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DE ILLINOIS A SAN QUIRICO.
LA CRISIS NINJA

SAN QUIRICO

Tengo una casa cerca de Barcelona, en un pueblo muy bonito, San Quirico. Es la casa familiar, a la que mi mujer y yo, nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros amigos y todos los que han pasado por ella le tienen un gran cariño.

Es una casa grande, hecha con mucha ilusión. Al arquitecto solo le dimos dos instrucciones: que hubiera muchas camas y muchos cuartos de baño. Veníamos de una casa alquilada por allí cerca, donde las colas en la puerta del único cuarto de baño eran muy frecuentes y muy largas. Salió una casa con veintidós camas y siete cuartos de baño. Como la familia ha seguido creciendo, a veces hay que recorrer varios lavabos antes de encontrar uno libre.

El constructor estuvo dos semanas pensando qué orientación debía tener para aprovechar mejor el sol. Y acertó.

Mi mujer y yo seguimos las obras muy de cerca. Desde el día en que cortaron el primer árbol hasta la primera noche en que dormimos allí, pasó un año.

Nos metimos como pudimos, pero nos metimos.

Luego ha pasado el tiempo. Las paredes están llenas de cosas que hemos ido trayendo todos: recuerdos de nuestros viajes, la colección de campanillas, la colección de botijos, las vírgenes que hemos ido comprando por los anticuarios de la zona para las habitaciones, los muebles de nuestros padres… todo ha hecho que allí se esté muy bien. La casa resulta muy acogedora.

San Quirico está a setecientos metros de altura. En invierno hace frío. La calefacción funciona muy bien. No hay cosa que me guste más que llegar un viernes por la noche allí, que descargue una tormenta fuerte y que llueva todo el fin de semana. Se está en la gloria.  

Mi mujer y yo hemos procurado que nuestra casa estuviese siempre muy abierta a todo el mundo, a nuestra familia cercana y lejana, a nuestros amigos, a los amigos de nuestros amigos y a los amigos de nuestros hijos. Como tenemos muchos, la casa siempre ha estado a rebosar de gente conocida y de algún amigo desconocido. Muchas veces ha dormido en casa gente que no sabíamos ni quién era. Parece que algún hijo sí lo sabía, de manera que más o menos estaba todo controlado.

Cuando llegamos no había Internet. Ni existía. En mi despacho de Barcelona no teníamos ordenador. Me acuerdo del día en que mis dos hijos mayores, que trabajaban conmigo, vinieron a verme con cara seria y me dijeron: «Papá, hay que comprar un ordenador». Yo les contesté: «¡Pero si ya tenemos una máquina de escribir eléctrica!». Y lo dije con muy buena voluntad, pensando que lo del ordenador era un capricho de aquellos chavales. Aún se ríen cuando lo recuerdan.

Ahora tenemos ADSL. Y, además, tenemos tranquilidad, y en San Quirico pensamos, trabajamos, nos reímos, descansamos.

En una casa así tiene que haber un perro. Helmut es nuestro animal de compañía, un bobtail al que no se le ven los ojos por el pelo que tiene y al que le da vergüenza salir a la calle cuando le han lavado y está limpio. Mi mujer dice que «animal de compañía», en el caso de Helmut, quiere decir que es un perro que quiere que le hagan compañía. Por eso nos sigue a todas partes, y cuando cambiamos de sillón él se mueve también para estar cerca y poder dormir tranquilo.

Además, tenemos un petirrojo. Bueno, no lo tenemos, pero como si lo tuviéramos. En San Quirico, normalmente, la puerta de la casa está abierta. A primera hora de la mañana el petirrojo entra y pasea por dentro, haciendo pequeños vuelos para subirse a la lavadora, a la mesa de mi despacho, a la televisión. Mientras desayuno, oigo el ruido que hace al picotear la comida de Helmut. Está todo el día con nosotros, y al caer la tarde se va a su casa a cotillear con los otros petirrojos y supongo que a contarles cosas de nuestra familia.

