Kot Dohin imaginó lo que se estaría desarrollando en el puente de la Javiyah: los artilleros calcularían, con ayuda del ordenador, las posiciones de la nave y el objetivo, su distancia y los desplazamientos relativos de ambos. Así conocerían a dónde apuntar el rayo, pues éste avanzaría a nueve décimos de la velocidad de la luz.
Los rayos de particulas son invisibles en el vacío, o a lo más, emiten una débil «radiación de frenado» en la banda de los rayos X. El ordenador dibujó en el holotanque una fina línea azul que partía de una de las naves y avanzaba hacia el asteroide blanco. La línea avanzaba lentamente, pues la distancia nave-asteroide era de varios minutos luz.
Y el rayo pasó a través de su objetivo.
—¡Alá akbar! ¿Se ha estropeado ese cacharro? —exclamó el comandante Azmeri.
No se molestó en preguntar. Pregunta y respuesta tardarían un tiempo. La Javiyah informó al cabo de unos minutos.
—No lo comprendemos, mi comandante. El rayo parece haber pasado a través de esa roca.
—¡Mi comandante! —dijo Narayan.— Los asteroides… han desaparecido.
—¿Desaparecido? ¿Qué dice usted?
—No lo comprendo; —dijo el oficial— de repente no están.
—¿Nadie comprende nada? —gritó irritado el comandante.— Javiyah, lance otra andanada.
Pronto llegó la respuesta. El rostro de Jonás Chandragupta desapareció. En su lugar, ondas de luz se congregaron en un punto de brillo intolerable.
En un segundo de horror, el comandante adivinó lo que iba a suceder: la Javiyah iba a ser abrasada, y su tripulación se hallaba absolutamente perdida. Alejarse no les serviría de mucho, porque aquellos hijos de Putana de colmeneros lo seguirían con su luz, como un niño jugando con un espejito…
El comandante no se equivocó. La Javiyah resplandeció como el filamento de una lámpara de tungsteno, y en pocos segundos se convirtió en una nube de plasma ardiente que estalló como una burbuja de jabón.
El haz fue lo bastante intenso como para provocar una reacción de fusión en el combustible, hidrógeno enriquecido con deuterio. Aquello hizo mucho más violenta la explosión; la fragata se convirtió en una gigantesca bomba de fusión, que destruyó dos fragatas más y dos destructores.
La flotilla de avanzada había perdido el 45 por ciento de sus efectivos, lo que representaba el 25 por ciento del total de la flota, por los efectos de un solo disparo enemigo.
El puente del Asura Nama era presa de una caótica confusión muy poco marcial. El comandante Azmeri trató de mantener la calma, mientras su segundo gritaba órdenes por el intercomunicador. Había que poner la nave a salvo, aunque ¿cómo?
No hay ningún lugar seguro dentro de la Esfera, pensó el comandante, intentando controlar el pánico que amenazaba con dominar su pensamiento.
Kot Dohin contemplaba horrorizado cómo cinco naves de guerra mezclaban sus átomos ionizados en una irregular nube de gas. Los ojos de Lilith giraban enloquecidos a un lado y a otro, desesperada, buscando a alguien que supiera lo que debía hacer.
Todos los oficiales del puente parecían tan aterrorizados como ella, haciéndola sentirse abandonada en un océano de hostilidad.