Durante cuarenta y ocho horas, la nave angriff remolcó al velero humano. Depredador seguía meditando. Tenía varios objetivos que cumplir.
Primero: matar a los humanos.
Segundo: …
¿Debía dejar antes que los humanos atacasen a los dioses? ¿Por qué no? Fuese cual fuese la reacción de los dioses, sus iras no se dirigirían contra el Pueblo.
¿Pero cuándo actuar? Primero debía dejar que se confiasen. Luego…
Depredador no temía las armas de los humanos. A corta distancia, podía matarles a todos. Debía pensar en el regreso al Planeta Criadero; eso significaba provisiones. Y los humanos estaban muy musculosos.
Y, sin embargo, Jonás… Jonás era un caso especial. Parecía un absurdo derroche matarlo: después de todo, era un Sabio… a la manera de las Presas.
Ese era el problema. Sabía demasiado. Sería más prudente matarlo.
Pero el Conocimiento Es Un Recurso, como no se cansaba de decirle su tutor. Depredador, criado en un planeta desértico, sabía bien que el conocimiento significa muchas veces la diferencia entre vivir o morir. Y se hallaba acostumbrado a No Derrochar Recursos.
Decidió que Jonás debería vivir.
Sí, pensó, llevaré a Jonás al Planeta Criadero. Los Sabios lo interrogarán. Aquella máquina pensante, Vidya, traduciría para los Sabios. Y yo ganaré prestigio. Los Sabios me incluirán entre los suyos.
Recordó cómo Jonás le había hablado de su estancia entre los Sabios humanos, en aquel distante planeta. Jonás había viajado mucha distancia para aprender. Bien, pronto sería el principal personaje de otra escuela. Disfrutaría de todas las comodidades. Depredador recordó su jaula: Jonás sería el Sabio mejor guardado de todo el Planeta Criadero.
Si los angriffs pudieran sonreír, Depredador lo habría hecho.