MIS AMIGOS

En San Quirico nos conocemos todos. El pueblo lo forman una plaza y una calle, en lo alto de una montaña. Cuando llegamos la plaza se llamaba «del Generalísimo Franco», y la calle, «José Antonio Primo de Rivera». Los tiempos cambiaron y cambiaron también los nombres. El cura del pueblo, un hombre mayor, con mucho sentido común, dijo a los del Ayuntamiento: «Yo pondría unos nombres que no hubiera que cambiar dentro de unos años». Le hicieron caso: hoy la plaza es «la plaza de la Iglesia», y la calle, «la calle Mayor».

Nosotros tenemos la casa en la montaña de al lado. Se baja a la carretera, se andan trescientos metros y se sube a nuestra casa, que está rodeada por otras lo suficientemente cercanas como para estar acompañado y lo suficientemente lejanas como para no molestarnos.

La gente es majísima. El bilingüismo, una realidad desde siempre. Cada uno habla en el idioma en el que se siente más cómodo y nunca ha habido problemas. Un vecino mío se me quejaba un día: «Yo había leído que a los vecinos se les iba a ver para pedirles huevos y sal, y tú no has venido nunca».

Los vecinos son de dos tipos: los del pueblo y los «veraneantes», que, como es nuestro caso, pasamos medio año allí. A veces, en casa dicen que vivimos en San Quirico y vamos de vez en cuando a Barcelona.

Dos tipos de personas, pero muy mezclados. En el supermercado coincidimos todos, lo mismo que en el bar y en la iglesia, los sábados en misa de ocho de la tarde. «Pasamos lista» sin darnos cuenta: «¿Qué le pasará a fulano? Hace dos semanas que no le vemos».

Por supuesto, y a pesar de las habladurías, el San Quirico real no tiene caja de ahorros. Tiene un cajero automático que con mucha frecuencia no funciona. Aprovechamos la ocasión para ir al pueblo de al lado, a encontrarnos allí con los de San Quirico y seguir hablando de las mismas cosas.

A la salida de misa me encuentro con uno del pueblo. Somos muy amigos. Tiene una empresa en un pueblecito de al lado. Es un poco más joven que yo, y, con una cierta frecuencia, nos vemos y charlamos de cosas. Como dice él, «arreglamos el mundo y luego nos vamos a trabajar». Es un hombre muy generoso. Cuando mis hijos eran pequeños, nos guardaba en su almacén los juguetes de Reyes. Luego los subía él mismo en un camión a nuestra casa. Le queremos todos mucho.

Me dice que quiere hablar conmigo, que está preocupado por cómo va todo. Que lee el periódico y que no entiende muchas cosas, que todo son malas noticias, que no sabe si es que se juntan las malas noticias por casualidad o porque todo está relacionado o porque hay una conspiración global. Leyó hace poco un libro sobre una organización que, dicen, aspira a apoderarse del gobierno mundial: «Al principio me pareció un cuento, pero ahora estoy empezando a dudar», confiesa.

Me pregunta: «Oye, esto de la globalización ¿es bueno o es malo? ¿Qué hago con mi negocio? Y sobre todo, ¿qué hago con mi familia?». Y suelta esa exclamación que a mí me hace mucha gracia por lo que luego explicaré: «¡¿Qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?!».

Un sábado a las nueve menos cuarto de la noche no es momento de arreglar el mundo y decidimos que el mundo, aunque esté mal, puede esperar a la semana siguiente. Aunque a la velocidad que va todo, esa semana pueden pasar muchas cosas…

LA LLAMADA DEL LUNES A LAS OCHO Y MEDIA

Parecía que podíamos esperar una semana. Pues no. Porque, por una de esas cosas extrañas que suceden en la vida, hace unos meses se me ocurrió escribir un documentillo o informe que titulé Crisis 2007-2008 y que ahora he retitulado La Crisis Ninja, no por afán de originalidad o de marketing, sino porque pienso que todo esto empezó con los ninjas americanos y porque no veo nada claro cuándo acabará. Enseguida explicaré lo de los ninjas y el porqué no sabemos cuándo llegará el fin.

El método científico que utilicé fue el de entender, cortar y pegar. No hay nada original mío. Utilicé el material que me iba pasando por las manos y fui poniéndolo en orden para entenderlo. Me puse una condición: no escribir nada (no copiar nada, sería más exacto) si no lo entendía. Lo propio, por tanto, es la manera de cortar y pegar que he seguido. Y si se quiere, la forma de ordenarlo. Nada más.

