II División Blindada. Compuesta en un principio por unos dieciocho mil soldados —en algunos momentos contó con casi veinte mil—. Desde su creación en 1943 hasta su disolución en 1946, se enrolaron en ella cerca de tres mil quinientos españoles, los cuales fueron distribuidos según el principio de que no superasen el quince por ciento en cada compañía. La excepción se produjo en el III Batallón del Regimiento de Marcha del Tchad, bajo el mando del teniente coronel Joseph Puzt, en el que en tres de sus compañías (la 10.ª, 11.ª y 12.ª) los españoles alcanzaron el cincuenta por ciento y en una (La Nueve) los españoles eran la totalidad. La División fue disuelta el 1 de abril de 1946 y no volvió a crearse hasta 1979. Los nombres de sus héroes muertos los puede encontrar el lector en el monumento elevado a Leclerc y a la II División Blindada en la Puerta de Orleans, París. En él se distinguen perfectamente los republicanos españoles caídos en combate.
La Legión Extranjera. Debido a las características del reclutamiento de sus soldados, el periodo desde 1939 a 1943 tuvo un marcado signo español. Terminada la II Guerra Mundial, los alemanes e italianos buscaron refugio en sus filas y sus nacionalidades se convirtieron en predominantes hasta 1956, cuando la invasión soviética de Hungría provocó que el tinte de la Legión cambiara. Después del fin de la Guerra Civil española, se cifran en cerca de cinco mil los exiliados encuadrados en sus regimientos. Aunque el criterio de no superar el quince por ciento en cada compañía se mantenía (y aún pervive para evitar la creación de mafias o grupos de presión de una nacionalidad determinada), la 13.ª Semibrigada —unidad militar que fue la primera en unirse a las fuerzas de la Francia Libre—, desde Narvik, albergó republicanos españoles en una proporción cercana al cincuenta por ciento, y el resto estaba constituido por exiliados de otros países en los que había triunfado el fascismo —principalmente exbrigadistas internacionales—, por lo que podría decirse que fue una unidad militar que combatió por planteamientos políticos más allá de su lema «Honor y Fidelidad».
Corp Franc d’Afrique. Unidad cercana a los seis mil soldados, al mando del general Joseph de Goislard de Monsabert, que se encuadró dentro del VIII Ejército británico para combatir al Afrika Korps. Sus misiones principales consistieron en el ataque a la retaguardia nazi. Su composición puede cifrarse en un cincuenta por ciento de franceses, principalmente nacidos en Argelia, y en la otra mitad de españoles provenientes de los campos de refugiados. Derrotado el Afrika Korps, sus soldados se distribuyeron entre la I División Ligera, la II División Blindada y la Legión Extranjera.
1.ª División Ligera. Combatió en Narvik y en la campaña contra el Afrika Korps integrada en el VIII Ejército británico del mariscal Motgomery. Después emprendió la liberación de Sicilia y de Italia, hasta Roma. A continuación, integrada en el 1.º Ejército Francés a las órdenes del mariscal Jean de Lattre de Tassigny, desembarcó en Provenza y prosiguió el avance hacia Estrasburgo, entró en Alemania y penetró en Austria. En sus filas se enrolaron unos tres mil españoles, casi todos de los campos de internamiento del norte de África. Hay que reseñar que fue una de las unidades con más bajas en sus filas —cuatro mil— de todas las nacionalidades que abrazaron la causa de la Francia Libre y los cuerpos de sus héroes descansan en más de ochenta cementerios distribuidos a lo largo de los escenarios en los que combatió.
Spanish Company Number One. Formada en Inglaterra íntegramente por los republicanos españoles que se negaron a sumarse al llamamiento De Gaulle. Sus soldados provenían de la Legión Extranjera y de la 185.ª Compañía de Trabajadores Extranjeros y fueron asignados al Royal Pioneer Corps. Como nota anecdótica, fue la primera unidad que entró en París, después de la II División Blindada.
Resistencia francesa. Los republicanos españoles combatieron en tres organizaciones. En la principal, la Agrupación de Guerrilleros Españoles, se integraron doce mil distribuidos en siete brigadas: 1.ª, la de Carcassonne; 2.ª, la de Perpiñán; 3.ª, la Foix; 4.ª, la de Toulouse; 5.ª, la de Auch; 6.ª, la de Tarbes; 7.ª, la de Pau. En importancia numérica le sigue el MUR (Mouvements Unis de Résistance), que encuadró a los grupos Combat, Libération y otras organizaciones gaullistas y consiguió aglutinar a cuatro mil exiliados. Es necesario nombrar a las brigadas Libertad y Guernica que combatieron a la Wehrmacht en Punta de Grave. En último lugar citaremos a los resistentes parisinos de las Fuerzas Francesas del Interior, donde militaron cerca de mil españoles.
Ejército Rojo. Aunque las autoridades del Kremlin, como regla general, no aceptaron extranjeros en su ejército, muchos republicanos españoles engrosaron sus filas. Fueron cerca del millar, de los que fallecieron ciento sesenta. Se formaron en la Academia Militar de Voroshilov y combatieron en Stalingrado (como, por ejemplo, el teniente Rubén Ruiz Ibárruri) o en Leningrado (el 3.º Batallón contó con cien, de los que fallecieron ochenta). Algunos consiguieron llegar a Berlín (los tenientes Manuel Alberdi González y Alberto Rejas Ibárruri, por citar alguno de los más significativos). Es necesario nombrar también a los que se encontraban enrolados en la aviación, como pilotos de cazas, en la 1.ª Brigada Aérea Especial de Guarda fronteras, en la que se distinguió Manuel Zarauza como el que más aviones alemanes derribara, por lo que fue condecorado con la Orden de Lenin.
