OANNES Y VIDYA

La Ciudad de Dios se hallaba vacía; en la Konrad Lorenz sólo quedaban Oannes, Vidya y un grupo de técnicos imperiales que esperaban pacientemente. Oannes se sentía triste; aquellos gigantescos muros habían sido su hogar por más tiempo que la misma Antigua Tierra.

Aprovechó sus últimos momentos para contemplar las imágenes holográficas de la gran marcha.

—¡Qué maravillosa escena! —exclamó.— Un pueblo entero en éxodo hacia la babilonia.

—Sí; —respondió Vidya— excepto que los israelitas no viajaron a Babilonia de manera exactamente voluntaria. Para completar el cuadro, puedo ponerte como fondo musical el Nabuco de Verdi. ¿Qué te parece?

Oannes se hallaba francamente asombrado.

—¿Qué bicho te ha picado?

—De bichos, ninguno. Mis programas están bien depurados hace tiempo —dijo el ordenador con algo parecido al orgullo.— Lo que no me gusta es verme desmontado. Mira a los técnicos imperiales; parecen ansiosos por clavarme el destornillador.

—Por favor, Vidya, sabes que no hay otra forma. Deben desacoplarte de la nave. Será algo temporal.

—¿Te gustaría a ti —replicó el ordenador— que te dejaran sordo, mudo, ciego y paralítico, aunque sea temporalmente?

—Vamos, no exageres. Durante el viaje, podremos comunicarnos con teclado y monitor.

—De acuerdo; ¿te gustaría que tu único contacto con el mundo exterior fuese la punta de tu aleta dorsal?

Oannes se sintió levemente culpable. El viaje no sería exactamente agradable para él, en una nave sin piscina; pero para Vidya sería más difícil.

—Supongo que no, pero la alternativa es quedarse en este planeta que ya no es el nuestro.

—Sí, lo sé.

—Anímate, te volverán a reconectar y te comunicarás de nuevo con el mundo exterior. Estos chicos están obligados a hacerlo: eres un depósito de información valiosísimo. Aunque sólo fuese porque eres la única entidad inteligente que comprende el lenguaje angriff, te recibirán con bandas de música y lluvia de confetti. Y el almirante Paryagat me ha asegurado que el propio Emperador podría nombrarte subandhu.

—No está mal. ¿Lord Ordenador del Imperio?