Era un documento para mí, por lo que no me preocupaba nada si era exacto o no, si copiaba literalmente o no, o si era completo o incompleto. Lo único original eran los comentarios que iba poniendo, cuando, al cabo de unos cuantos apuntes, me parecía que ya tenía una opinión formada sobre aquello.

Lo que pasa es que Internet existe y se me escapó de las manos. Después de dar varias vueltas entre Barcelona y algunos sitios cercanos y otros lejanos del globo, llegó a la mesa de mi amigo de San Quirico, que, inquieto, me llamó el lunes a las ocho y media de la mañana: «Leopoldo, ¿es verdad lo que dice esta nota?». Y acto seguido me estropeó el desayuno soltándome un rollo tremendo sobre la globalización, la interacción a todos los niveles, los poderes ocultos, la opacidad fiscal y mi ingenuidad (única cosa a la que asentí sin problemas) al no darme cuenta de lo que estaba pasando. «¡Somos peones en una gran guerra! ¡Esta gente nos maneja a su antojo! ¿Cómo es que no te has dado cuenta?».

A mí, siempre que hablan de «esta gente» me desconciertan, no sé si porque soy incapaz de ver más allá de mis narices, o porque los árboles no me dejan ver el bosque o porque en mi casa me enseñaron que había que pensar bien de todo el mundo. Y lo que me está diciendo mi amigo es no solo que no hay que pensar bien de todo el mundo, sino que lo más prudente es pensar mal. Y además, no solo mal, sino que tengo que hacer un esfuerzo para comprender lo organizadamente que actúan las personas de las que tengo que pensar mal. Y claro, así no hay quién desayune —ni viva— en paz. Como ya son las nueve y mi amigo no parece que vaya a callarse nunca, le interrumpo y quedo con él para desayunar el sábado, pero mientras llega ese día, os explico de dónde ha salido el dichoso informe y qué decía.

EL ORIGEN DEL INFORME O CÓMO SE HA ORGANIZADO TODO ESTE LÍO EN EL QUE ME HE METIDO

Hace tres o cuatro años empecé a escribir, para mí, un diccionario. Siguiendo el método a que me he referido antes (entender, copiar y pegar), fui poniendo voces sin ningún criterio. Veía un término en un periódico, y si lo entendía lo copiaba. El diccionario empezó así y ahora tiene unas seiscientas voces. Repito lo de «sin ningún criterio», porque hay voces tales como «Banco Central Europeo» y otros como «boliburgueses» (revolucionarios venezolanos enriquecidos con la revolución).

Algún amigo mío ha dicho que es un diccionario con un enfoque socio-político-económico y otro le puso el nombre de Diccionario dinámico de vocablos (DDV), que es como le llamamos ahora. Lo de «dinámico» viene de que es un diccionario «vivo»: le añado vocablos, elimino o corrijo alguno si descubro que estaba equivocado. Es decir, la pretensión es mantenerlo actualizado, cosa que voy haciendo sin prisa pero sin pausa.

Es muy importante insistir, aunque me digáis que soy un pelmazo, en que el diccionario era para mí. No me preocupaba la exactitud, porque si estaba mal, lo cambiaba y ya está.

Todos los meses se lo enviaba a los de mi despacho, aunque creo que no lo miraron nunca. Uno me contestaba diciendo: «Muchas gracias, Leopoldo. Un abrazo», pero no puedo asegurar que dedicase un solo minuto a su lectura o a consultar algún concepto.

Llegó febrero de 2008 y empecé a oír hablar de que había problemas en el mundo. Yo leo dos periódicos al día, uno generalista y otro económico, y todas las semanas leo Time, una revista americana a la que me aficioné —en mi casa dicen que me hice adicto— cuando viví en Estados Unidos. Esto me hace ver lo mayor que me he vuelto. El primer número que tengo es el de la semana en que asesinaron al presidente Kennedy. Para aquellos lectores jóvenes que no habían nacido el año en que mataron a Kennedy (por ejemplo, la mayoría de mis hijos y todos mis nietos), les diré que murió el 22 de noviembre de 1963. Desde entonces leo Time.