Partisanos en el Este. Muchos de ellos formados en la Academia de Frunze, actuaron principalmente en Rumanía, Yugoslavia, Ucrania (Jarkov, mar de Arzov y Crimea), Rusia, Bielorrusia y Crimea (Georgia, Armenia, Azerbayán y la península de Kubán). Citaremos la «Brigada de guerrilleros españoles para misiones especiales» creada con el beneplácito del entonces miembro del Comité Militar del Frente Sudeste, Nikita Kruschev, y que se denominó Brigada Stárinov-Ungría. También contaron con una importante participación española la Brigada Medvédev, en Ucrania; la Brigada Alekseev, en Kalinin, y la brigada que actuó en Voroshilov al mando del español Francisco Gullón. Por último, señalamos que una compañía de jóvenes milicianos españoles, entre los que se encontraban mujeres, defendió el Kremlin y la Plaza Roja durante el asedio a Moscú. Fueron ciento veinticinco y se habían formado en la Escuela Leninista de Planiérsnaya.
Ejército USA. También los republicanos del exilio en Estados Unidos se enrolaron en las compañías militares norteamericanas y combatieron en el Pacífico. La más significativa fue una compañía con ciento diez españoles al mando del capitán Carranza —nacionalizado norteamericano, pero de origen mexicano y de padres vizcaínos—, quien participó en la batalla de Guadalcanal, secundado por sus jefes de sección, los tenientes Nemesio Aguirre, Fernández Bakaicoa y Juanma. Destacó en ella Ramón de la Sota, que obtuvo por su valor y heroísmo las medallas Purple Heart (el Corazón Púrpura) y Silver Cross of Star (la Estrella de Plata). Sin embargo, en cuanto el Gobierno de Estados Unidos reconoció al régimen de Franco, devolvió aquellas condecoraciones con una atenta nota en la que les indicaba el lugar de la anatomía humana en el que se las podían guardar. También hubo exiliados en las unidades que combatieron en Saipán, Guam y las Islas Carolinas, pero su presencia fue testimonial.
División Azul. Es probable que alguien se pregunte con qué criterio esta formación militar se incluye en la presente relación. Lo cierto es que, aunque se constituyó para apoyar al III Reich y a su Führer, muchos republicanos se alistaron en ella. Sus motivos fueron de lo más variopinto: aminorar las penas de sus familiares prisioneros, limpiar su nombre ante el nuevo régimen o esperar la oportunidad para desertar en suelo extranjero (en este punto, las cifras oscilan en algo más de doscientos). Uno de los casos más rocambolescos fue el de Palito (llamado así por tener inutilizadas las articulaciones de un dedo, lo que provocaba la rigidez de sus falanges), quien, después de combatir en las filas de la División Azul, desertó y se enroló en las fuerzas de Leclerc en el norte de África. Desembarcó en Normandía y prosiguió la gesta de la II División Blindada hasta Berchtesgaden encuadrado en la sección del teniente Michel Iriart.
Compañía de Trabajadores Extranjeros. El decreto francés del 12 de abril de 1939 obligó a los exiliados políticos en sus tierras a elegir entre la Legión Extranjera, los Batallones de Marcha de Voluntarios Extranjeros o las Compañías de Trabajo. Estas, al comienzo de la II Guerra Mundial, estaban compuestas por veinte mil exiliados españoles, pero ese número se fue incrementando hasta llegar a más de cincuenta mil. Su destino inicial fue la Línea Maginot, donde se destinó a doce mil en lo que se denominó el Primer Frente, a los que se añadieron otros treinta mil desde la Línea Maginot al Loira. Sus misiones consistieron en la construcción de blocaos, búnkeres, trincheras y casamatas, siempre bajo la jurisdicción militar.
La Nueve. Aunque estaba incluida en la II División Blindada y ya se ha hablado de ella, es necesario dedicarle un apartado para honrar a los veintitrés exiliados republicanos españoles caídos —desde Normandía a Berchtesgaden—: Antonio Almendro, Bernardo Benítez, Manuel Bullosa, Juan Cañero, Antonio Cariño, Luis del Águila, José Diez, Manuel Francisco Riguera, Agustín González, Roberto Helio, José Lafuente, Francisco Lechado, Nicolás López Sánchez, Antonio Martínez, Mateo Mestras Pérez, Pablo Moraga, Manuel Morillas, Constantino Pujol, Manuel Sánchez, Alicio Vázquez, José Reinaldo Sánchez, Ramón David (Fábregas) y, posiblemente, Miguel Campos. Los heridos en acciones de guerra —algunos hasta dos veces, como Fermín Pujol— alcanzaron la cifra de noventa y siete. Solamente dieciséis llegaron intactos —sin caer enfermos ni heridos— a Berchtesgaden, del más del centenar y medio que desembarcó en Normandía. Se han dicho muchas cosas de esta unidad y de sus hombres, pero las palabras que mejor definen a la compañía y su espíritu fueron pronunciadas por Víctor Lantes en el 2005 y recogidas por Evelyn Mesquida en su libro La Nueve: «Todo el mundo luchaba, hay que decirlo, pero es verdad que cuando había expediciones difíciles, casi siempre enviaban a La Nueve. La Nueve era una compañía aparte. Una compañía donde además de saber luchar, se tocaba la guitarra, se cantaba flamenco o las canciones de la Guerra Civil…». O como recuerdan los veteranos oficiales franceses de la II División Blindada: «¡Ah, La Nueve! Sabían luchar. No retrocedían nunca. No cedían ni un palmo del terreno conquistado. Iban siempre delante».