POCO A POCO, a medida que se desenvuelve la leyenda, el lector adquiere una visión más clara de la raza humana. Poco a poco nace la convicción de que esa raza no puede ser sino producto de la fantasía. Una raza semejante nunca pudo haberse alzado desde los humildes comienzos a las eminencias de la cultura que esta leyenda le atribuye. Su naturaleza es esencialmente pobre.
Del mismo modo, su falta de estabilidad es un hecho evidente. Que haya vivido preocupada por la idea de una civilización mecánica y no por una cultura basada en conceptos más valiosos y sólidos, indica falta de carácter.
Y ahora, en este cuento, advertimos que sus medios de comunicación eran muy limitados. Situación que no favorecía ciertamente al progreso. La incapacidad del hombre para comprender y apreciar las ideas y los puntos de vista de sus semejantes tendría que haber sido un obstáculo invencible que ningún aumento de la capacidad mecánica podría derruir.
La prueba de que el hombre mismo sabía esto, es su ansiedad por conocer la filosofía de Juwain; pero nótese que no deseaba este conocimiento por la sabiduría que podría obtener, sino por el poder y la gloria que esa filosofía haría posibles. Esa filosofía era para el hombre un medio con el que podría progresar cien mil años en el espacio de dos generaciones.
Es evidente en estos cuentos que el hombre estaba corriendo una carrera, si no consigo mismo, con algún competidor invisible que le rozaba los talones. El hombre corría locamente detrás del poder y el conocimiento, pero no hay en ninguna parte señal alguna que indique qué haría una vez que los hubiese alcanzado.
Según la leyenda el hombre había dejado las cavernas un millón de años atrás. Y sólo doscientos años antes del tiempo en que se desarrolla esta quinta historia, había logrado eliminar el asesinato como parte fundamental de sus costumbres. Así pues, puede verse hasta dónde llegaba su salvajismo. Después de un millón de años, logra librarse del asesinato; y lo considera una gran hazaña.
Para la mayoría de los lectores será fácil, tras la lectura de este cuento, aceptar la teoría de Rover de que el hombre ha sido concebido deliberadamente como la antítesis del perro: una especie de criatura simbólica, una fábula social.
Subrayan todo esto las pruebas repetidas de la desorientación del hombre, su ir de acá para allá, su obstinación por crear un modo de vivir que continuamente lo elude, quizá porque él mismo no sabe exactamente qué quiere.