EPÍLOGO FELIZ, CASI TRISTE
Unos meses después, María se casó con su primo Venancio en Madrid, y al año de casada tuvo un hijo, a quien llamaron Enrique, como a su abuelo.
El doctor Aracil volvió a España; había envejecido en poco tiempo y se mostraba más reconcentrado y más triste; solamente se le veía reír contemplando a su nietecillo. Iturrioz sigue siempre huraño y cada vez más raro, y Natalia envía a su amiga española cartas largas y tarjetas postales.
Y María pasea por la calle de Rosales con sus sobrinas, que ahora la llaman mamá, y con su hijo. Ha engrosado un poco y es una señora sedentaria y tranquila.