar, y los campesinos producen cosechas mayores, en proporción a la superficie trabajada, que en ningún país del mundo. Es posible que la Naturaleza haya impreso tales características, gracias a unas necesidades impuestas, pero esas mismas características están respaldadas por antiguas tradiciones del pueblo. En Biafra, el éxito personal se ha considerado siempre como digno de mérito; un hombre que triunfa es admirado y respetado. No existen oficios o títulos hereditarios. Cuando un hombre muere, su éxito en la vida, sus honores, su prestigio y su autoridad son enterrados conjuntamente con él, y sus hijos tendrán que luchar por sí mismos, en competencia justa con los demás jóvenes de la sociedad.
Los biafreños se sienten ávidos de educación y, particularmente, por alcanzar un grado de cualificación en alguna de las profesiones técnicas. No es extraño encontrar una situación como la siguiente: Un carpintero de pueblo tiene cinco hijos. El padre trabaja desde el amanecer hasta la noche; la madre vende en el mercado, en donde instala su puesto; los cuatro hijos menores se dedican a vender cerillas, periódicos y pimientos colorados. Todo para que el hijo mayor pueda ir a la Universidad. Cuando él obtenga su título, estará obligado a pagar los estudios del segundo hijo; tras lo cual, ellos dos se encargarán de la educación del tercero, del cuarto y del quinto. Es posible que el carpintero muera como carpintero, pero dejará cinco hijos con título superior. La mayoría de los biafreños no consideran que cualquier sacrificio sea demasiado si va destinado a la educación.
Comunidades de campesinos se agrupan y acuerdan la construcción de una estructura en su población. Pero no se tratará de un centro recreativo, ni de una piscina, ni de un estadio, sino de una escuela. El pueblo que cuenta con una escuela goza de prestigio.
Como están convencidos de que no existe ningún condicionamiento permanente e inmutable en este mundo, y que esto es, a su vez, un axioma ibo, están dispuestos a adaptarse con un cierto grado de flexibilidad y pueden aprender nuevos sistemas o formas. Mientras otros, concretamente las comunidades musulmanas de África, aceptan la pobreza y el atraso como manifestación de la voluntad de Alá, los biafreños lo estiman como un reto a los dones y capacidades recibidos de Dios. La diferencia entre ambas actitudes es cardinal, porque pone de relieve los planteamientos distintos, entre una sociedad en la que la influencia de Occidente no echará nunca raíces profundas y donde la inversión de capital rara vez dará frutos, y una sociedad destinada al éxito.
Resulta irónico comprobar que es precisamente su duro trabajo y su éxito lo que ha hecho a los biafreños impopulares en Nigeria, especialmente en el Norte. Se aducen otras características para explicar la antipatía que generan. Los detractores dicen de ellos que son altivos, agresivos y avasalladores, si bien quienes los defienden puntualizan que son ambiciosos y enérgicos. Los unos dicen que son mercenarios y amantes del dinero; ahorradores y frugales, dicen los otros. Poco escrupulosos y cerrados en sus ideas de clan, según unos, para aprovecharse de determinadas ventajas, en tanto que los otros aclaran que poseen espíritu de unidad y son rápidos en comprender cuáles son los beneficios de la educación.
La referencia a Manchester se hace a causa de su inclinación por el comercio. Más que trabajar para un patrón sobre la base de una escala de salarios, el biafreño prefiere ahorrar aunque sea por espacio de muchos años para finalmente, establecer su propio negocio, su tienda, la cual mantendrá abierta día y noche, si hay un cliente a la vista. Si las cosas le van bien, los beneficios irán destinados a ampliar y desarrollar el negocio, con el resultado de que, de la primera tienda, pasará a un edificio de obra, luego será un gran almacén y acabará, quizás, en una cadena de establecimientos. Es posible verlo circular en bicicleta con un saldo bancario favorable de varios miles de libras. Es fácil toparse en cualquier punto de África con comerciantes árabes, libaneses o sirios, o bien indios. Estas gentes están habituadas a cruzar el mundo en todas direcciones con su talento para las ventas, dedicados a pequeñas transacciones, acorralando a los pequeños comerciantes locales. Pero no se les verá nunca en zonas donde operen biafreños.
