ALGUNOS SOSPECHAN que el octavo y último cuento puede ser un fraude, que no corresponde al ciclo de la antigua leyenda, que es una historia más reciente preparada por algún cuentista hambriento de notoriedad.
En su estructura, es aceptable; pero no se advierte en él la habilidad narrativa de las otras historias. Hay que añadir, además, que es demasiado visiblemente un cuento. La referencia a distintos hechos es demasiado inteligente, y une distintos aspectos de la leyenda de un modo artificial.
Y sin embargo, mientras que en los otros cuentos —indudablemente legendarios— no puede encontrarse ninguna base histórica, esa base existe en éste.
Ya se sabe que uno de los mundos cerrados es un mundo de hormigas. Lo es hoy, y lo ha sido durante innumerables generaciones.
No hay prueba de que el mundo de las hormigas sea la patria de los perros, pero nada prueba tampoco lo contrario. El hecho de que distintas investigaciones no hayan descubierto hasta ahora ningún mundo que pueda considerarse el mundo original, parece indicar que el mundo de las hormigas es realmente el llamado Tierra.
Si es así, toda esperanza de encontrar mayores pruebas sobre el origen de la leyenda debe considerarse perdida. Pues sólo en ese primer mundo puede haber artefactos que revelen, más allá de toda duda, el origen de la leyenda. Solo allí podría encontrarse respuesta al problema básico de la existencia, o no existencia, del hombre. Si el mundo de las hormigas es la Tierra, entonces la ciudad cerrada de Ginebra y la casa en la colina de los Webster están perdidas para siempre.