De los tres textos reunidos en este volumen, dos de ellos —El coño de Irene y El instante— se cuentan entre los pocos que han llegado a conservarse de una novela que había de titularse La Défense de l’infini. Comenzada en Giverny en abril de 1923, la redacción de esta obra ocupó a Louis Aragon durante cuatro largos años, hasta que en 1927 él mismo destruyó el manuscrito. Entre las circunstancias que posiblemente le indujeron a tan drástica determinación ha de contarse en primer lugar la censura que la novela recibió en 1926 por parte del grupo surrealista, cuyos miembros reprocharon a Aragon el haber sucumbido a la tentación literaria, conminándole a no publicar el texto. Pese a no participar de las conclusiones de sus amigos, cuyas reservas hacia el género novelístico nunca compartió, Aragon, íntimamente ligado a André Bretón, accedió a sus presiones. Ello no supuso, sin embargo, el abandono inmediato de la novela. Se desconocen pues los motivos concretos que le dictaron la decisión, tomada un año después, de acabar con ella. Quizá tuvo algo que ver la actitud negativa respecto a la misma de Nancy Cunard, con quien Aragon mantenía entonces una intensa relación sentimental y con la que viajó a Andalucía en octubre de 1927. Existen indicios de que se hallaba presente cuando Aragon quemó el manuscrito de su texto sobre el parquet de la habitación de un hotel de Madrid. Según el propio Aragon, el manuscrito contaba entonces con cerca de mil quinientas hojas en las cuales se entrecruzaban las historias de alrededor de cien personajes. «Era una novela en la que se entraba por tantas puertas como personajes diferenciados había en ella […] Todas las novelas que he escrito antes o después de esta no han sido, en comparación, sino juegos de niños […] Se trataba del punto de encuentro, de la encrucijada en la que esta multiplicidad de personajes se confundía: como nace una sociedad. El infinito en el que convergen las paralelas […] La Défense de l’infini debía hacerme pasar (desembocar, mejor) de la novela tradicional que consiste en la historia de un hombre, a la novela de sociedad, en la que la cantidad misma de los personajes niega a cada uno el papel del héroe para crear el héroe colectivo». Así se expresaba Aragon acerca de su propio texto en la única ocasión en que, muchos años después de haberlo destruido, accedió a referirse extensamente al mismo. Al parecer, se trataba de un intento de innovar el género novelístico desde dentro, utilizando sus propios medios y exaltándolo como una forma esencial del lirismo a través de la cual se operaba una profunda crítica de la sociedad. A este respecto, en el texto ocupaba un lugar privilegiado la imagen del burdel, inspirada en La filosofía en el tocador del Marqués de Sade, y que constituía el centro último de atracción de los múltiples personajes.
Aunque nos sea imposible conocer la novela en su integridad, lo que se ha conservado de la misma nos proporciona una idea bastante precisa de sus características y de sus audacias. El amor desempeña en ella un papel fundamental. En el prefacio de 1924 a Le Libertinage, Aragon escribió a este respecto: «No tengo dificultad alguna en reconocer que no pienso en nada más que en el amor. Mi continua distracción por los dominios del espíritu, que tan a menudo suelen reprocharme, encuentra en esa afición única e incesante por el amor su auténtica razón de ser. No existe para mí idea alguna que el amor no eclipse. Por lo que a mí respecta, cuanto se opone al amor será aniquilado».
De hecho, el análisis de los comportamientos amorosos ocupa, en los fragmentos de La Défense que han sobrevivido, el centro del discurso. Se trataba de una obsesión que Aragon compartía con varios de sus amigos y que dará lugar a la publicación, en La Révolution Surréaliste, de «Recherches sur la sexualité», en 1928, y «Enquête sur l’amour», en 1929. El análisis de Aragon es conducido con el más absoluto rigor y enriquecido con un lenguaje erótico que el autor renueva con fortuna y cuyo uso reivindica en nombre de la plena libertad del escritor.
Por lo demás, y por lo que conocemos del texto, La Défense de l’infini escapa a toda clasificación. Sólo considerados aisladamente, textos como El coño de Irene y El instante pueden ser definidos como eróticos. En la medida, sin embargo, en que el erotismo es objeto en ellos de un admirable ejercicio de estilo, capaz de renovar el lenguaje propio del género dotándolo de una inmensa fuerza lírica y vivificándolo con una eficacísima imaginación, resulta legítimo y perfectamente coherente darles lugar dentro de una colección de narrativa erótica. De hecho, desde su primera publicación seudónima y clandestina en 1928, El coño de Irene figura como un clásico indiscutible del erotismo. Bajo el título de Irene, y presentado todavía con el seudónimo Albert de Routisie, el texto apareció ya en 1979 como el número 16 de esta misma colección. En la presente edición se le ha reintegrado el título original y se le han adjuntado dos nuevos textos. El instante, como se ha venido diciendo, constituye igualmente un fragmento de La Défense de l’infini. En cuanto a Las aventuras de Don Juan Lapolla Tiesa, de ningún modo puede asimilarse a La Défense. Se trata del esbozo, posterior a abril de 1929, de una nueva novela inspirada en la lectura de Las once mil vergas de Guillaume Apollinaire. Su inclusión en este volumen, destinado a reunir los textos narrativos eróticos de Aragon, no requiere mayor justificación. En cualquier caso, por lo que se refiere a El coño de Irene y Las aventuras de Don Juan Lapolla Tiesa, y aparte de las notas que acompañan cada texto, el lector encontrará al final del libro sendas noticias explicatorias, unas y otras a cargo de Edouard Ruiz, responsable de la excelente edición crítica de La Défense de l’infini (fragments), suivi de Les Aventures de Jean–Foutre La Bite, aparecida en la NRF de Gallimard en 1986 y que constituye la primera edición íntegra y documentada de los diversos fragmentos conservados de la novela. La edición consta de un total de nueve fragmentos: Le Con d’Irène, Voyageurs, Lettre à Francis Viélé-Griffin sur la destinée de l’homme, Je te déteste, univers, Le Cahier noir, Entrée des succubes, Moi l’abeille j’étais chevelure, L’Instant (todos pertenecientes a La Défense de l’infini) y Les aventures de Jean–Foutre La Bite. Por lo que respecta a El coño de Irene en particular, se han conservado en la presente edición los dos pórticos que acompañaban a la primera: el prefacio de Jean–Jacques Pauvert para la edición francesa autorizada en L’Or du Temps (Règine Deforgues, París, 1968) y la presentación de André Pieyre de Mandiargues redactada para la solapa de la misma edición. Se ha incluido, además, la reproducción de los cinco aguafuertes de André Masson que ilustraban la primera edición de El coño de Irene en 1928.