La referencia a Israel hace alusión, sin duda, a las muchas persecuciones de que han sido objeto, más pronto o más tarde, siempre que han abierto un establecimiento. La referencia que hizo Legum acerca del agrupamiento de exilados en Israel tras la última guerra, era mucho más atinada de lo que él mismo pudiera pensar en aquel momento, porque se encontraron, literalmente, entre la espada y la pared, sin tener a dónde ir. Quizá por eso prefirieron morir en el suelo patrio antes que abandonarlo y vivir (los supervivientes, claro) como el judío errante. En cierta ocasión, el coronel Ojukwu declaró a los corresponsales: «Lo que ven aquí es el final de un largo caminar, una andadura que comenzó en el lejano Norte y que ha llegado hasta esta tierra, corazón del territorio ibo. Es el camino hasta el matadero»[15]
Kuwait se menciona a causa del petróleo yacente en el subsuelo de Biafra. Se ha asegurado que si los biafreños tuvieran como patria de origen una región desértica, hubieran sido despedidos con gritos de «id con Dios». En cierta ocasión un hombre de negocios, al comentar la contienda, se limitó a declarar que se trataba de una guerra del petróleo, sin creerse obligado a añadir una sola palabra más. Bajo el suelo de Biafra se esconde un océano de petróleo, el más puro de todo el mundo. El crudo biafreño podría ser utilizado, directamente, para la alimentación de un motor diesel de camión y éste funcionaría. Una décima parte, aproximadamente, de esta reserva petrolífera, subyace en el vecino Camerún; unas tres décimas partes, en Nigeria, y las restantes seis décimas partes quedan bajo Biafra.
El Gobierno de Biafra es molesto para quienes van buscando una dictadura militar. El coronel Ojukwu gobierna con una mano extraordinariamente ligera, pero ello no resulta sorprendente, ya que es una característica común en todos los hombres de gobierno de Biafra. No proceden a la ligera en las tareas gubernamentales, sin someterlo a consulta. Tan pronto como se hizo cargo del poder, como gobernador militar, en enero de 1966, Ojukwu comprendió que tenía que establecer una relación más estrecha con las masas del pueblo, en parte a causa de sus características y también por sus personales predilecciones.
Lo que no podía hacer era reconstruir la desacreditada Asamblea de viejos políticos y el general Ironsi estaba en contra (por el momento) de otras formas de asamblea y dejar que el régimen militar se afianzara primero. Por eso Ojukwu inició, sin hacer alardes, la elaboración de los planes necesarios para el retomo del poder civil, o al menos, para la creación de un cuerpo consultivo mixto, por medio del cual el pueblo pudiera canalizar sus deseos, hacerlos llegar al Gobierno Militar y que sirviera, al mismo tiempo, para que este último pudiera pulsar por su mediación los deseos del pueblo.
Tras el golpe de julio, tuvo la oportunidad de hacerlo así y sus planes siguieron adelante. Solicitó que fueran designados cuatro representantes de las veintinueve Divisiones de la Región, así como seis delegados populares. Los nombramientos, a pesar de serlo por designación suya, lo eran ex officio, como, por ejemplo, el cargo de Administración de División, Secretario de División, etc. Los seis delegados populares eran elegidos entre miembros del pueblo, por medio de los jefes de clan y de los pueblos y de las conferencias de «Líderes del Pensamiento». Todo ello sumó la cifra de 290 personas. A esto cabe añadir otros cuarenta y cinco representantes de las profesiones. Los delegados fueron seleccionados y enviados por los sindicatos, la Conferencia de Maestros, el Colegio de Abogados, la Unión de Campesinos, más otras varias secciones de la comunidad y, más importante todavía, la Market Traders Association, y las discutidas y autoritarias Market Mammies que supieron poner a los británicos en su sitio en 1929, con ocasión de los levantamientos de Aba.
Este grupo formaba la Asamblea Consultiva, y muy pronto fue considerado, juntamente con el Consejo Consultivo de Jefes y Ancianos, como el Parlamento de Biafra. A partir de aquel momento el coronel Ojukwu no ha tomado ninguna decisión sin consultarlos, e invariablemente ha seguido sus deseos en materia de política nacional. Para la administración inmediata, cuenta con el Consejo Ejecutivo que se reúne semanalmente y en el que figura tan sólo con un militar, aparte el propio coronel Ojukwu.
