LOCALIZADO

La atmósfera a bordo de la Manyu era distinta de la reinante en el resto de la flota. Había tensa expectación, aunque no el cuasi-terror que llevaba consigo la visión de la Esfera. Su única misión era descender a un planeta concreto en busca de unos hombres concretos.

En el puente, el oficial de comunicaciones, teniente Bar-Jahan, apretó un botón. Una señal en código partió de una antena, recorrió en una décima de segundo la distancia al planeta. ¿Localizaría a su blanco? ¿Estaría visible? Sólo eran conjeturas, pero Bar-Jahan pensaba que Chait Rai no debía de haberse alejado mucho del punto de aterrizaje anterior.

—¿Alguna respuesta? —preguntó impaciente el comandante Sridhar.

—Ninguna, mi comandante —contestó Bar-Jahan.

—Siga insistiendo.

Bar-Jahan no necesitaba esa orden. Giró despacio los diales que orientaban la antena. Bar-Jahan proyectaba el destello radial como si tratase de localizar un objeto en una habitación oscura, mediante el haz de una linterna.

Vamos, contesta.

Se obligó a tener paciencia. Toda la nave se encontraba pendiente de él: era el único que podía localizar a Chait Rai con precisión de metros; si aquel cacharro se decidía a funcionar, naturalmente.

El sudor corría por su frente, poniendo en peligro las pinturas de guerra. Y sentía caliente la oreja derecha; debía ser la mirada llameante del comandante Sridhar.

De repente…

Treinta y seis mil kilómetros bajo la Manyu, el reptador imperial que había pertenecido al eunuco Jai Shing caminaba sobre la Tierra, llevando una preciosa carga. El reptador era un buen aparato, sólido, y según la información de que disponía la Marina, se hallaba equipado con un «chismoso». Jai Shing había sido un individuo previsor, con gran respeto por la vida (la suya, se entiende), y no había olvidado dotar a su vehículo con este útil aparato.

En algún lugar del reptador, una caja negra en apariencia inactiva esperaba el momento de llevar a cabo su misión. El momento llegó cuando una señal bajó del cielo, y el «chismoso» se activó.

Emitió un haz máser, en la banda reservada a mensajes de socorro. Era tan estrecho que sólo podía ser detectado cuando apuntaba directamente al receptor. Pero la fuente de ondas giraba: en un segundo, el haz barría el firmamento, del cenit al horizonte y de norte a sur.

Cualquiera que tuviese un receptor adecuado podía recibir el haz en el fugaz instante en que le apuntaba; era poco tiempo, pero cada microsegundo, el haz transmitía en binario la orientación de la antena en ese preciso momento, en altura y azimut. Así podía localizarse al emisor con gran exactitud. El «chismoso» podía activarse manualmente, automáticamente en caso de accidente, o por control remoto, como en este caso. Aquellos artefactos habían salvado muchas vidas.

El teniente Bar-Jahan suspiró aliviado. El reptador estaba localizado con un error de diez metros.