—Así, que sólo yo he quedado con vida —dije pensativo.— No puedo decir que lamente el final de Chait Rai, él se lo buscó; aunque, en cierto modo, sentí un extraño afecto por él.
Lilith se acurrucó junto a mí en la estrecha litera de su camarote, a bordo del Asura Nama.
—¿Qué crees que hicieron con tus piernas?
—Por lo que me contaron, me inyectaron en los músculos algo que acelera el crecimiento de los tejidos, e implantaron un diminuto generador eléctrico que refuerza la corriente nerviosa.
Lilith parecía un poco decepcionada. ¿Esperaba un procedimiento más esotérico?
—¿Significa que tendrás que cambiarle las pilas? —dijo riendo.
—No creo: funciona con un motor de glucosa.
—¿Un qué?
—Un motor de glucosa. Quema glucosa con oxígeno de la sangre, procedente de los glóbulos rojos. El generador tiene un tamaño de 35 micras.
—¡Om, Tat, Sat[78]! —exclamó Lilith, parpadeando.— ¡Una máquina del tamaño de una célula!
—Sí. Cuatro mil millones de esos generadores cabrían en una cucharita de café. Estos tipos —reconocí a regañadientes— son unos maestros en ingeniería… genética o de la otra.
—¿Por qué crees que lo hicieron?
Me rasqué la barbilla. Había pensado tanto en aquello. ¡Me había hecho tantas veces la misma pregunta!
—No lo sé —dije el fin.— Quizás sea sólo otra demostración de poder, esta vez aplicado al bien. «Sed buenos y…». Quizás sólo querían pagarme mis servicios como embajador. O quizás… bueno, simplemente les gusta hacer bien las cosas.
—Te envidio —dijo Lilith.— Habría dado los últimos años de mi vida a cambio de tus últimos ocho años.
—Créeme, cariño; —dije con un escalofrío retrospectivo— es más divertido contarlo que vivirlo.
—¡Estuviste en el cuerpo de un colmenero!
—No me lo recuerdes, por favor. Después de todo, quizás esto sólo me sirva para obtener un billete para comparecer ante un pelotón de fusilamiento —me miró intensamente.— ¿No recuerdas? Teóricamente, soy un desertor.
—Vamos, no seas ingenuo. Kharole no es tonto. ¿Crees que van a fusilar al mayor experto en angriffs, colmeneros, la Esfera y la Vieja Tierra?
—Te olvidas de los juggernauts.
—No me olvido. La experta en juggernauts soy yo —dijo, con una pizca de su genio.
—Si, tienes razón. Ha sido una experiencia increíble…
Cerré los ojos y traté de pasar revista a todo de lo que había sido testigo. Los juggernauts… la Esfera… la rebelión de Chait Rai… los angriffs… los Eternos.
—Podría escribir un libro con todo lo que ha pasado. O varios libros —me apreté la cabeza con los dedos.— ¿Sabes? Creo que voy a tener pesadillas el resto de mi vida. Me despertaré por las mañanas y tendré que contarme brazos y piernas.
—Si te dejan tiempo para dormir. Por el momento, tendrás que compartir un camarote con otras diecisiete personas, que dormirán en turnos de seis…
—Razón de más para aprovechar esta litera —la abracé.— En cuanto a lo de escribir, Vidya se ha ofrecido para ser mi secretario.
—Buena idea. Quizás Yusuf, Kot y yo podamos llenar los huecos que haya en tu narración. Han pasado muchas cosas mientras has estado fuera.
—Sí, estoy deseando ponerme al día. Por lo menos eso nos ayudará a pasar el viaje de regreso; cuando volvamos, deberemos presentar un informe completo.
—Si. Y, cuando lleguemos a Cakravartinloka… me temo que vas a ser el punto de partida de una nueva ciencia: la «Esferología». Algún día tendremos que enfrentarnos con los Eternos, y entonces tus conocimientos serán vitales. No, Jonás, me temo que no vas a tener ni un instante libre en los próximos cien años.
—Uf.