En los momentos en los que se empezaba a hablar de los problemas económicos, en el IESE (Instituto de Estudios Superiores de la Empresa), una escuela de negocios en la que trabajé durante treinta y un años, hubo un par de reuniones muy interesantes con el equipo económico que luego se recogieron en una publicación breve, pero muy buena. Fui a las reuniones y leí la publicación.

Y llegó el viernes y me fui a San Quirico. Y el domingo, después de comer, empecé a intentar poner las cosas en orden, para ver si me aclaraba.

Y salió lo que viene a continuación. Pero antes de que lo leáis, quiero que quede claro que yo no sé nada de economía. Alguien me ha dicho: «¡Qué humilde es usted, don Leopoldo!». Pues no, no es humildad. Es la pura realidad.

Yo estudié en Terrassa, cuando se llamaba Tarrasa, en la escuela industrial, la carrera de ingeniero de industrias textiles, y eso es lo que soy. Bueno, es lo que era, porque ahora a los ingenieros de industrias textiles se nos llama ingenieros industriales.

Ese es mí currículum o, como dicen los cursis, mi background. Evidentemente, luego he hecho muchas más cosas, ninguna de ellas relacionada con el análisis económico. Y desde luego, en ningún caso nada que tenga que ver ni de lejos con una crisis financiera.

El otro día me acordé de que tengo algo más. Mi mujer, que es fenomenal, me dijo: «Pero tú, ¿no empezaste Económicas?». ¡Resulta que sí!

Era el curso 1954-1955. Yo estudiaba Ingeniería y pensé que, quizá, me podía interesar matricularme, además, en Económicas. Me parece que era la primera promoción en Barcelona y que había un profesor jovencillo que se llamaba Fabián Estapé. No estoy nada seguro. He recordado que aprobé dos asignaturas de primer curso. Una era derecho civil y de la otra no tengo ni idea. Luego falleció mi padre, dejé Económicas y acabé como pude la carrera de ingeniero.

En resumen: que si queréis adornar mi currículum, podéis decir que soy ingeniero industrial y que tengo «estudios de Ciencias Económicas». Si os preguntan qué estudios son esos, mejor que os calléis.

Seguramente me he ido por las ramas. Ya vuelvo al concepto Crisis 2007-2008, que ahora se llama Crisis Ninja, por lo que veréis inmediatamente. He aquí el informe sobre la crisis.

EL INFORME SOBRE LA CRISIS (I): LA CRISIS NINJA

La historia es la siguiente:

  1. 2001. Explosión de la burbuja Internet.
  2. La Reserva Federal de Estados Unidos baja en dos años el precio del dinero del 6,5 al 1%.
  3. Esto dopa a un mercado que empezaba a despegar: el mercado inmobiliario.
  4. En diez años, el precio real de las viviendas se multiplica por dos en Estados Unidos.
  5. Durante años, los tipos de interés vigentes en los mercados financieros internacionales han sido excepcionalmente bajos.
  6. Esto propició que los bancos se dieran cuenta de que el negocio se les hacía más pequeño:
    1. Daban préstamos a un bajo interés.
    2. Pagaban algo por los depósitos de los clientes (cero si el depósito está en cuenta corriente, y si además cobran comisión de mantenimiento, pagaban «menos algo»).
    3. Pero, con todo, el margen de intermediación («a» menos «b») decrecía.
  7. A alguien entonces, en América, se le ocurrió que los bancos tenían que hacer dos cosas:
    1. Dar préstamos más arriesgados, por los que podrían cobrar más intereses.
    2. Compensar el bajo margen aumentando el número de operaciones (1.000 x poco es más que 100 x poco).
  8. En cuanto a lo primero (créditos más arriesgados), decidieron:
    1. Ofrecer hipotecas a un tipo de clientes: los ninja (no income, no Job, no assets; o sea, personas sin ingresos fijos, sin empleo fijo, sin propiedades).
    2. Cobrarles más intereses, porque había más riesgo.
    3. Aprovechar el boom inmobiliario.
    4. Además, llenos de entusiasmo, decidieron con ceder créditos hipotecarios por un valor superior al valor de la casa que compraba el ninja, porque, con el citado boom inmobiliario, esa casa, en pocos meses, valdría más que la cantidad dada en préstamo.
    5. A este tipo de hipotecas, les llamaron «hipotecas subprime»
      • Se llaman «hipotecas prime» las que tienen poco riesgo de impago. En una escala de clasificación entre 300 y 850 puntos, las hipotecas prime están valoradas entre 850 puntos las mejores y 620 las menos buenas.
      • Se llaman «hipotecas subprime» las que tienen más riesgo de impago y están valoradas entre 620 las menos buenas y 300 las malas.
    6. Además, como la economía americana iba muy bien, el deudor hoy insolvente podría encontrar trabajo y pagar la deuda sin problemas.
    7. Este planteamiento fue bien durante algunos años. En esos años, los ninja iban pagando los plazos de la hipoteca y, además, como les habían dado más dinero del que valía su casa, se compraron un coche, reformaron la casa y se fueron de vacaciones con la familia. Todo ello, seguramente, a plazos, con el dinero de más que habían cobrado y, en algún caso, con lo que les pagaban en algún empleo o chapuza que habían conseguido.

