VI

EN LA PLAZA DEL MERCADO, Kramer estaba sentado al volante de un taxi, un viejo cacharro de alquiler. El propietario estaba echándose a perder la salud bebiendo en un bar cercano.

Había escogido el taxi porque la parada estaba cerca de los puestos de flores y quería echar un ojo al Dodge amarillo. Hasta ahora, no había pasado nada que mereciera la pena. El matón de Gershwin estaba apoyado indiferente en el maletero, agotado de escribir algunas palabras elementales en el polvo de la ventanilla trasera. El conductor estaba dormido.

Lo que, por asociación, recordó a Kramer que sufría los efectos de un sueño que le había atormentado hasta la llegada del pequeño Piet. Todavía quedaba un poco de resaca, como un taconeo en el fondo de su cráneo. Aún podía saborear su empalagoso dulzor. Gradualmente, unas cuantas imágenes volvieron a formarse en el ojo de su mente. Theresa Le Roux estaba caliente desde las cejas a los tobillos. Bajo las acacias a la orilla de un río marrón, con escarabajos brillando en los arbustos, le llamaba. El vestidito gris se deslizó solo. Los cierres de su sujetador púrpura se abrieron con un simple contacto. Pero cuando sus redondos pechos quedaron libres, el cosido del doctor Strydom se deshizo y le cayeron encima.

Dio un respingo. Ya iba siendo hora de que pensara correctamente sobre la señorita Le Roux.

Pero en ese momento divisó a Zondi dirigiéndose hacia él a través de los puestos de flores… y entre ellos se hallaba el Dodge. Una robusta ama de casa llamó a un bantú para que llevara algunas naranjas al aparcamiento que se encontraba más allá. Zondi hizo a un lado a los otros contendientes y se cargó la bolsa al hombro, cubriéndose con ella la cara cuando pasó junto al matón.

Soltó la bolsa no lejos de la fila de taxis, aceptó una moneda con una humilde sonrisa, y se acercó al matón sin que este le viera. Kramer alzó una mano para llamarle, para decirle que no funcionaría, pero luego cambió de opinión. Sería divertido ver que pasaría a continuación.

Casi al unísono, dos matronas mestizas comenzaron a discutir al lado del Dodge. El matón se asomó y un grupito de transeúntes empezó a congregarse alegremente. Los aplausos despertaron al conductor, quien salió del coche para unirse a su colega. Las obscenidades iban en aumento, pero Zondi vaciló. Los hombres de amarillo estaban aún demasiado cerca del coche.

Entonces un basurero indio detuvo su carrito de mano junto a Zondi. Obviamente quería unirse a la trifulca, pero en cambio se encontró con que tenía una moneda en el turbante y observó con asombro cómo Zondi avanzaba hacia la multitud llevándose su escoba.

Kramer puso en marcha el taxi, por si acaso. Con Zondi nunca se sabía qué podía pasar. Podía acabar siendo una situación muy desagradable.

Zondi se colocó rápidamente entre el matón y el conductor, se detuvo a medio metro de ellos, colocó el mango de la escoba entre ambos y empujó con todas sus fuerzas. Alcanzó a la mujer más grande entre las posaderas… fue como ser picado por un avestruz. Ella reaccionó por reflejo y soltó un práctico y devastador revés. La hebilla de su bolso cruzó la cara del matón antes de que volviera la cabeza. Y entonces el conductor recibió la suya. Los dos gritaron y se dirigieron hacia ella. La otra mujer dio un grito de alarma a todos los mestizos de los alrededores y la pelea comenzó.

Fue todo acción.

Excepto junto al Dodge. Allí, Zondi desplegaba una calma asombrosa mientras abría las puertas para examinar el interior. Escrutó cada pulgada de los quitasoles, hurgó en todas las grietas llenas de colillas, palpó los ceniceros, que estaban vacíos. Finalmente, algo en la guantera llamó su atención. Cerró cuidadosamente las puertas antes de agacharse para inspeccionar debajo del vehículo.

Salió sonriendo justo en el momento en que el guardia del mercado llegaba a la escena soplando frenéticamente un silbato de policía. Definitivamente, era una situación en la que contaban las prioridades. Kramer dejó el taxi para su conductor, y el alboroto para un agente indio que llegaba pedaleando su bicicleta. Zondi tenía una pista.