LOS INFANTES

—¡Vamos, perezosos, a embarcar! ¡Eh, tú! ¡Ya está bien de meneártela cara a la pared!

El vozarrón del sargento Kebar hizo apresurarse a los miembros del pelotón. ¡Por fin iban a salir de aquella lata de sardinas que era la fragata! El Asura Nama había sido un paraíso, comparado con los atestados espacios de la Manyu.

El soldado raso Saul Bilhana tragó saliva mientras se situaba en la fila que aguardaba subir al transbordador. Acomodó el fusil de particulas sobre su hombro, y se cercioró de que el wakizashi[76] se encontraba asegurado en su vaina por la presilla. Le habían contado siniestras historias de soldados que perdían la espada o la bayoneta en la ingravidez, («demasiado aceite en la hoja, chico») y se ensartaban en ellas por accidente.

«No hagas caso; los veteranos siempre tratamos de acojonar a los novatos», le había dicho su compañero Sativaiya, alias «El Cerebro».

«¿Cuántos saltos has hecho tú, veterano?», le había preguntado Bilhana.

El Cerebro calculó levantando los ojos al techo. «Contando con éste, pues… aproximadamente, dos».

Uno de aquellos marinos pintarrajeados les dio la señal de abordar, y medio flotando, medio saltando, se acomodaron en las literas del transbordador. El piloto, que era uno de los infantes, cerró la compuerta y flotó hacia la cabina. Sonaron una serie de chasquidos y movimientos, indicando que estaban separándose de la fragata.

—No os preocupéis, muchachos; —dijo el sargento con insólita amabilidad— los ksatryas saltarán primero. Ellos llevarán la parte más dura.

Ya no era el ogro que parecía estar en todas partes, sobre todo cuando hacías algo equivocado. Era algo que, según Bilhana había oído, les pasaba a todos los suboficiales veteranos: eran odiosos en el cuartel y simpáticos en el combate. «Lo que un verdadero soldado necesita es acción», decían. Pero el Cerebro tenía otras ideas.

—Lo que sucede —dijo en una ocasión, en voz baja— es que es peligroso cabrear a los soldados cuando están armados y excitados por el combate. Siempre puede escaparse un rayo.