A partir de la primera reunión, que tuvo efecto el 31 de agosto de 1966, treinta y tres días después del golpe de Gowon, la Asamblea fue consultada en todo momento durante el período de transición que llevó a la separación. En vista de las subsecuentes declaraciones en el sentido de que los ibos arrastraban a las minorías no ibo contra el deseo de estas últimas, en su deseo separatista, resulta significativo en que, de los 335 miembros de la Asamblea, 165 pertenezcan a la minoría no ibo, frente a los 169 miembros ibos parlantes. Ello confiere a las minorías una representación proporcional más elevada en la Asamblea que en sus respectivos núcleos de población en el interior del país.
La decisión de designar al coronel Ojukwu para cumplir el mandato de separación de Nigeria se tomó unánimemente en la primera reunión. Lejos de ser víctimas de la dominación ibo y de verse obligados a aceptar la separación contra su voluntad, los representantes tribales de las minorías se expresaron con libertad plena y fueron activos participantes en la política separatista. No hay duda alguna de que las decisiones tomadas y algunas de estas mismas personas, han sido después utilizadas por los nigerianos para informar acerca de la gran opresión infligida por los ibos sobre las minorías. Pero quienes viajaron o convivieron en aquella época con los grupos minoritarios, descubrieron que la oposición parecía ser relativamente pequeña y que el mismo espíritu de efervescencia que marcó el momento de la separación en las tierras ibo podía ser observado en las áreas minoritarias.
Las regiones minoritarias cayeron primero bajo la presión del avance del Ejército federal, al hallarse situadas en la periferia de Biafra. Con tal motivo los lugares cambiaban de signo repetidas veces, según las fuerzas ocupantes de turno, lo cual es frecuente cuando los países son conquistados por las armas, por medio de la guerra. Para la mayoría de la gente, al presenciar la retirada del Ejército biafreño y la subsiguiente ocupación del nigeriano, el levantar la mano derecha y gritar: «Nigeria Una», más que una expresión de convicción política era un movimiento de autodefensa.
No era difícil encontrar colaboradores. Los líderes de los grupos minoritarios, por haber prestado su cooperación al movimiento secesionista de Biafra, se vieron forzados a escapar a la persecución, ante la llegada de los federales. Dicha reacción provocó la vacancia de buenos empleos, casas, oficinas, coches y privilegios. No resultó difícil a los nigerianos designar, entre los elementos locales, a otros miembros para ocuparse de tales vacancias, con la condición de una completa colaboración con las fuerzas ocupantes. Pero, al examinar las personalidades de quienes ocupaban los puestos de mando asignados por los nigerianos bajo su ocupación, es fácil comprobar que no se trataba de figuras de talla, sino, más bien, de personajes de poca monta, en comparación de sus compatriotas que huyeron para apoyar el movimiento en favor de la independencia de Biafra.
Inmediatamente después de la conquista, muchas personas pertenecientes al círculo local, permanecieron en la retaguardia, en las áreas minoritarias, convencidas, por la previa publicidad federal, de que la experiencia de Biafra había sido una equivocación y que era mucho mejor cooperar con el Ejército nigeriano. Algunos de estos dignatarios locales creían sinceramente en su conversión; otros vieron en ella la mejora o la prosperidad económica, al apropiarse de los bienes de los líderes de ayer, muertos o huidos. Pero, desde mediados de verano de 1968, habían ido llegando a Biafra cada vez en mayor profusión los informes acerca del creciente descontento general, surgido a causa de la vida que había que vivir bajo los conquistadores.