    Al llegar aquí, me salió del alma el comentario que pongo a continuación (en el recuadro). Como, a medida que iba avanzando, me salían más cosas del alma, fui poniendo comentarios que revelan mi estado de ánimo aquel domingo por la tarde en San Quirico. Algunos salían del alma y otros del estómago. Estos últimos procuré no ponerlos o ponerlos después de llevarlos al alma.

    Como anochecía pronto, el petirrojo ya se había ido a su casa y Helmut, como de costumbre, dormía profundamente.

  9. En cuanto a lo segundo (aumento del número de operaciones):
    1. Como los bancos iban dando muchos préstamos hipotecarios, se les acababa el dinero. La solución fue muy fácil: acudir a bancos extranjeros para que les prestasen dinero, porque para algo está la globalización. Con ello, el dinero que yo, hoy por la mañana, he ingresado en la oficina central de la caja de ahorros de San Quirico de Safaja puede estar esa misma tarde en Illinois, porque allí hay un banco al que mi caja de ahorros le ha prestado mi dinero para que se lo preste a un ninja. Por supuesto, el de Illinois no sabe que el dinero le llega desde mi pueblo, y yo no sé que mi dinero, depositado en una entidad seria como es mi caja de ahorros, empieza a estar en un cierto riesgo. Tampoco lo sabe el director de la oficina de mi caja, que sabe —y presume— de que trabaja en una institución seria. Tampoco lo sabe el presidente de la caja de ahorros, que solo sabe que tiene invertida una parte del dinero de sus inversores en un banco importante de Estados Unidos.
  10. Además, resulta que existen las Normas de Basilea, que exigen a los bancos de todo el mundo que tengan un capital mínimo en relación con sus activos. Simplificando mucho, el balance del banco de Illinois es:

    Las Normas de Basilea exigen que el capital de ese banco no sea inferior a un determinado porcentaje del activo. Entonces, si el banco está pidiendo dinero a otros bancos y dando muchos créditos, el porcentaje de capital sobre el activo de ese banco baja y no cumple con las citadas Normas de Basilea.

     

    Cuando di a leer este texto a mi mujer, me dijo: «Deberías explicar un poco lo del activo y lo del pasivo, porque puede haber gente muy digna que no sepa lo que es. En ningún sitio he leído que sea obligatorio saberlo». Y como casi siempre tiene razón, pues quedamos en que en otra parte del libro lo explicaría.

