AUNQUE TODAVÍA casi enteramente extraño, en el segundo cuento resuena una nota más familiar que en el primero. Aquí el lector tiene la impresión de que la historia puede haber nacido en un campamento perruno, situación inverosímil con respecto al cuento anterior.
Se expresan aquí algunos de los conceptos éticos y morales que los perros han llegado a valorar. Aquí, también, hay un conflicto que un perro puede entender, aunque ese conflicto revele el deterioro moral y mental de su protagonista.
Por primera vez, también, aparece un personaje familiar: el robot. En el robot Jenkins, tal como lo presenta este cuento, nos encontramos con un individuo que durante miles de años ha sido favorito de los cachorros. Jenkins, según Tige, es el verdadero héroe de la leyenda. Ve en él la prolongación de la influencia del hombre luego de su desaparición. Un dispositivo mecánico mediante el cual el pensamiento humano continúa guiando a los perros.
Tenemos todavía nuestros robots, valiosas y amables creaciones que existen para un único propósito: proporcionarnos manos. No obstante, con el correr de los siglos el robot se ha convertido en algo tan íntimamente unido al perro que éste ya no mira a su robot como algo aparte.
La insistencia de Tige en afirmar que el robot es una invención del hombre, una herencia que hemos recibido de la raza humana, ha sido atacada duramente por la mayoría de los estudiosos de la leyenda.
La idea de que el robot fue construido y entregado a los perros como una ayuda para desenvolver su cultura, afirma Bounce, debe ser sumariamente rechazada en virtud de su mismo romanticismo. Se trata, sin duda, sostiene Bounce, de un recurso narrativo, y no se lo puede admitir sino como tal.
No hay modo de saber cómo los perros fabricaron los primeros robots. Aquellos pocos sabios que han dedicado algún tiempo a estudiar el desarrollo de estas máquinas señalan que su funcionamiento altamente especializado indica indudablemente que han sido inventadas por los perros. El hecho de que el trabajo de los robots sea tan especializado significa sin duda que han sido ideados y desarrollados por una raza para la cual ese trabajo resulta singularmente conveniente. Sólo el perro, afirman estos sabios, pudo haber construido una herramienta tan compleja y útil a la vez.
Decir que hoy los perros no pueden fabricar un robot, es caer en una petición de principio. Ningún perro puede hoy fabricar un robot porque no tiene necesidad de hacerlo, ya que los robots se fabrican a sí mismos. Evidentemente, cuando fue necesario, el perro fabricó el robot, y al mismo tiempo le dio un impulso reproductor que lo llevó a construir otras máquinas semejantes, solucionando así el problema de un modo típicamente perruno.
En este cuento, además, aparece una idea que persiste a lo largo de todo el ciclo, y que durante mucho tiempo ha confundido a los estudiosos y a la mayoría de los lectores. Según esta idea es posible salir físicamente de este mundo, cruzar el espacio, y llegar a otras tierras. Aunque la idea ha sido considerada ante todo producto de la fantasía —la que por supuesto siempre desempeña un papel importante en todas las leyendas—, se le han dedicado muchas horas de estudio. En casi todos los casos se ha confirmado que tal cosa es imposible. Una creencia semejante significaría que las estrellas que vemos durante la noche son mundos enormes situados a gran distancia del nuestro. Todos saben en cambio que son sólo luces que cuelgan en el cielo, y que en su mayoría están muy cerca de nosotros.
Bounce da lo que debe de ser la mejor explicación acerca del origen de esta idea de otros mundos. Se trata, afirma, de una deformación, introducida por un antiguo narrador, de los mundos poblados por duendes cuya existencia conocen los perros desde la más remota antigüedad.