AGRADECIMIENTOS

Debo dar las gracias, en un orden aproximadamente cronológico, a las siguientes personas, sin las que este libro y este autor no habrían sido posibles.

A Agop Melkinian, que leyó mis primeros relatos, vio algo en ellos y desde entonces no me trató como el chico raro de dieciséis años que era, sino como un igual, un escritor. Ojalá pudiera ver este libro.

A mis profesoras de inglés de la First English Language de Sofía: la señora Yordanova, la señora Stoeva, la señora Vasseva. Y a la señora Boyadjieva que, en la primera clase, me pidió que formase una frase en inglés: «The apple is on the table». Podría haberme pedido que compusiera una sextina y quizá lo habría hecho mejor.

A la señora Marie Lavallard de la Fundación para el Intercambio de Estudiantes Internacionales de la Universidad de Arkansas, sin cuyo apoyo nunca habría podido estudiar en Estados Unidos.

A Ellen Gilchrist, que siempre nos defendió a mí y a mi escritura y que me enseñó que «escribir es reescribir». A mis primeros profesores de escritura creativa: Adam Prince y Mary Morrissy. A Chuck Argo, sin quien nunca habría pensado en escribir sobre Bulgaria. A John DuVal, cuya amistad y sabiduría me ayudaron a superar tiempos difíciles. A Davis McCombs, por su amabilidad. A Molly Giles, por su generosidad y sinceridad editorial. A Donald «Skip». Hays, que me enseñó mucho sobre la trama, la estructura y los personajes, y ofició mi boda. A su mujer, Patty, que generosamente aceptó ser la anfitriona de la ceremonia. A Kathleen y Collin Condray, y a Beth y Peter Horton, por su hospitalidad. Al doctor Slattery, que nunca me hace dar clase por la mañana. A mis profesores de psicología, el doctor Lohr y el doctor Freund. A mi viejo jefe Mike Williams.

A mis queridos amigos de Arkansas que, por suerte para mí, son demasiados para darles las gracias por separado. A mis amigos y compañeros de Denton, por todo su apoyo. A mis amigos búlgaros, que estuvieron junto a mí, a través de años y continentes: Botzata, Boyan y su familia, Ivcho, Oto, Traycho y Tsveti.

A mi agente, Sorche Fairbank, que creyó en estos relatos desde el principio, por su amistad, ayuda editorial y ánimo.

A la editora de este libro, Courtney Hodell, que pensó que los relatos eran prometedores antes de que estuvieran terminados y no se cansó hasta que lo estuvieron, que me enseñó mucho sobre la escritura y, como efecto secundario, me torturó enormemente. Tienes mi mayor gratitud.

A Mark Kortov, que siempre estaba dispuesto a ayudar. A Marion Duvert, Amanda Schoonmaker, Wah-Ming Chang, David Chesanow, Michelle Crehan, Jonathan Lippincott, Jennifer Carrow, Debra Helfand, Brian Gittis, Hanna Oswald y toda la gente de FSG que trabajó para que este libro fuera posible.

A Brett Lott, Donna Perrault y el personal de The Southern Review. A Paula Morris, Sabina Murray, Heidi Pitlor, Salman Rushdie, Andrew Blechman, Hannah Tinti. A las Fundaciones Walton Familiy y Lily Peter de la Universidad de Arkansas y a Bob y Louise Garnett por apoyarme como escritor.

A mi mujer, por todo su amor y su ánimo.

A mi familia en Bulgaria, pero especialmente a mis abuelas y abuelos. A mis padres. Oбичам в!

A mi querida Bulgaria, a la que siempre vuelvo en mis pensamientos. Y perdóname, hermoso idioma búlgaro, por contar historias en una lengua extranjera, una lengua que ahora siento dulce y cercana.

Gracias, amable lector, por leer.