  11. Hay que inventar algo nuevo. Y eso nuevo se llama titulización: el banco de Illinois «empaqueta» las hipotecas —prime y subprime— en paquetes que se llaman MBS (Mortgage Backed Securities, o sea, obligaciones garantizadas por hipotecas). Es decir, donde antes tenía mil hipotecas «sueltas», dentro de la cuenta «Créditos concedidos», ahora tiene diez paquetes de cien hipotecas cada uno, en los que hay de todo: bueno (prime) y malo (subprime), como en la viña del Señor.
  12. El banco de Illinois va y vende rápidamente esos diez paquetes:
    1. ¿Dónde va el dinero que obtiene por esos paquetes? Va al activo, a la cuenta de «Dinero en caja», que aumenta, disminuyendo por el mismo importe la cuenta «Créditos concedidos», con lo cual la proporción Capital/Créditos concedidos mejora y el balance del banco cumple con las Normas de Basilea.
    2. Quién compra esos paquetes y además lo hace rápidamente para que el banco de Illinois «limpie» su balance de forma inmediata? ¡Muy buena pregunta! El banco de Illinois crea unas entidades filiales, los conduits, que no son sociedades, sino trusts o fondos, y que por ello no tienen obligación de consolidar sus balances con los del banco matriz. Es decir, de repente aparecen en el mercado dos tipos de entidades:
      • El banco de Illinois, con la cara limpia.
      • El Chicago Trust Corporation (o el nombre que le queráis poner), con el siguiente balance:

  13. ¿Cómo se financian los conduits? En otras palabras, ¿de dónde sacan dinero para comprar al banco de Illinois los paquetes de hipotecas? De varios sitios:
    1. Mediante créditos de otros bancos.
    2. Contratando los servicios de bancos de inversión que pueden vender esos MBS a fondos de inversión, sociedades de capital riesgo, aseguradoras, financieras, sociedades patrimoniales de una familia, etc.
    3. Lo que pasa es que, para ser financieramente correctos, los conduits o MBS tenían que ser bien calificados por las agencias de rating, que dan calificaciones en función de la solvencia. Estas calificaciones dicen: «A esta empresa, a este Estado, a esta organización se le puede prestar dinero sin riesgo», o «tengan cuidado con estos otros porque se arriesga usted a que no le paguen».
    4. Incluyo aquí lo que decía el vocablo rating de este diccionario, para que lo tengáis todo en el mismo bloque:
       
      RATING. Calificación crediticia de una compañía o una institución, hecha por una agencia especializada. En España, la agencia líder en este campo es Fitch Ratings.
      Los niveles son:
      AAA, el máximo
      AA
      A
      BBB
      BB
      Otros, pero son muy malos.
       