Muy a menudo, la gran oleada de refugiados que se abatía sobre la desocupada Biafra acaecía, no a la caída de una provincia, sino varias semanas después, cuando los métodos del Ejército nigeriano habían sido experimentados. Más tarde, se produjo un número mayor de defecciones entre los líderes locales, al proceder los soldados federales a liquidar las cabras, gallinas, ganado vacuno y cerdos con destino a sus cocinas; a recoger cosechas, antes de tiempo, para satisfacer sus propias necesidades dietéticas; a apoderarse de las muchachas locales, utilizándolas a su antojo; a resolver las justas protestas originadas por tales desmanes mediante raids de castigo contra quienes protestaban; a forzar a los campesinos a presenciar las ejecuciones públicas de los respetados jefes y ancianos; a cerrar las escuelas para convertirlas en cuarteles para su Ejército; a su enriquecimiento en el mercado negro, a base de negociar con alimentos de primera necesidad, destinados a cubrir ayudas urgentes; a recoger bienes muebles de considerable valor para enviarlos a sus puntos de origen; y a hacer saber, sin paliativos, que estaban allí con la intención de quedarse y que pensaban vivir de la tierra y vivir bien.
Antes del verano, un creciente número de jefes enviaba emisarios a través de las líneas de fuego, con destino a Ojukwu, pues ya se habían convencido de que su mandato era infinitamente preferible al de los nigerianos. Una de las razones por las que el mando del coronel Ojukwu era apreciado —ciertamente se habían producido graves discrepancias bajo el mandato de los anteriores políticos— era el cambio experimentado en el status de las minorías. Cuando los políticos se hallaban en el poder, los grupos ibo parlantes dominaban la Asamblea y algunas áreas minoritarias se sentían olvidadas a la hora de la asignación de fondos, créditos e inversiones. El coronel Ojukwu acabó con todo ello.
Una de las primeras proposiciones de la Asamblea Consultiva fue solicitar la abolición del trazado de veintinueve Divisiones, propugnado por Inglaterra, sustituyéndolo por veinte provincias, con unos límites trazados siguiendo líneas tribales y lingüísticas. Hizo la proposición Okoi Arikpo, uno de los miembros del Ugep, área minoritaria habitada por uno de los grupos menores, el ekoi. Si hubiera existido algo parecido a la «dominación ibo» tan cacareada por la propaganda nigeriana, desde el comienzo mismo de la guerra, esta idea habría sido arrancada de raíz, ya que el plan solicitaba, asimismo, un cierto grado de autonomía para cada provincia y ocho de las veinte provincias contaban con una mayoría no ibo. Y, sin embargo, el plan fue acogido clamorosamente por la Asamblea (con mayoría ibo), bien recibido por el coronel Ojukwu y muy pronto se convirtió en ley.
Sobre dicha base, Arikpo declaró a Ojukwu que merecía un puesto ministerial, si bien este último opinó en forma distinta. Arikpo desapareció entonces, apareciendo de nuevo en Lagos en donde hoy se ocupa de la cartera de Asuntos Exteriores.
Y no quiere esto decir que Ojukwu tenga nada en contra de los hombres de la minoría para puestos de alta responsabilidad, al contrario, los portavoces de los grupos minoritarios tienen hoy más posibilidades de dejar oír su voz de lo que nunca tuvieron en el gobierno de la Región Este. El jefe del Estado Mayor, que actúa como Jefe de Estado en ausencia del coronel Ojukwu, el general de división Philip Effiong, es efik. El secretario en jefe y jefe supremo de los funcionarios civiles. N.U. Akpan, es ibibio. El diputado para Servicios Especiales y uno de los consejeros más próximos del coronel Ojukwu, el doctor S. J. Cookey, es un hombre que pertenece al Rivers, lo mismo que Ignatius Kogbara, representante de Biafra en Londres. El Consejo Ejecutivo, las misiones en el extranjero, los puestos ministeriales, los funcionarios, los equipos negociadores de la paz, cuentan todos con hombres de la minorías.
Irónicamente, las matanzas de 1966 y el tratamiento igualmente brutal empleado por el Ejército nigeriano en la presente guerra, para núcleos de población ibo y no ibo, han hecho mucho más para consolidar a Biafra como nación que cualquier otro factor. El desplazamiento de millones de refugiados, la mezcla de unos con otros, el sufrimiento común, el empobrecimiento colectivo, todo ello ha conseguido lo que los líderes de África habían intentado lograr durante años; porque han conseguido el nacimiento de una nación, a partir de una unión de pueblos.