    5. Las agencias de rating otorgaban estas calificaciones o les daban otros nombres, más sofisticados, pero que, al final, dicen lo mismo. Llamaban:
      • Investment grade, a los MBS que representaban hipotecas prime, o sea, las de menos riesgo (serían las AAA, AA y A).
      • Mezzanine, a las intermedias (supongo que las BBB y quizá las BB).
      • Equity, a las malas, de alto riesgo, o sea, a las subprime, que en este tinglado son las protagonistas.
    6. Los bancos de inversión colocaban fácilmente las mejores (investment grade) a inversores conservadores, y a intereses bajos.
    7. Otros gestores de fondos, sociedades de capital riesgo, etc., más agresivos, pretendían obtener a toda costa rentabilidades más altas, entre otras razones porque esos señores cobraban el bonus de final de año en función de la rentabilidad obtenida.
    8. Problema: ¿cómo vender MBS de los malos a estos últimos gestores sin que se note excesivamente que están incurriendo en riesgos excesivos?
    9. Algunos bancos de inversión lograron, de las agencias de rating, una recalificación (un re-rating, palabro que no existe, pero que sirve para entendernos).
    10. El re-rating es un invento para subir el rating de los MBS malos, que consiste en:
      • Estructurarlos en tramos, a los que les llaman tranches, ordenando, de mayor a menor, la probabilidad de un impago, y con el compromiso de priorizar el pago a los menos malos. Es decir:
        • Yo compro un paquete de MBS en el que me dicen que los tres primeros MBS son relativamente buenos; los tres segundos, muy regulares, y los tres terceros, francamente malos. Esto quiere decir que he estructurado el paquete de MBS en tres tranches: el relativamente bueno, el muy regular y el muy malo.
        • Me comprometo a que si no paga nadie del ¿ranche muy malo (o, como dicen estos señores, si en el tramo malo incurro en default), pero cobro algo del tranche muy regular y bastante del relativamente bueno, todo irá a pagar las hipotecas del tranche relativamente bueno, con lo que, automáticamente, este tranche podrá ser calificado de AAA.
      • Para acabar de liar a los de San Quirico, estos MBS ordenados en tranches fueron rebautizados como CDO (Collateralized Debt Obligations, obligaciones de deuda colateralizada), como se les podía haber dado otro nombre exótico.
      • No contentos con lo anterior, los magos financieros crearon otro producto importante: los CDS (Credit Default Swaps, cambio de riesgo del crédito). En este caso, el adquirente, el que compraba los CDO, asumía un riesgo de impago por los CDO que compraba, cobrando más intereses. O sea, compraba el CDO y decía: «Si falla, pierdo el dinero. Si no falla, cobro más intereses».
      • Siguiendo con los inventos, se creó otro instrumento, el Synthetic CDO, que no he conseguido entender, pero que daba una rentabilidad sorprendentemente elevada.
      • Más aún: los que compraban los Synthetic CDO podían comprarlos mediante créditos bancarios muy baratos. El diferencial entre estos intereses muy baratos y los altos rendimientos del Synthetic hacía extraordinariamente rentable la operación.
  14. Al llegar aquí, y confiando en que no os hayáis perdido demasiado, quiero recordar una cosa que es posible que se os haya olvidado, dada la complejidad de las operaciones descritas: que todo está basado en que los ninjas pagarán sus hipotecas y que el mercado inmobiliario norteamericano seguirá subiendo.
  15. Pero:
    1. A principios de 2007, los precios de las viviendas norteamericanas se desplomaron.
    2. Muchos de los ninjas se dieron cuenta de que estaban pagando por su casa más de lo que ahora valía y decidieron (o se vieran obligados a) no seguir pagando sus hipotecas.
    3. Automáticamente, nadie quiso comprar MBS, CDO, CDS, Synthetic CDO, y los que ya los tenían no pudieron venderlos. Todo el montaje se fue hundiendo, y un día el director de la oficina de San Quirico llamó a un vecino para decirle que bueno, que aquel dinero se había esfumado, o, en el mejor de los casos, había perdido un 60% de su valor.
    4. Como no se fían, cuando necesitan dinero y van al mercado interbancario, que es donde los bancos se prestan dinero unos a otros, no se lo prestan o se lo prestan caro. El interés a que se prestan dinero los bancos europeos en el Interbancario es el Euribor (Europe Interbank Offered Rate, o sea, tasa de interés ofrecida en el mercado interbancario en Europa).
    5. Por tanto, los bancos ahora no tienen dinero. Consecuencias:
      • No dan créditos.
      • No dan hipotecas, con lo que muchas empresas relacionadas con el sector inmobiliario lo empiezan a pasar mal, muy mal. Y los accionistas que compraron acciones de esas empresas ven que las cotizaciones de esas sociedades van cayendo vertiginosamente.
      • El Euribor a doce meses, que es el índice de referencia de las hipotecas, ha ido subiendo, lo que hace que el ciudadano medio, que tiene su hipoteca, empieza a sudar para pagar las cuotas mensuales.
      • Como los bancos no tienen dinero,
        • Venden sus participaciones en empresas.
        • Venden sus edificios.
        • Hacen campañas para que metamos dinero, ofreciéndonos mejores condiciones.
      • Como la gente empieza a sentirse apretada por el pago de la hipoteca, va menos a El Corte Inglés.
      • Como El Corte Inglés lo nota, compra menos al fabricante de calcetines de Mataró, que tampoco sabía que existían los ninjas.
      • El fabricante de calcetines piensa que, como vende menos calcetines, le empieza a sobrar personal y despide a unos cuantos.
      • Y esto se refleja en el índice de paro, fundamentalmente en Mataró, donde la gente empieza a comprar menos en las tiendas.

Para que no tengáis complejo de inferioridad: el 7 de mayo de 2008, una persona importante del Servicio de Estudios del Banco de España dijo que el efecto de la desaceleración en el empleo está siendo más pronunciado de lo previsto inicialmente.

Y esto es lo que se me ocurrió. Y esto es lo que escribí. Y esto es lo que dio varias vueltas por el ciberespacio (o sea, por Internet). Por eso, a la sorpresa por la cantidad de vueltas que dio, tuve que sumar la sorpresa de que llegara a mi amigo de San Quirico, que se pasó la semana profundizando en el asunto para hacer un desayuno monográfico el sábado.